PASADO Y PRESENTE DEL URBANISMO

El COAC repasa la Barcelona que es y la que pudo ser

El archivo del colegio de arquitectos celebra 50 años con una exposición que explica proyectos fallidos y exitosos de la ciudad

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Natàlia Farré

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El misterio del genoma barcelonés, el porqué la ciudad es como es urbanísticamente hablando, se guarda en el Col·legi d’Arquitectes de Catalunya (COAC). Concretamente, en su archivo. El mejor de la Península con una biblioteca que figura en la segunda plaza europea (el Royal Institute of British Architects, RIBA, de Londres, no tiene quien lo tosa) y con un fondo que atesora el legado entero de 180 arquitectos. Su reputación no se discute (ahí está la donación, por ejemplo, de Fernando Higueras, creador con ADN madrileño y sin edificios por estos lares que tuvo claro dónde quería dejar sus papeles), y tampoco se pone en duda su voluntad de descifrar el conjunto de genes pétreos de Barcelona. Sus exposiciones son auténticas joyas que permiten descubrir las partículas recesivas de la ciudad y las dominantes.

La última muestra organizada, hasta el mes de enero, recoge parte de ambas y deja claro, además, que los arquitectos son grandes maestros del dibujo, a la par que sus obras sobre papel no son (solo) aburridos planos

Por curiosos, por aquello de lo que hubiera podido ser y no fue, llaman la atención, sobre todo, los genes recesivos, los que perdieron la batalla en la guerra del urbanismo. Unos cuantos de estos impidieron que la avenida de Maria Cristina no sea hoy una calle flanqueada de inmensos edificios monumentales de estilo historicista, como propuso Jaume Torres i Grau. O no luzca grandes rascacielos de perfil puntiagudo, como quería Nicolau Maria Rubió i Tudurí. La propuesta del GATPAC era mucho más racionalista. Pero ninguna de las tres prosperó en la década de los 30, y en la actualidad la vía acoge la Fira con los edificios que sobrevivieron a la Exposición Internacional de 29. Tampoco tuvo mucho recorrido la idea de Josep Maria Bosch i Aymerich de cambiar el 'skyline' de la ciudad levantando un rascacielos en la plaza de Catalunya: 40 plantas, algo así como el Hotel Arts, que el alcalde José María Porcioles vetó con el argumento de que proyectaría una sombra demasiado alargada.

El derribo de las murallas

El derribo de las murallas de Barcelona fue otro de los momentos epifánicos urbanísticamente hablando que construyó un buen pedazo de genoma barcelonés: la desaparición de la fortificación liberó 25 millones de palmos cuadrados (unos 4,8 millones de metros cuadrados) de terreno por edificar. Tal entrada de espacio en el mercado permitió la que pasa por ser una de las primeras grandes operaciones urbanístico-financieras de Barcelona (la apertura de la Via Laietana es posterior). La disputa por la propiedad del terreno (entre el consistorio y el Ministerio de la Guerra) propició un acuerdo por el cual en dichos espacios se levantarían solo edificios públicos. Y ahí está el gen dominante de Elies Rogent y su Universitat de Barcelona, y el recesivo de August Font y su proyecto de Institucions Provincials de la Diputació, que no pasó de ser un precioso dibujo sobre lo que podría haber sido la parcela que ahora acoge la Casa Burés, antaño emblema del modernismo, y ahora, pisos de lujo para extranjeros (este, gen dominante del urbanismo actual barcelonés).

Luego están las mutaciones, que la ciudad también las tiene. Así, la actual fachada de la catedral no es ni la que propuso Oriol Mestres (ganó el concurso) ni la que sugirió Joan Martorell, sino una mezcla de ambos proyectos. Y la casa Tecla Sala (o Sant Jordi por la escultura que preside la fachada) de Francesc Folguera i Grassi tuvo diferentes aspectos hasta convertirse en el que se supone es el primer edificio de Barcelona inspirado en las corrientes racionalistas europeas del momento. Este dibujo, con aires de cómic, y todos los mencionados y otros, como la preciosa acuarela de estilo expresionista alemán de Francesc Nebot i Torrens de su diseño del cine Coliseum, brillan en la exposición con la que el COAC celebra el 50º aniversario de su archivo, así como la distinción obtenida con la entrega del Premi Nacional de Cultura.

El genoma barcelonés

El contenedor del genoma barcelonés custodia, entre otros, legados tan importantes como el de Josep Maria Jujol, el GATPAC, Lluís Domènech i Montaner, Nicolau Maria Rubió i Tudurí, Elies Rogent, el Grup R, Oriol Bohigas y Manuel de Solà-Morales. Vamos, que no hay movimiento arquitectónico catalán que pueda estudiarse sin pasar por el COAC. En el colegio son conscientes del tesoro que conservan, por eso siempre han apostado por él: su presupuesto, el del archivo, es de 1,2 millones de euros anuales, el 10% de toda la institución, y ni en los momentos más crudos de la crisis del 2008 (el colectivo de arquitectos fue uno de los más afectados) se disminuyó su dotación. Tamaño esfuerzo tiene compensación: la institución no es solo un buque nodriza que va alimentando exposiciones sobre arquitectura por todo el mundo, sino que, además, a finales de año se convertirá en sección del Arxiu Nacional de Catalunya; ello conlleva, además de subvención, la seguridad de que el archivo no se dispersara ni destruirá.

"Con todo el material atesorado se pueden hacer diversos relatos de la construcción del territorio catalán", y por ende barcelonés, "desde 1830 (fecha de colocación de la primera pieza industrial en la ciudad e inicio de la época moderna) hasta la actualidad", a juicio de Fernando Marzá, director del archivo. Y un aperitivo de estas innumerables narraciones para explicar por qué Barcelona es como, es lo que ofrece la exposición. 

Un museo del siglo XXI

En el 2015, Ferran Mascarell, por entonces ‘conseller’ de Cultura, presentó su Pla de Museus, que, entre otros, incluía la creación de un <strong>Museu Nacional d’Arquitectura. </strong>Desde entonces nada ha pasado, más allá de especular sobre dos posibles ubicaciones: en el pabellón Victòria Eugènia de Montjuïc y luego en el Arts Santa Mònica, y de que Lluís Puig, sucesor de Mascarell, en el 2017, descabalgara la arquitectura de su plan.