BARCELONEANDO

El calor de la Navidad

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Carlos Márquez Daniel

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Este es un barceloneando arriesgado. Porque versa sobre el clima casi primaveral que la ciudad está disfrutando en estas fechas navideñas, pero bien podría suceder, caprichos del planeta, que en un par de días se venga una depresión que permita bajar esquiando hasta la plaza de Catalunya. Eso mismo, de hecho, sucedió en la gran nevada de 1962, la que el 'tiet' siempre recuerda en Sant Esteve con el bigote lleno de bechamel. Curioso que se la llame ‘gran nevada’, por cierto, ninguneando a las otras, como la del 8 de marzo del 2010, inesperada y caótica, que terminó con el ayuntamiento de Jordi Hereu comprando unas máquinas quitanieves que se han usado menos que el furgón ballena de los Mossos.

En una tienda de la Rambla de Catalunya, una joven chequea el género vestida como si estuviera en el salón de casa. Claramente, recién salida del hotel. Rusa, de unos 20 años, y acompañada de su hermano. Es un suponer, pero es que son iguales. Él luce un discreto chándal amarillo de dos piezas y ella va literalmente en pijama y blande unas zapatillas que dejan un 75% de pie al descubierto. Salen del comercio y se sientan en una terraza a desayunar. Al poco llegan los padres, con un ‘dress code’ muy similar. Todo muy 'sport', como si fueran a jugar al 'paintball' en la tienda de Prada en paseo de Gràcia. El centro turístico es el mejor termómetro para valorar el estado de la meteorología local. Si hay visitantes nórdicos en manga corta, que los hay, estamos ante un invierno suave. Si esos mismos forasteros llevan la cabeza cubierta y guantes, niños y ancianos en casa, de inmediato. Lo mismo sucede en las playas. Si en la arena solo hay gaviotas devorando palomas congeladas, mala cosa. Si hay personas paseando en calcetines con los zapatos en la mano, las señoras de la Barceloneta se bañan y en el agua hay un nido de surfistas cabalgando olas de 25 centímetros como si esto fuera Nazaré, venga esa barbacoa al aire libre.

Los datos

Pero está claro que no basta con darse una vuelta para obtener conclusiones científicas. Consultemos a los oráculos de la cosa para valorar si la situación es excepcional. Alfons Puertas, meteorólogo del Observatorio Fabra, por ejemplo. La llamada de este diario le coge preparando las estadísticas para cerrar el año. "Dame un par de horas y te lo mando". Y así es. La información contiene un montón de lecturas, pero la principal es que, efectivamente, el calor anda algo disparado estos días. Pero es el pan de cada día de los últimos tiempos. La temperatura media de este diciembre (hasta el día 26) es de 11,5 grados en la finca centenaria de Collserola, 2,4 grados por encima de la media. No está mal, pero en el 2016 se alcanzó ese mismo número y no se está superando el registro del último mes del 2015, cuando la media fue de 12,6 grados. Tampoco la máxima es para ruborizarse: 17,8 grados alcanzados el 13 de diciembre; muy por debajo del récord absoluto, conseguido en ese tórrido 2015, con 20,6 grados el día 16 de diciembre.

Lo que sí tiene de peculiar este último suspiro del 2019 es que, tal y como apunta Puertas, se han producido "dos fases muy diferenciadas". "Los primeros 12 días tienen una media de 10,1 grados, que podemos considerar normal. Es a partir del 13 cuando constatamos que estamos ante un diciembre anómalo, ya que hasta el 26, la temperatura media es de 12,7 grados, y eso sí es muy superior a lo habitual". O sea, que no ha sido el último mes más caluroso pero quizás sí hemos tenido la Navidad más ardiente. Al menos desde que en el Fabra alguien se molesta en mirar el mercurio, cosa que sucede desde hace un siglo. Estos datos, sin embargo, tal y como señala el meteorólogo, no demuestran de por sí la existencia de un cambio climático. Lo que sí lo indica es el "aumento de la frecuencia" de determinados fenómenos. Es decir, que si ya son varios años con temperaturas por las nubes, quizás algo hay. 

Agua fresquita

El agua del mar parece experimentar un proceso distinto. La temperatura es algo superior a la del año pasado, pero sí se refleja un curiosa rareza. Según los datos recogidos por el meteorólogo Diego Lázaro (a 180 metros de la línea de la costa y a un metro de profundidad), el mercurio ha subido en el último mes. Diciembre empezó con 15 grados en el mar, y ahora los peces nadan con medio grado más de confort. Nada que ver con los registros, más lógicos, del 2018, cuando se pasó de 17,1 el 29 de noviembre a 15,4 un mes después. En el Estartit, según los datos recogidos por Josep Pascual, el Mediterráneo sí parece estar notando que el clima es más bondadoso de lo habitual. La temperatura a medio metro de profundidad es de 15,8 grados, dos más que la media. Y si hablamos de agua, Puertas aporta otro dato inquietante: el 50% de la lluvia caída durante todo el 2019 se concentra en cinco días. Como ejemplo, de los 119,2 litros por metro cuadrado recogidos este diciembre, 93,7 se amasaron el día 4. Ya lo dicen los expertos, la crisis climática se caracteriza por fenómenos meteorológicos cada vez más extremos y cada vez más frecuentes. Basta con recordar el vendaval de hace unos días. O la riada que en octubre asoló localidades como l'Espluga de Francolí.

Según el Servei Meteorològic de Catalunya, la situación anticiclónica se mantendrá como mínimo hasta fin de año. Eso incluye nieve justita donde la quisieran los esquiadores. Suerte que Barcelona prescindió de la pista de hielo hace algunos años.