pulso ciudadano

Larga vida a las terrazas, pero con precios congelados

Las terrazas de la calle de Blai, esta mañana

Las terrazas de la calle de Blai, esta mañana / ELISENDA PONS

Cecilia Guillermo / Laura Toledano

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Sentarse en una terraza a tomar un café, disfrutar de una cerveza o zamparse unas bravas, con el solecito y los amigos, es algo tan barcelonés como los 'panots' de la flor modernista, los taxis negros y amarillos y las obras perpetuas. Los ciudadanos hacen gala de ello, pero afrontan el 2020 con un temor renovado. Tras la aprobación de las ordenanzas fiscales el pasado 20 de diciembre en el pleno del ayuntamiento, con una subida de las tasas que van a pagar los dueños de bares y restaurantes por montar una mesa en la calle, los clientes sospechan que no tardarán en sufrir, también ellos, un incremento de precios por consumir fuera del bar.

El sector de la restauración avisó ya hace días, amenazando con que muchos establecimientos se iban a ver obligados a aplicar medidas como suplementos de terraza que pueden llegar al 20%, ajustes en plantilla o prescindir de mesas fuera. Solo queda saber cuándo están dispuestos a empezar a subir los precios.

Siempre solemos ir a terrazas y nos parece mal que suban las tasas a los restaurantes y que en consecuencia tengamos que pagar más nosotros”, comentan Martina y Bet, dos jóvenes que toman juntas un aperitivo en el barrio de Gràcia. Aun así ambas creen que debería ser cada empresa la que se tendría que hacer cargo. Al igual que ellas, Jordi Fonts comparte la idea de que el local sea el que asuma la totalidad de la tasa. Además, añade este ciudadano, es necesario que, de una vez por tadoas, en las zonas más perjudicadas por la falta de movilidad o ruido, se regule mejor la presencia de las terrazas.

También Roger Amorín, otro cliente de las terrazas barcelonesas, argumenta que “si ayuda a la administración a recaudar ingresos la subida de tasas es razonable, siempre que haya una transparencia, pero si esto lo acaba pagando el consumidor es injusto”. El hecho de que la subida de tasas llegue a afectar directamente a los consumidores puede provocar que las terrazas empiecen a vaciarse. En la misma línea, otro joven del barrio de Gràcia comenta que se pensaría con detenimiento el consumir fuera o dentro “si el precio sube, por ejemplo, 15 céntimos seguiría yendo a las terrazas, pero si la diferencia es de medio euro seguramente comsumiría dentro”.

La cultura de las terrazas

Muy distinta es la opinión de Roser Nieto y Núria Ferrer que, mientras desayunan en una terraza de la plaza Rovira i Trias, afirman rotundas que no debería ser el local el que asumiera la totalidad de la tasa. “Los primeros días se notará en los precios, pero se acabarán normalizando porque estamos acostumbrados a la cultura de las terrazas y la vida que generan”, argumentan ambas amigas. 

Jaime Robarte también defiende que las terrazas dan vida a la ciudad. Reconoce que no es usuario pero en su zona suelen ser puntos de encuentro y no molestan a los vecinos. “Pobres de ellos que nos quiten las terrazas”, claman Montse y Alicia, fieles a estas mesas colocadas al aire libre (o bajo un toldo). Las dos tienen claro que seguirán consumiendo en ellas ya que, en caso contrario, los establecimientos podrían suprimirlas si no sale rentables mantenerlas. “Es vergonzoso, las tasas están desorbitadas y ya son excesivas”, añaden.

En muchos puntos de la ciudad la presencia de las terrazas ocupa parte del espacio público, sin embargo hay locales que se adaptan a la zona en la que están ubicados y con tal de ofrecer un servicio en el exterior buscan alternativas como barras altas con taburetes en la entrada o asientos que no sobresalen hacia la acera, entre otras.