fiesta mayor en el río

Besòs, lo más bestia de la Mercè

Payasos sin Fronteras brindan una deliciosa jornada a la riba de un río que regresó de entre los muertos

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Carles Cols

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La ‘generación Greta’, la que nos riñe, no lo sabe, pero el Besòs era un río nauseabundo y hoy es uno de los escenarios más bucólicos de la Mercè. Con ganas y dinero es posible a veces revertir los estragos medioambientales. A este río regresaron primero las anguilas del mar de los Sargazos, algo sin duda asombroso, y, desde el año pasado, la fiesta mayor de Barcelona, con un primer ensayo tan satisfactorio que en este 2019 ha repetido con una apuesta deliciosa, una sesión continua de Payasos sin Fronteras. Como diría Tortell Poltrona, ha sido “muy bestia”.

Desde que hace un cuarto de siglo Tortell Poltrona partió hacia Bosnia, el trabajo de Payasos sin Fronteras, por desgracia, no ha hecho más que crecer

El parque fluvial del Besòs no es el telón de fondo ante el que suelen actuar la troupe de Payasos sin Fronteras. Desde que hace un cuarto de siglo Jaume ‘Tortell Poltrona’ Mateu salió de Barcelona un 23 de febrero en furgoneta con rumbo a los campos de refugiados de Bosnia, los horrores se han sucedido en el mundo, la demanda de sus acciones para hacer reír a niños y adultos que han perdido el habla no ha dejado de crecer. Sus escenarios son a menudo campos de refugiados o paisajes desolados por catástrofes naturales.

Explica Anna ‘Xicana’ Montserrat, tras su actuación a dos pasos de las aguas del río, con críos en un imprudente baño en mitad del cauce, cómo encoge el alma actuar ante un público de mutilados en Haití, no porque perder las extremidades fuera la solución médica inevitable, sino porque los medios con que allí se trabaja no dan para más. Decía Hipócrates que la guerra es la escuela del cirujano. Lo que no decía ese padre de la medicina es a qué precio se reciben esas clases. “A veces, por la noche, hacíamos una función especial para los miembros de Médicos sin Fronteras, porque la necesitaban tanto como los niños”.

De los éxitos de Payasos sin Fronteras, una feliz idea exportada desde Barcelona a 15 países del mundo, se podría escribir mucho, tanto como de la necesidad que tienen de ayudas económicas para seguir adelante (queda dicho), pero su presencia en la Mercè, además de reivindicativa, era lúdica, y vaya que si lo ha sido.

En la riba del Besòs no ha habido nada de ese ridículo histrión que es Pennywise, el personaje de Stephen King que se supone que ha multiplicado las legiones de coulrofóbicos, es decir, gentes a las que los payasos les dan miedo. Lo que había en escena era otro personaje bien distinto, el de un humor con un pie muy a menudo en la transgresión, como Tortell Poltrona cuando anuncia que hará desaparecer a un niño de público y le pone en las manos una bomba de las de antes, con una mecha cada vez más corta porque arde, u otra payasa que también ha sacado a escena a un niño y le ha dado como ‘atrezzo’ un pollo de plástico, de esos que venden en las tiendas de artículos de broma, y cuando necesitaba que diera unos toques mágicos con él, le pedía, a voz en grito, “dame un pollazo”. Lo que son las cosas, hasta los más pequeños pillaban la broma.

El Besòs, como espacio Mercè, ha superado la reválida de este año. Lo del 2018 fue un test. Lo de este 2019 ha sido la graduación. Si acaso, lo único a sopesar es qué medidas se toman para evitar que el baño en el río se convierta en una tradición. “No somos anguilas”, explican los responsables del parque fluvial. Vamos, que la calidad del agua, aunque cristalina, desaconseja aún el baño. Tal vez algún día, con ganas y dinero, también eso tenga solución.