la previsión municipal

Colau, en su zona de confort

El área de bajos humos inaugura un año en Barcelona durante el que los temas sociales ganarán peso frente a las banderas

Ada Colau

Ada Colau / periodico

Rafa Julve

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Se le presumía al gobierno de Ada Colau un segundo mandato más farragoso que un relato de Jorge Luis Borges y resulta que la política municipal de Barcelona estará situada el año que empieza en lo que los cursis de ahora calificarían de zona de confort para la alcaldesa. Ahí podrían intentar agarrarse ella y su equipo para recuperarse del cate que le acaban de dar, por primera vez, los ciudadanos.

Superada la rabieta inicial de ERC tras la amarga victoria de Ernest Maragall y la 'jugada mestra' contraindependentista de Manuel Valls que los relegó a la oposición, los republicanos han permitido enmiendas mediante que el bipartito Comuns-PSC fuera avanzando en el terreno social con medidas que se han empezado a plasmar justo después de las campanadas.

Ecología sobre ruedas

Aunque se diga lo contrario, el 'procés' vive y la lucha sigue, pero en el ámbito municipal las banderas ya no tapan del todo las calles y se empiezan a desplegar proyectos. Dos de ellos rebasan los límites del término municipal, pero llevan el sello verde de los 'comuns' en su apuesta medioambientalista y por el uso del transporte público. Se trata de la <strong>Zona de Bajas Emisiones</strong> (ZBE) y del cambio tarifario de metro, buses y demás, ambas iniciativas de inmediata aplicación con el cambio de año.

De la ZBE se espera que afecte de saque a unos 50.000 'vehículos sucios', que verán restringido su movimiento de siete de la mañana a ocho de la tarde si no quieren ser multados, aunque esto último no empezará a ocurrir hasta el mes de abril. De la implantación de la T-Casual y de la T-Usual se empezarán a ver los efectos con anterioridad.

Los presupuestos

Pronto está previsto también que se acabe de deshojar la margarita y se confirme si ERC apoya los presupuestos municipales. Tras lograr que el gobierno de Colau avalara sus propuestas de recargar la <strong>tasa turística</strong> y apostara por un modelo propio en el control de las habitaciones turísticas, Esquerra parece dispuesta a apoyar este mismo mes unas cuentas que prevén un aumento del gasto del 9,5% respecto del 2019 que se debería soportar con más transferencias por parte del Estado y con unas nuevas ordenanzas que seguirán trayendo cola: subirá el precio de las terrazas y el de las zonas verde y azul de aparcamiento. También se incrementará el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) en un 5,46% de media, y todo ello debería servir para sufragar por ejemplo el Servicio de Ayuda a Domicilio (100 millones). O para la creación de vivienda pública (121 millones para construcción y 25 para compra).

A la espera de que el pacto monclovita PSOE-Podemos le permita regular el alquiler, será en ese último tema en el que la alcaldesa quizá quiera dejar más impronta, y eso que en el 2020 habrá otras cuestiones relacionadas con el ladrillo de esas que tanto gustaban a sus antecesores porque legaban un cambio en la fisonomía de la ciudad. En primavera o verano empezarán las reformas de un Port Olímpic que se quedará sin discotecas. También se licitarán trabajos en el Port Vell y se iniciarán las obras de urbanización del entorno del Camp Nou. Está por ver si con todo ello y con las 260 nuevas plazas para la Guardia Urbana la seguridad deja de ser la primera preocupación de los barceloneses.