LUCHA POR UNA VIVIENDA DIGNA

Manuela, mito de Escudellers: "Si me sacan del barrio, me matan"

zentauroepp50166912 barcelona 01 10 2019  accion contra el desalojo de manuela e191002090729

zentauroepp50166912 barcelona 01 10 2019 accion contra el desalojo de manuela e191002090729 / ÀNGEL GARCÍA

Helena López

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Es una institución en el barrio y lo sabe. "Soy un mito en esta calle, nena, un mito", se presenta orgullosasentada en su inseparable silla plegable de color negro. La suerte de pequeña verbena que sus vecinos han organizado en su puerta para evitar su desahucio es solo una muestra del cariño que le tienen a esta mujer, que ha pasado media vida literalmente en esas calles. A sus 71 años, Manuela recorre a diario apoyada en un bastón los escasos metros que separan su casa, en el 5 de la oscura calle de Obradors y la esquina con la transitada Escudellers. Es allí donde suele plantar su silla y ver pasar las horas, advirtiendo a los turistas incautos que no se cansan de tomarle fotografías -es sin duda, lo más de verdad del Gòtic- de que se pongan la mochila delante. Saludando a los habituales del lugar, que al ver este lunes la pancarta de "La Manuela se queda" de lado a lado de la calle se interesan por su situación y le muestran su apoyo. "¿Ves? -apunta tras la tercera muestra de solidaridad en un cuarto de hora-; todo el mundo me quiere". No le falta razón. 

-Cuando venga la policía, avisa. Vendremos.

El problema es que no saben cuándo será. Este es el cuarto intento de desahucio para Manuela y el más cruel. El primero con fecha abierta.  Entre el 1 y el 15 de octubre, semanas en las que los vecinos han organizado actividades todos los días para no dejarla sola. 

Cuando llegó a <strong>Resistim al Gòtic, </strong>asamblea desde la que han organizado la resistencia, Manuela llevaba siete años sin ir al médico. "Me daba miedo", dice. Tampoco había acudido a pedir ayuda a los servicios sociales.  No accedió a hacerlo hasta hace un año, en una situación ya muy crítica. Vive en una infravivienda sin agua ni lavabo, junto a su pareja y a dos de sus hijos, ahora en prisión.

Manuela se quiere ir, solo necesita algún tiempo. El que tarden en entregarle un piso de la Mesa de Emergencia que ya tiene aprobado (es una de las 600 familias en lista de espera). Una casa que solo necesita que sea en el barrio. "Si me sacan de aquí, me matan".

Su hija fue desahuciada de otro piso en la misma finca y realojada en Ciutat Meridiana.  

"El paleta que nos mandaron para extorsionarnos y que nos fuéramos nos destrozó el piso. Pusimos una denuncia en los Mossos, pero la archivaron y aquí no pasó nada. Si yo le destrozo un piso a alguien me meten en la cárcel", denuncia Encarni, sentada junto a su madre, quien explica que le ofrecieron dos mil euros para que se fuera. "Como no acepté -prosigue-, pasó lo que pasó". Pero no se marcharon. "No sabía con quién estaban tratando. Nosotras estamos hechas a la malo", señala la mujer.

"Hechas a lo malo"

"Me echan por no pagar el alquiler, pero cómo voy a pagar si tengo que hacer mis necesidades en la calle?", se pregunta esta mujer, quien en la vida ha tenido que hacer de todo -"menos traficar y robar", puntualiza- para levantar a sus siete hijos. "El director del Collaso i Gil [colegio del Raval al que llevó a sus hijos] siempre me decía que mis niños no tenían lujos, pero siempre iban limpios de arriba abajo. Les lavaba hasta los cordones de la bambas. Todas las noches, antes de salir a trabajar, les dejaba la ropa preparada a todos", recuerda.

Mientras Manuela habla arropada por sus vecinos, de la portería de enfrente, muy cerca, la calle es estrecha, sale una pareja de turistas de uno de los pisos alquilados por días y miran de reojo la escena de esa otra Barcelona que no sale en las guías.