un 'ochomil' de la fiesta mayor

El fuego del 'correfoc' es eterno

Barcelona renueva un año más su devoción por Ukobach, el diablillo que según la tradición reveló al hombre los fuegos artificiales

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Carles Cols

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Agradecimiento eterno, sí señor, a Ukobach, que según el loco libro publicado en 1818 por Jacques Auguste Simon Collin de Plancy, ‘Dictionnaire Infernal’, una suerte de ‘who is who’ del inframundo, no solo es el encargado de mantener a buena temperatura las calderas de Belcebú, sino que es, además, una suerte de Prometeo con cuernos. Si el titán griego entregó el fuego a los hombres, Ukobcach les obsequió con los fuegos artificiales, que no está nada mal, pues sin la pólvora no serían posibles los dos espectáculos con más tirón de la Mercè. Uno es el piromusical de clausura de la fiesta mayor. Será el martes. Suele ser la repera, pero fuegos artificiales, las cosas como son, los hay alrededor del mundo y a menudo mayores que los de aquí. Depende del presupuesto que se invierta. El otro es el ‘correfoc’, corrido este sábado al anochecer. No hay nada igual en todo el planeta. Ni con dinero se podría replicar. Si Collin de Plancy levantara la cabeza, ponía de nuevo la imprenta en marcha.

Las dos citas con más público de la Mercè son con pólvora, lo cual dice mucho del 'appel du vide' de esta ciudad

Se recuerda a menudo en estas páginas cuando llega septiembre. El ‘correfoc’, concebido como un sanfermín en el que los toros son sustituidos por el fuego, es un invento de la Mercè de 1979. Ni siquiera existía tal palabra. Se tomó prestada la idea del ‘correbou’. Entonces, los organizadores de la fiesta mayor, por aquello de mostrar músculo creativo, tuvieron la feliz idea de reunir a las ‘colles de diables’ que actuaban aún en solitario en pueblos de Catalunya y les propusieron celebrar un inédito hasta entonces Mobile World Congress del petardo. La propuesta era celebrar un pasacalles de traca, pero ocurrió lo inesperado. El público local no conocía las reglas del juego, así que se las inventó, y en las primeras ediciones se montaban una murallas humanas que solo cedían cuando los menos valientes se batían en retirada, siempre en el último segundo.

El ‘correfoc’ del 2019, un éxito una vez más, es una evolución corregida y aumentada del de aquellos primeros años. Es cierto que ya no hay entre la troupe infernal compañías teatrales como Comediants, que buena huella dejaron sobre cómo interactuar con el público, pero año tras año los organizadores de la Mercè han introducido progresivas modificaciones que han hecho del ‘correfoc’ un espectáculo sin igual. Hasta hay que considerar un acierto que en su día se desdeñara la antigua ruta que seguían las bestias y los ‘diables’, que salían de la puerta del Ayuntamiento de Barcelona y enfilaban hacia la Rambla por la calle de Ferran, y se optara por trasladar la procesión a la Via Laietana, más que nada porque es una de las calles más feas de la ciudad. Nunca luce tan hermosa como cuando sus paredes se tiñen de rojo y el olor acre empapa las ropas de quienes allí se dan cita para el ‘correfoc’. Además, lo que tiene su guasa, el suelo vibra cuando pasa el metro. Qué más se puede pedir.

Que cada año se convoque este aquelarre y que sea el segundo espectáculo con más prédica jamás debería dejar de sorprender. Recuérdese que en una ocasión los ‘dimonis’ de Comediants quisieron servir una tapa de este plato artístico frente a la catedral de Granada y poco menos que se organizó un exorcismo por parte de lo más conservador de la antigua capital nazarí porque se consideraba una herejía. En Barcelona, el ‘correfoc’ no se discute y punto.

El 'correfoc' infantil casi se ha solapado este año con el de los adultos, aunque el primero se basta y sobra para quitar el hipo a más de uno

En la edición de este año han participado 58 ‘colles’, con 21 bestias del santoral satánico como acompañantes. A las 19.45 horas, cuando tenía que dar comienzo, el ‘correfoc’ infantil, que también lo hay y quita el hipo a no pocos adultos, aún no había terminado. La lluvia matinal ha tenido el indeseado efecto de que ha retrasado el montaje de la escenografía. La pólvora, 713 kilos este año, es poco amiga del agua. Total, que frente a la Porta de l’Infern, a las ocho y media, 45 minutos de retraso, pues, aguardaban ya miles de personas. Ese es un rato de espera delicioso que hasta merece la pena recomendar a quienes creen que los fuegos artificiales están bien, siempre y cuando no sean a ras de suelo. Son unos minutos para observar casi con mirada de ornitólogo, para ver a esos grupos de turistas mal vestidos para la ocasión (poco algodón, mucha fibra) que levantarán el vuelo a la que vean de qué va la cosa, y para fijarse, también, en cuánto de rito iniciático tiene el ‘correfoc’, en el que a veces son los padres los que contraviniendo las leyes de la naturaleza exponen a sus hijos a lo que a todas luces parece un peligro.

Ya se dijo en una ocasión, el ‘correfoc’ es una saturnal colectiva de lo que los franceses llaman ‘l’appel du vide’ es decir, la fascinación por el riesgo, un contrasentido de la evolución natural, como si pudiera ser cierto que los demonios de aquel ‘Dictionnaire Infernal’ publicado por primera vez en 1818 y reeditado con gloriosas ilustraciones en 1863 (quién tuviera un ejemplar) anduvieran realmente por ahí, tentando.

El ‘correfoc’ del 2019 ya es historia. Solo resta añadir lo dicho al principio. Gracias, Ukobach.