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FIESTAS DE LA MERCÈ

Carmena brinda a Barcelona el pregón de la experiencia

La exalcaldesa de Madrid inaugura las fiestas de la capital catalana

Colau y Carmena en el Saló de Cent

Colau y Carmena en el Saló de Cent / periodico

Carles Cols

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Por cautela innata o porque las canas conceden la virtud del saber estar y el no ofender, Manuel Carmena, exalcaldesa de Madrid, barcelonesa durante dos años de su vida, cocinitas (al menos de eso presume) y un electrón libre de la izquierda española tan escurridizo que ni Íñigo ‘Rutherford’ Errejón ni Pedro ‘Marie Curie’ Sánchez son capaces de darle captura, le ha dedicado a la Mercè de este 2019 un pregón sin aristas cortantes, muy acorde con su carácter amable, fiel a sus convicciones de defensa por encima de todo de los derechos humanos y con una apelación final simple y llana, que tanto vale para el movido octubre que se avecina como para cualquier otra ocasión: “Hay que hablar y escuchar”.

Se ha dejado en casa la ropa de exalcaldesa y se ha venido Carmena con el vestido de barcelonesa que fue en 1966

La elección de Carmena como pregonera, potestad que Ada Colau ejerció como alcaldesa de Barcelona que es, tuvo, por si alguien lo ha olvidado, su ruido. Fue a mediados del pasado julio que Carmena dijo sin medias tintas que los encarcelados del ‘procés’ “no son presos políticos” . Es más, no como exalcaldesa, sino como miembro retirado del gremio judicial, recordó entonces, en julio, que “tomar decisiones contrarias a la naturaleza de la ley es negativo”. Hubo a quien esto no agradó, claro. A saber cómo le iría ahora a Georges Brassens con ‘La mauvaise reputation’, él, que cantaba que el 14 de julio se quedaba en su mullida cama, que pensaba que por no marchar junto a ninguna bandera no hacía ningún daño.

El “hablar y escuchar”, pues, habrá que tomarlo como las tres únicas palabras que la pregonera le ha dedicado a la inflamable situación política en su discurso en el Saló de Cent, no en vano se trata solo de la fiesta mayor de la ciudad, que aunque mayúscula en sus dimensiones, se supone y se desea que sea un oasis en el calendario impermeable a los chaparrones políticos. No siempre se consigue. Cómo olvidar aquella ‘performance' que el ‘pepero’ Alberto Fernández Díaz y el ‘indepe’ Alfred Bosch protagonizaron en una Mercè de hace cuatro años en el balcón del ayuntamiento, y en el que hasta Gerardo Pisarello hizo también sus pinitos actorales. Lo dicho, no siempre se consigue, pero Carmena lo ha intentado. “Bendita fiesta que rompe la rutina de todos los días”, ha dicho en la breve introducción del pregón, sin ahondar, eso sí, en que por estas latitudes la rutina ha sido sin duda redefinida.

Un recuerdo para Pura

Fue en 1966 cuando Carmena, más madrileña que el Manzanares, que estaba ahí antes incluso que el chotis, fue barcelonesa. Ella misma lo ha contado. Ella y su pareja eran universitarios represaliados en Madrid. Tuvieron que terminar los estudios lejos de la capital. “El aún estudiantes y yo, recién licenciada, nos vinimos a vivir a Barcelona”. Claro, no han faltado las referencias a las Ramblas de entonces, a la Sagrada Família de solo cuatro torres, a la amabilidad de las gentes, pero, otra vez claro, ya era con solo 22 años más de izquierdas que un zurdo. Lo suyo era, desde la abogacía, la lucha por los derechos sociales, como los de Pura, “una madre coraje, analfabeta, detenida un Primero de Mayo en Torre Baró”. Estuvo en la cárcel, donde apredió a leer y escribir sola, “copiando las etiquetas de los botes que tenía a mano…”. Carmena se ha acordado en el pregón de un barrio de chabolas caído en el olvido, La Bomba, que aunque ella ha situado en Barcelona, estaba en realidad al otro lado de la frontera del término municipal, en L’Hospitalet. Para más de 15.000 personas del sur, muchos jiennenses, ese fue el primer paisaje que conocieron de Catalunya.

Aunque sean fiestas, invita Carmena a no cerrar los ojos ante el sinfín de muertes en las fronteras, ya sean en el mar o en los muros

“De la Barcelona de entonces era también aquel antiguo juzgado de guardia del que algunos abogados intentábamos rescatar a tantos de aquellos  que estaban encausados por haber escrito o dicho lo que no debían, digámoslo entre comillas. Eran cautivos del odiado Tribunal de Orden Público”. Allí conoció Carmena, entre tantos, a Montserrat Roig, menudo placer. Dos años como barcelonesa le cundieron sobremanera, hay que reconocérselo.

Un poco (basta poner un poco de voluntad en ello para aceptarlo) la Carmena pregonera ha sido la Carmena de aquellos años. Vamos, que no ha sido el pregón de una exalcaldesa que viene a compartir su experiencia de gestión o envidiar sanamente lo que tal vez tiene Barcelona y Madrid no. Ha sido, lo dicho, la Carmena que militaba en la abogacía. “Esta bendita fiesta mayor llega como campeona de la compasión, ese valor positivo del desarrollo de la humanidad, que si siempre se necesita, se necesita ahora mucho más para redimir del cautiverio absurdo del egoísmo y la crueldad en las que se encuentran tantos países y tantas sociedades. Y, lo que es peor, en la que han caído tantas conciencias, que cierran los ojos ante esa oleada de hombres, mujeres y niños que mueren al borde de las asesinas fronteras del mar y los muros”. Ahí estaban, en el Saló de Cent, miembros de la tripulación del Open Arms para certificar la conveniencia de esas palabras.

En su opinión, las ciudades pueden y deben ser parte de la solución, nunca la razón del problema. “Las ciudades aparecieron en el mundo como núcleos solidarios para defenderse de los poderes feudales. Hoy en día, más de cinco siglos después, las ciudades siguen siendo unidades absolutamente determinantes en la vida contemporánea del mundo actual”, lugares, vino a decir, donde el hablar y el escuchar deben ser el lubricante indispensable de tan complejas estructuras sociales.

Este viernes tocaba, en resumen, que hablara Carmena y escuchar el pregón, como cada año bien distinto del anterior, en contenido y forma. Si hay una fórmula, como la de la Coca-Cola, aún no ha sido revelada. El suyo, Carmena se lo ha dedicado a todos, “a los vecinos y vecinas, visitantes, transeúntes, turistas y (caray) incluso a los cronistas”. Ha deseado, por fin, unas buenas fiestas de la Mercè. Que lo haya en dicho en plural, fiestas, no fiesta, es muy adecuado, porque la cita anual de septiembre es un milhojas de música, teatro y tradiciones, con el perejil, en esta edición, de que la ciudad invitada es Beirut. La Mercè ha ya comenzado. Nos vemos en la calle.

Así les hemos contado el discurso en directo: