LUCHA POPULAR PARA SALIR DE LOS MÁRGENES

Venus quiere dejar de ser (de) otro planeta

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zentauroepp51099122 bcn191127100720 / ÀNGEL GARCÍA

Helena López

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La fotografía del edificio Venus es la fotografía de La Mina. De cómo la pensaron y construyeron las administraciones y, sobre todo, de los resultados de ese tipo de urbanismo sin alma. De ese barraquismo vertical levantado para eliminar el original, más incómodo por lo céntrico; por lo visible. Su característica fachada de chapa y sus abigarrados balcones conforman el cliché fijado en el imaginario colectivo de este castigado enclave en la frontera entre Sant Adrià y Barcelona. Cuando Paqui Jiménez se instaló en el icónico edificio en 1977, pocos años después de su construcción y de la creación del barrio entero, "era muy distinto", recuerda. "Teníamos portera, una por cada escalera; recogían el correo y se encargaba de la limpieza", relata esta vecina desde una de las mesas del bar que regenta, a pocos metros de su casa, en el barrio más estigmatizado del área metropolitana.

Si Venus ilustra la definición de La MinaPaqui podría ilustrar la de dignidad. Antes de sentarse a explicar otra vez su causa, ha acabado de freír unas croquetas, le ha dicho a su hija que esté pendiente de la otra sartén, aún en el fuego, y ha cogido de detrás de la barra varios correos electrónicos impresos. "A veces me meto Facebook y Twitter. Allí vi que existía eso del micromecenazgo, que había gente que recogía dinero a través de las redes para causas justas, y pensé, ¿por qué no hacemos uno nosotros? Lo hablé con David y aquí estamos", presenta esta nueva batalla, que libran ahora en la red. 

David es David Picó, dinamizador de la Plataforma d'Educació Social La Mina y uno de los puntales de la frágil vida comunitaria en este margen del Besòs; y el "aquí" es un Goteo abierto, en el que en pocos días han reunido 7.500 euros de los 12.800, mínimo, que necesitan para financiar la segunda demanda contra la administración por las condiciones de vida en las que sienten que les han condenado a vivir. "La primera la pagamos organizando actividades, pero cada vez tenemos menos músculo. Todo el mundo está muy desilusionado. Las circunstancias son cada día más adversas. Cada año que pasa es peor al anterior, y ya van casi 20, desde que decidieron que nuestras casas había que tirarlas", resume esta líder vecinal, quien hace 13 años que regenta este pequeño bar cuya clientela es casi una singular familia, donde mujeres desayunan en bata de casa y zapatillas y abuelas dan de comer a sus nietos. Antes, pasó otros 16 tras otra barra cercana, la del bar de la calle de Saturn

Atrapados en Venus

Venus, Saturn, Mart... el nomenclátor de La Mina se antoja una caprichosa declaración de intenciones: mandar a los barceloneses sobrantes a otra galaxia. Tan lejos y a la vez tan cerca. Picó es también el ingeniero que ha diseñado el puente entre el barrio de La Mina y el de internet. "Aquí vive mucha gente mayor sin recursos ni prácticamente ingresos que no pudo acogerse en su día al realojo. Si vives en estas condiciones es porque no tienes otra salida, porque tienes 70 años y cobras una pensión no contributiva y el banco no te va a dar ningún préstamo", sintetiza Paqui. Un lugar en el que, como describen en la página web del Goteo, "el pacto social y el compromiso por la vida han sido expropiados". 

Cuando en el 2014 el Consorci de La Mina decidió cambiar de planes2014 Consorci de La Mina y no tirar el denostado edificio, sus vecinos se sintieron atrapados, pero su persistencia -que sí parece de otro mundo- hizo a la administración resucitar la operación dos años después. El (fracasado) plan inicial era realojar a las 240 familias de Venus en pisos de nueva construcción de compra por los que tenían que pagar una cantidad inasumible para la mayoría de vecinos. La situación de exclusión en la que malviven ha sido definida por el Síndic de Greuges como infrahumanasuciedad, filtraciones de agua, cortes de luz...

En una visita al edificio un día cualquiera, un técnico intenta arreglar el ascensor, cada dos por tres averiado, y una rata desvergonzada parece posar para la foto. "Cuando nos quejamos de las ratas nos dicen que en Barcelona hay 200.000, que tenemos las que nos tocan!", señala Paqui. "Y dile, dile lo de las jeringas, cómo cada dos por tres las tiran por el agujero del ascensor", le dice el técnico a la portavoz oficiosa del vecindario. Las jeringas no caen solo por el agujero del ascensor. Forman parte también del paisaje cotidiano de un terrado desolador. "Nos quejamos, vienen y lo limpian, pero al poco tiempo vuelve a estar igual; el problema sigue ahí", prosigue la mujer.   

La campaña de micromecenazgo es transparente. Se presenta como un "proyecto de agitación comunitaria que busca sacudir política y mediáticamente". La segunda parte, al menos, la han logrado con creces. Paqui no se cansa de explicar su realidad. No se puede permitir tampoco ese lujo. "Muchas vecinas me preguntan, Paqui, qué pasa que últimamente hay tantos periodistas por el barrio. Yo les digo que es para recoger dinero para solucionar lo de nuestros pisos y contestan que 'Ah, vale, si tú lo haces, es que es bueno'. Son personas muy mayores y muchas están solas. Ya no es solo el dinero, es que habrá que ayudarlas hasta con las mudanzas", prosigue Paqui con la fuerza y la empatía que la caracterizan, que si hizo viral el día que participó en el 'Jo pregunto' de TV-3 interpelando a Puigdemont. Basta con (querer) escucharla unos minutos para entender que esto no va de dinero. 

Ante la pregunta -quizá impertinente- de si cree que todo este esfuerzo va a servir para algo, Paqui contesta con la lucidez aplastante que marca todo su discurso: "Nada teníamos; todo lo que saquemos será mucho".