BARCELONEANDO

La Mercè pierde a su capitana

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Carlos Márquez Daniel

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Rosa Mach puede andar por la calle sin que nadie la reconozca. Tampoco parece una persona que se mueva con comodidad entre el elogio y la lisonja, así que bienvenido le sea el anonimato. Estos días, sin embargo, tiene un foco que la acompaña a todas partes: se jubila tras casi 40 años de servicio a la ciudad. Se marcha una de las personas que más ha contribuido a que la Mercè sea una fiesta de y para todos, un sarao de calle, de parque, de río; que ha hecho de la semana grande un oasis de alegría colectiva, incluso en los tiempos más revueltos. Ha sobrevivido a cinco alcaldes y a incontables concejales de Cultura; chucherías para una mujer nacida en el Gòtic, para una vecina de Petritxol que bregó con la cruda Barcelona de los 80.

Rosa es hija de la Granja Dulcinea, sita en el número 2 de esta calle de Ciutat Vella que huele a chocolate con melindros y que mantiene retales de su historia en pequeños murales cerámicos. Resulta curiosa su obsesión por definir la Mercè como la "recuperación de la calle" si se tiene en cuenta que Petritxol fue la primera vía íntegramente peatonal de toda Barcelona. Sucedió en 1959, cuando ella tenía dos años. La calle, siempre la calle. Ese sería el primer apunte biográfico que ha marcado su manera de entender la fiesta. La historia quiso que cumpliera la mayoría de edad en plena transición democrática, cuando empezó a implicarse en movimientos vecinales. Había estudiado para ser maestra, pero lo suyo era educar fuera del aula. Por eso se implicó en un casal de barrio de la calle Tantarantana, llamado el Fanal, que echaba una mano a los chavales. Lo que no tenía previsto era la década de la heroína.

Los malditos 80

Mucho escándalo y horas de tertulia por la quincena de muertes violentas registradas en Barcelona este año. Pues bien, en aquella era negra de la droga, en esos años 80 de caballo desbocado, en la ciudad llegaron a morir 60 personas al mes a causa de una sobredosis. En los primeros 90, un real decreto puso ordena a la dispensación de metadona en los centros sanitarios acreditados. No mataría la rabia, pero amansaría la furia. Rosa se vio sorprendida por aquella ola de deshumanización. "Teníamos que hacer frente a situaciones muy duras. Estábamos para educar en el tiempo libre y nos encontramos con muerte, narcotráfico, bandas, quinquis, absentismo escolar, redadas policiales en el edificio..., era muy complicado, nada que ver con los problemas de hoy". A mediados de los 80, tanto ella como sus compañeros no pudieron sostener más la situación. Lo dejaron. Segundo apunte biográfico: es importante saber cuál es el momento de marcharse

Todo aquello le puso en contacto con el ayuntamiento, pues el casal se aguantaba con ayuda municipal. Fue así cómo recaló en el antiguo Instituto Municipal de Animación y Esplai. Tenía unos 25 años y ya arrastraba una experiencia que para muchos habría sido traumática. Luego llegaron los Juegos Olímpicos. Se marchó dos meses fuera de la ciudad porque por entonces no comulgaba con el evento. "Ahora admito que fueron positivos, pero en aquellos años me costaba entender que se destinaran tantos medios a la promoción exterior de la ciudad". Tercer apunte vital: la Mercè sería, bajo su mandato, una fiesta eminentemente local, de los barceloneses, sin cerrar la puerta a nadie, pero sobre todo pensada para el disfrute de la gente de los barrios. "Es curioso que en una ciudad tan grande, el sentido de la fiesta mayor, de espacio de encuentro y conquista de la calle se siga manteniendo", celebra. La inauguración de los Juegos, por cierto, la siguió desde China, "a través de una tele colocada sobre una nevera en la calle". "Era emocionante, pero ganas de estar ahí, ninguna". 

Sin casarse con nadie

Pasada la olimpiada, Rosa pasa a coordinar los temas territoriales de cultura dentro del Instituto Municipal Barcelona Espectáculos. Mantuvo el espíritu de siempre, esa voluntad de "canalizar el activismo social a través del trabajo". Por eso, dice, su oficio ha sido a la vez su vocación. Y por eso, también, ha orillado siempre la política y los que la ejercen, tratando con ellos con cordialidad pero intentando mantener un halo de independencia, eso tan cultureta, y a veces tan necesario, de buscar una senda más intelectual que burocrática. Cuenta que no ha militado en ningún partido, que se ha peleado con todos, socialistas, convergentes y 'comuns', y que ha logrado ganarse algo muy complicado en estos tiempos de desmesurado ego: el respeto de todos. Cuarto apunte biográfico: mantener un proyecto propio ajeno a los vaivenes políticos, con profesionales que han defendido con uñas y dientes sus ideas. 

Rosa ha comandado de manera directa la Mercè de los últimos 12 años. Ha ejercido de directora de orquesta del equipo de fiestas del Instituto de Cultura de Barcelona, al que se integró desde su nacimiento, en 1996. En esta etapa se ha incorporado la Ciutadella como espacio para el espectáculo de calle, se ha descentralizado la fiesta hacia el Bogatell (gracias, en gran parte, el empeño de Joaquim Forn), el Besòs (decisión en la que tuvo mucho que ver el concejal de los 'comuns' Jordi Martí), Nou Barris o el parque de la Trinitat y se ha logrado movilizar año tras año a millón y medio de personas. Sin incidentes, sin accidentes, sin quejas excesivas. Ella ha sido el corazón de una fiesta con vida propia, en la que la marea humana se iba desplazando de la playa a la plaza de España, de Ciutadella al Fòrum. Todo, con un ojo en el metro, otro en la seguridad, uno más en la limpieza y un último sobre el buen funcionamiento de los espectáculos. 

Ahora le queda "dejar de venir por vicio y terminar de recoger la mesa". Dice que estará disponible para cualquiera que le necesite, y dentro de lo duro que es abandonar el barco, tiene ganas de que llegue la siguiente fiesta mayor para volver a vivirla como usuaria. Desde la calle. Pero, seguro, sin dejar de vigilar que todo vaya bien. Podría decirse que es una más de los héroes de la Marvel: siempre a punto, la capitana Mercè