DOBLE RASERO EN COLLSEROLA

El nuevo funicular del Tibidabo avanza con el Tramvia Blau en barbecho

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Carlos Márquez Daniel

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El mundo de los funiculares y los teleféricos es peculiar. Una pequeña comunidad de bolsillo que no suele faltar cuando sucede algo en torno a este transporte tan vertical como cinematográfico. Acuérdense de El desafío de las águilas, Los hombres de Telemark o aquella de James BondMoonraker, en la que el gigantesco Tiburón muerde el cable que sujeta las cabinas. Este jueves se han citado en la plaza del Doctor Andreu de Barcelona, donde nace el funicular del Tibidabo y muere el Tramvia Blau, y nunca mejor dicho, porque el primero ha puesto la primer piedra de su nueva vida y el segundo cumple 19 meses de barbecho municipal después de que fuera retirado de las vías a finales de enero del 2018. 

El ayuntamiento ya informó en octubre de la intención de renovar los vagones de este ferrocarril que pronto alcanzará los 120 años de vida y que debería volver a circular en otoño del 2020. Lo llamarán Cuca de llum, costará 18 millones que desembolsa el parque de atracciones, propiedad del ayuntamiento, y la idea es que sea el primer atractivo para los que suben al parque. Incrementará su capacidad de 120 a 252 plazas, será mucho más rápido y tendrá ventanales por todas partes. También será más ecológico, que en estos tiempos es lo que toca. Antes, sin embargo, hay que retirar el antiguo, el que subía y bajaba desde 1958, cuando se hizo esta misma operación para eliminar los vagones de madera, que fueron modernizados en 1921 tras 20 años en funcionamiento. Aquellas máquinas no fueron a parar a ninguna hoguera: todavía hoy ejercen de funicular, pero en Gelida, conectando la estación del ferrocarril con el centro urbano de la población. Curioso cómo la historia también se transforma y se recicla. 

¿Y el museo?

Los que la grúa ha arrancado ahora de las vías serán reciclados de verdad, literalmente. La fundación de TMB, sin embargo, guardará uno de los vagones para el futuro museo del transporte, ese que la empresa y los aficionados a los buses, los metros y los trenes llevan años reclamando, sin suerte. El director de dicha fundación, Santi Torres, ha vuelto a insistir en ello y se ha lanzado a la piscina al pedir que dicha exhibición sea una realidad de cara al 2024, cuando se celebra el centenario del subterráneo de Barcelona. El problema, al parecer, más allá de la falta de compromiso político, es la necesidad de espacio, puesto que aquí no se exhiben cuadros, sino vehículos inmensos. Se pensó en algún espacio olvidado de Fira de Barcelona, o en la Zona Franca, pero por el momento, nada. "Las administraciones no deben pasar por alto este proyecto", ha deslizado Torres. 

La operación de retirada del funicular se prolongará hasta el viernes por la tarde y permitirá empezar a renovar la vía para adaptarla al nuevo modelo, que también tendrá la misión de incrementar el porcentaje de visitantes que suben a la cumbre en transporte público. Son el 60%, que puede parecer mucho, pero si se tiene en cuenta que arriba solo hay un aparcamiento con capacidad para 500 vehículos, inquieta que ese 40% siga apostando por el coche o la moto. Ahora se vigila mucho más, pero no hace tanto de esas imágenes con la ladera de la carretera con volquetes de autos arremolinados sobre el arcén.

El proceso de levantamiento de los vagones ha sido lento y pesado. A diferencia de la maniobra realizada en 1958, cuando los coches descendieron sin apenas rasguños, los coches contemporáneos se despiden hasta las cejas de grafitis. Artur Mur, el que fuera jefe de mantenimiento del parque de atracciones y también del funicular, levanta una ceja cuando se refiere a los chavales del esprai. "Esto solo se soluciona poniéndolos a trabajar". Este veterano trabajador, primer español en formar parte de la Organización Internacional de Transporte por Cable, con sede en Roma, es de esas personas que habla en primera persona cuando se refiere al trabajo. "Esto lo puse en...", "esto lo cambiamos para..". Es señal inequívoca, no de ego, sino de implicación e ilusión por las cosas. Cuenta que los vagones ahora jubilados son originarios de Suiza pero en su momento se fabricaron aquí cerquita, en las empresas Macosa La Maquinista. "Se trajeron los planos y se calcaron a la perfección, teníamos profesionales magníficos". 

¿Y el tranvía?

Mientras todo son luces en el funicular, por debajo de la plaza asombran las sombras. El Tramvia Blau realizó su último viaje el 20 de enero del 2018. Su cierre se anunció solo un par de semanas antes, con la promesa de una reforma que iba a ser la monda. Coste: unos 11 millones, según TMB. Justo un año después, este diario preguntó al consistorio sobre el renacimiento de uno de los símbolos de la ciudad. La respuesta fue que se estaba trabajando en los "pliegos técnicos y administrativos" con los cuales poder licitar "la redacción de un proyecto que integrará la urbanización de la avenida, la remodelación de los vehículos del Tramvia Blau y la rehabilitación de las cocheras". La idea, según un portavoz municipal, era convocar el concurso el pasado marzo. Preguntado este jueves por el asunto, el mismo ayuntamiento comparte una respuesta calcada, con las mismas palabras, pero con distinto calendario: la redacción de esos pliegos estará lista "en los próximos días". Y luego, el concurso. O no.