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Albert Soler no puede haber dicho eso, ¿verdad?

'Overbooking', vítores y clases de periodismo en la presentación del recopilatorio de artículos del columnista más incorregible de Girona

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Carles Cols

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Confieso que he reído. El martes por la noche algún récord se batió durante la presentación de la recopilación de artículos de Albert Soler, aguafiestas oficial del ‘procés’ desde la capital real de Catalunya , eso dice Quim Torra, empaquetados todos ellos en un libro y con un título que da envidia de tan bien que define la cosa, ‘Estàvem cansants de viure bé’. Es lo único que no es de su cosecha. Fue la reflexión de un pescador de la Costa Brava sobre qué ha llevado a un país tan estupendo para nacer y vivir a meterse en este laberinto cretense. El primer récord es que la organización tuvo que anunciar por redes sociales que la capacidad de El Mama, el espacioso local elegido, estaba sobrepasado por la expectación, así que sin invitación no se abría la puerta. El segundo récord es que la presentación duró más de dos horas, tiempo casi como para leer medio libro. Fue un despiporre. Los espontáneos del público pusieron bastante de su parte. "Soler a TV-3". "Viva el ‘procés’, queremos más". También se le propuso como próximo Català del l’Any.

De los políticos Soler ha aprendido que la crítica seria se la trae al pairo, pero que las columnas clorhídricas les corroen

Que las columnas políticas de Soler causen risa, en el buen sentido de la expresión, se supone que es motivo de excomunión catalanista. Han logrado que una parte de los lectores de prensa de la antigua capital, Barcelona, reparen periódicamente en el ‘Diari de Girona’. Causa asombro aquí, en la metrópolis meridional, con la imagen que de Girona se tiene, se supone que monocromáticamente amarilla, que alguien publique todo aquello y no tema por su integridad física. Debería, pero Soler se toma las amenazas como el ‘procés’, a broma. Cuando en una pared aparece una pintada que le advierte de que vigile su espalda, no lo denuncia ante los Mossos, sino que va al fisioterapeuta o al osteópata.

Por si alguien necesitaba un brevísimo apunte del estilo del autor, el vanguardista Víctor Amela, telonero junto a Ramón de España de la presentación, hizo un poco lo que hacía en el ‘Saló de Lectura’ de Betevé, leyó con estupenda voz de narrador un fragmento de un artículo publicado en mayo de este año, en el que Soler contaba que en las periferias obreras e inmigrantes de Girona ya les gustaría ser como esas familias oprimidas en las que cuanto más grande es la casa, más grande es el lazo amarillo, pero que por falta de tiempo no se lo pueden permitir. "Los domingos me gusta pasear por el centro de Girona y ver tantos oprimidos con el lazo amarillo por la calle, viviendo en pisos que nunca podré comprar y conduciendo coches que nunca podré ni tocar". En esas andanadas, el autor cuela a veces a su hijo Ernest (perdón de antemano por la comparación) igual que Ferran Monegal echa mano de su canario. "¿Ves, Ernest? Si estudias y te haces un hombre de provecho, cuando seas grandes tal vez podrás ser un oprimido".

Confieso que he reído y que he gozado, porque Soler, según se mire, ha terminado por ser el ‘satisfyer’ de los mal llamados constitucionalistas. En El Mama no había ni una bandera. Él no se definió así, como un ‘satisfyer’. Se ve más como Charles Chaplin en ‘Tiempos Modernos’, que recoge el pañuelo rojo que se le cae a un camión que transporta maderas, corre tras él para devolvérselo y a la que se da la vuelta descubre que le sigue poco menos que la primera internacional socialista. ‘Estàvem cansats de viure bé’, sin embargo, no es una charlotada. La presentación fue especialmente interesante porque Soler reveló las claves de su sorprendente éxito. Son tres. Deberían enseñarse en las facultades de periodismo.

Primera. Tener un guadaespaldas. El suyo es Jordi Xargayó, director del ‘Diari de Girona’. No tiene el aspecto de Walter Matthau en ‘Primera plana’, pero parece que admira a Soler tanto como aquel director de ‘Chicago Examiner’ se desvivía, a su peculiar manera, por Jack Lemmon. Soporta presiones que, en su caso, deberían estudiarse en la Facultad de Ingeniería.

El mérito, lo dice el autor, es al alimón con sus guardaespaldas en esta brega, el director del 'Diari de Girona' y la empresa editora

Segundo. Lo agradeció expresamente el propio Soler, una empresa con un par, en este caso Prensa Ibérica. De acuerdo, es también la propietaria de EL PERIÓDICO, así que habrá quien recele de esta enésima entrega de ‘barceloneando’, como si fuera un peaje, pero si así fuera, la firma estaría en blanco.

Tercero y crucial. Hay que tener un faro. El de Soler es la prematuramente traspasada Molly Ivins, temible columnista de Estados Unidos que en su cima periodística publicaba simultáneamente en 400 diarios del país. De ella entendió Soler que no hay mejor arma contra los poderosos que el sarcasmo y la sátira. Opina que a Carles 'Vivales' Puigdemont y Quim 'presidentorra' Torra se la trae al pairo toda crítica seria y bien argumentada, pero que, al contrario, les saca de sus casillas toda crónica clorhídrica deliciosamente escrita. Tomar a Ivins como referente, eso sí, no está al alcance de cualquiera. Cuando el ultraconservador Pat Buchanan pronunció el discurso con el que se presentaba a la nominación presidencial por los republicanos, Ivins dijo que "probablemente sonaba mejor en el alemán original". En otra ocasión, de un político texano afirmó que con un par de puntos menos de cociente intelectual habría que regarlo dos veces al día. Un lector envió una carta de queja. "Molly Ivins no puede haber dicho eso, ¿verdad?". Aquello le gustó tanto que convirtió esa frase en la cabecera de sus recopilaciones de artículos.

Soler pasó el martes por Barcelona. "Tierra de oportunidades", dijo. Vas a una acampada, pides por la caja de resistencia y sales corriendo. Hasta puedes violar a alguien. Albert Soler no puede haber dicho eso, ¿verdad? Pues sí, y mucho más, en el ‘Diari de Girona’.