ÉRASE UNA VEZ EN EL BARRIO (2)

La Marina del Prat Vermell, el barrio que busca vecinos

Es la única zona de la ciudad en la que está previsto un gran crecimiento, con las oportunidades y los riesgos que ello entraña

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Toni Sust

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Toni Fernàndez, 57 años, vive desde el 2014 en la Marina del Prat Vermell. Es uno de los vecinos del edificio situado en el número 7 de la calle Encuny, en uno de los límites de este barrio, junto a la sede de la empresa Santiveri y su antigua colonia, con vistas algo lejanas al Cementerio de Montjuïc y al mar. Fernàndez reside en un inmueble de 114 viviendas que el ayuntamiento adquirió en el 2018. Fue erigido en el 2000, lo construyó Proviure, de la extinta Caixa Catalunya.

Cuando Fernàndez llegó al edificio, en el que vive con su hijo, apenas  había una veintena de pisos con inquilino, recuerda. Ahora está ampliamente habitado, con un entorno que es un ejemplo claro de lo que pasa en la zona: falta barrio, faltan vecinos. La Marina del Prat Vermell, que recibe el nombre por el pasado textil de la zona y en concreto la fábrica Bertrand i Serra, en la que se colgaban prendas teñidas de las que rezumaba el color rojo, linda con la Marina de Port y es uno de los barrios con menos habitantes de la ciudad, 1.158 personas según datos del 2018. Y es también el único de Barcelona -la ciudad limitada por el mar y la montaña-, en el que se prevé un gran crecimiento poblacional: cuando las reformas previstas concluyan se espera que vivan allí 30.000 personas.

Repartidores que no llegan

Cuenta Fernàndez que la necesidad de bullicio es muy clara. Que la iluminación es escasa y la limpieza del entorno del edificio, ausente. Junto a su casa hay un solar que espera hace tiempo que alguien construya algo. Allí están previstos pisos para jóvenes y para la tercera edad. Pero mientras no llegan, aquello sigue siendo una suerte de polígono industrial con algunos, pocos, vecinos y visitantes ocasionales: prostitutas y sus clientes. Fernàndez lo cuenta con una sonrisa resignada: “Depende de donde pidas comida para llevar, los repartidores no te la traen”.

Delante de su casa está el otro polo de vida del espacio, el bar Flores. Una de las integrantes de la familia homónima que lo lleva, Josefina, recuerda que en los años 50, cuando llegaron sus padres, allí sí había vecinos. Se fueron yendo. En parte porque cada vez que el Llobregat se desbordaba, aquello era un sindiós.

Fernàndez propone dos medidas para paliar el ambiente desértico: una, que el autobús V5, cambie su ruta y pase por Motors y por Encuny, y que haya una parada. La otra, abrir el camino del lateral del edificio que permitiría a sus vecinos acceder al paseo de la Zona Franca sin tener que dar un rodeo por la cercana calle de Cisell, uno de los límites del barrio.

La crisis paró la reforma

Dori García conoce como la palma de su mano estas calles. Hasta principios de este mes, era directora de la Unió d’entitats de la Marina. “Pensábamos que esto ya estaría hecho, pero la crisis lo paró todo”, dice sobre la gran reforma pendiente que está en curso. La explosión de la burbuja de la vivienda retrasó el nacimiento del último barrio nuevo de la ciudad. García subraya el hecho de que los fondos de inversión estén interesados en la zona, algo que juzga positivo, aunque advierte de que existen riesgos: que los nuevos pisos acaben en manos de gente con dinero, un barrio pijo. También rechaza la posibilidad de crear un gueto. La planificación del nuevo espacio, del tamaño de 40 manzanas del Eixample, tuvo en cuenta este asunto: en la Marina del Prat Vermell se levantarán en los próximos años casi 11.000 viviendas de las que un 48% será de tipo protegido y el 52% restante, libre.

Al igual que Dori García, Dani Fernández observa la Marina como un todo: no ve frontera entre la de Port y la del Prat Vermell, impuesta por la organización de la ciudad en 73 barrios, en el 2006. Con 29 años de edad, Fernández es dinamizador de la entidad La Marina Viva. Es vecino del barrio de toda la vida y es optimista. En el cruce de las calles de Ulldecona con Sovelles, muestra como ya se intuye el futuro. Calles preparadas para acoger los nuevos edificios, uno en construcción, otro acabado.

En medio, la chimenea de la antigua fábrica Miniwatt, en la que se hacían televisiones en color. La madre de Fernández trabajaba en ella: llegó al barrio con su familia desde Jaén. A decenas de metros de la chimenea, las casas de la colonia Bausili, que en principio verán como la piqueta las derriba en breve.

Dori García cree que falta una década para que La Marina del Prat Vermell sea el barrio que se ha proyectado. Dani Fernàndez opina que quizá tarde un poco más, pero no por ello es menos optimista: “Si vienen 30.000 personas más, más las 30.000 de la Marina del Port, aquí habrá tanta gente como en El Prat”.

Can Tunis, del caballo al caballo

“Antes los jóvenes ponían en su nick de Facebook ‘Patricia ZF’, por la Zona Franca. Ahora hablan de la Marina”, resume el dinamizador sobre la lucha contra el estigma del barrio. Lejos quedan los años de su infancia: “Me decían: ‘No te tires al césped, que hay jeringuillas’”. Hoy el estigma industrial ha menguado, aunque, como recalca Dori García, hace unos años se daba por hecho que las fábricas habrían desaparecido a estas alturas en las zonas habitadas.

También el estigma de la droga es ya pasado para los jóvenes, aunque los que tengan alguna edad recuerdan bien Can Tunis, el que fuera un macropunto de venta, finiquitado a principios de este siglo. Solo 100 años atrás había sido espacio de ocio para los más ricos: allí se levantó el Hipodrómo de Can Tunis, y allí voló en 1910 el primer avión que lo hizo en España. Del caballo al caballo: de la equitación a la heroína.