INICIATIVA SOCIOEDUCATIVA EN EL BARCELONÈS NORD

Un comedor social con estrella Michelin

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zentauroepp51125102 bcn191128130649 / MANU MITRU

Helena López

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José Carlos tiene 17 años y la intención de retomar -y terminar- la ESO cuando acabe su participación en la Casa d'Oficis, en pocas semanas. "Mi madre se emociona cuando le enseño en el móvil las fotos de las viñas en las que trabajo", cuenta este joven colomense tras haber ordenado las regaderas del inmenso invernadero. "Mi familia es de Honduras y allí sí vivían en contacto con el campo", prosigue el chaval, quien tiene pendiente traer a sus padres a la Vinya d'en Sabater. Esta es la primera experiencia laboral para este joven de orejas dilatadas y sonrisa amable ("antes solo había hecho algo ayudando a mi madre", matiza). Habla vestido con su polar granate de Grameimpuls -empresa municipal que gestiona el proyecto-, sin abrochar. La temperatura bajo los plásticos es elevada. A su espalda, una maceta de flor eléctrica de un amarillo intenso y un sabor que hace honor a su nombre. Sí, son flores que se comen. Todo lo que aquí se siembra -aquí, en el espectacular recinto de Torribera- está vinculado a la gastronomía. La plantación tiene sentido por su relación con la Escola de Restauració de Santa Coloma, en la misma finca, igual que el Campus de Alimentación de la UB. Materia prima ecológica pensada para la alta cocina -o la cocina experimental- que acaba, en su mayoría, en los platos del comedor social de esta ciudad en el margen izquierdo del Besòs en un proyecto modélico de economía circular.

Los olores y colores de este invernadero público de mil metros cuadrados parecen más propios de una pueblecito mediterráneo que de la dureza que históricamente ha caracterizado a las ciudades del área metropolitana. Un 30% de la cosecha es para la Escola de Restauració, y un 70% para el comedor social y el banco de alimentos de la ciudad, que gracias a esta iniciativa ofrece a los más vulnerables productos frescos y ecológicos. Tanto de proximidad como exóticos.

Sandra, de 24 años, es otra de las trabajadoras del invernadero. Lo es a través del programa 'Treball als barris', como prácticamente toda la plantilla, excepto los responsables del proyecto, fruto de un convenio con el Servei d'Ocupación de Catalunya (SOC). "Hace un tiempo había hecho el curso de jardinería y cuando vi en el SOC que sacaban este, me apunté. No tengo paciencia para la gente, las lechugas están calladitas", bromea esta joven colomense de brazos tatuados -su pasión-, quien lleva años encadenando trabajos precarios. Actualmente combina este con la barra de la sala Apolo. Dídac, de 20 años, otro de los jóvenes payeses de esta hornada -la experiencia es de un año- coincidió precisamente con Sandra en un trabajo anterior, en este caso en la franquicia local de una conocida cadena de pizzerías 'fast food', a las antípodas de los alimentos dignos de cocinas con estrella que ahora cosechan.  

Variedades autóctonas

Meho Spago, el agrónomo responsable de los campos y de enseñar (y cuidar) a estos jóvenes alumnos, insiste en que este es un espacio educativo. En él conviven desde estudiantes de doctorado que vienen a conocer o a experimentar sobre todo tipo de hortalizas y verduras, hasta los jóvenes de la ciudad -como José Carlos Sandra- que encuentran en este proyecto una oportunidad formativa y laboral en la que lo aprenden todo sobre la fresa de Santa Coloma, uno de los orgullos de la ciudad. "Una de nuestras apuestas es recuperar y potenciar las variedades autóctonas, además de tener nuestro propio banco de semillas", explica Spago mientras muestra una caja llena de bolsitas de esparto en la que pueden leerse nombres como "calabazas de Halloween". Spago subraya que las semillas y el plantel que se reproducen en el invernadero son "completamente ecológicos" y para su desarrollo cuentan con la colaboración y asesoramiento de Can Gallina, una finca de Canet de Mar que trabaja la "agricultura biodinámica de carácter social".

Por la Escola de Restauració, donde manipulan lo cosechado en estos bancales, han pasado cerca de 1.300 alumnos que se han formado principalmente como cocineros y camareros, pero también se han hecho cursos de pastelería y coctelería, y el promedio de inserción de los alumnos que participan en estos cursos de formación es del 75%. Cifras para la esperanza.