VESTIGIOS DEL PASADO

Cuando Badalona era la bomba

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Carlos Márquez Daniel

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Sentados en sus sillas de plástico con cojín, apoyadas casi sobre la misma arena, Juan y Montse lo han tenido claro desde el primer momento. También su vecina Susana estaba convencida. "Si nos hubieran preguntado antes, se habrían ahorrado todo esto". Porque ellos sabían perfectamente que lo que se suponía que eran bombas de la guerra civil eran en realidad pilares de hormigón de una pequeña comunidad de casitas levantadas sobre la misma playaBaños Costa Brava, se llamaba. Estaba junto al camping Badalona y ya no queda nada de todo eso, solo la memoria de las personas como Juan y Montse, o como Susana y su madre Pilar, que viene aquí desde hace 60 años. No saben nada de explosivos, pero tienen muy vivo el recuerdo de cuando Badalona era la bomba.

La noticia del día es que las Fuerzas Armadas han descartado que los objetos sospechosos hallados por un conductor de la línea 22 de TMB el pasado viernes fueran bombas de la guerra civil, como la encontrada una semana atrás en aguas de la BarcelonetaBarceloneta y detonada mar adentro. Finalizada la inmersión, el teniente de navío de la Armada Carlos García Barrios ha sido el encargado de descartar la presencia de explosivos. Lo ha resumido de manera escueta y clara, como suelen hacer los hombres de uniforme: "Hemos localizado cinco artefactos, cinco columnas de hormigón. En una de ellas se ha realizado una deflagración controlada porque había dudas. Pero nada, no hay bombas". Poco antes de meterse en el agua, uno de los expertos de la Armada explicaba a este diario que este año llevan ya 14 operaciones similares en toda España. En los últimos 33 años se han descubierto 334 explosivos de la guerra civil solo en Catalunya, así que la cosa es más normal de lo que cabría imaginar.

Las Casitas Azules sobreviven

Pero volvamos a la pequeña comunidad de Montse, Juan y Susana, residentes en las conocidas como Casitas Azules, sitas en el albor de la playa del Cristall, encima de la misma arena, donde viven un total de 11 clanes en dos alturas. Ocupan los pisos solo durante la temporada de verano y les acaba de vencer la concesión de 50 años. Están en ello para renovarla. Son una de las últimas construcciones que se mantienen en pie de esas décadas doradas en las que el litoral era una suerte de segunda casa para muchas familias. Montse se acuerda de cuando aquí se juntaban hasta 40 niños "para jugar a imitar a 'Los hombres de Harrelson' o a pelota o simplemente para cascarnos los unos a los otros". Al otro lado de las vías había una fábrica de vidrio que terminó dando nombre a la playa. También la vaquería El Minyonet, de la que se mantiene el edificio, abandonado, una fábrica que trabajaba la piel de los conejos, una de aceitunas "que a veces apestaba". Y a lo lejos, una factoría de lejía, que en más de una ocasión, fuera por el viento o por descuidos, les había dejado medio groguis. Pilar se había bañado con el agua "de todos los colores". "Negra, verde, amarilla..., daba igual, aquí lo que había era mucha vida; mucha. Esto sigue siendo bonito, pero ya no es lo mismo".

Todos aquí sabían de la existencia de los baños y del camping. "Toda mi infancia estuve pensando que veraneaba en la Costa Brava, y no, era Badalona", bromea Susana. Les sorprendió que el alcalde relacionara las presuntas bombas con un posible vertido industrial. "Un temporal se llevó las casitas a finales de los años 70, y con los años, todas esas ruinas han pasado a formar parte del fondo marino. Eso ha pasado aquí y en todas partes", describe Juan. Una de las fotos que acompaña esta información muestra los pilares de aquellos frágiles edificios. Bien podrían ser los que encontró el sábado Gustavo Gutiérrez, el aficionado al 'snorkel' que dio la primera alarma. El camping aguantó unos años más, hasta finales de los 80, pero también sucumbió. Facu Martínez de la Concepción, autora de una serie de libros sobre la Badalona desaparecida y responsable de la maravillosa página de Facebook Badalona Recuerdos, explica que el camping solía llenarse de turistas. "Incluso cada año se le daba un premio al primer extranjero que llegara a la ciudad". Ella también tenía claro que la bomba no era tal. Y no solo por la lógica arqueológica, sino porque han sido varias las ocasiones en las que un barco ha removido esa zona para rellenar de arena la playa. 

La mitad de playa

El tamaño del arenal es un asunto inquietante. Lo demuestran las fotos y el relato de los locales. Cuentan que hace 50 años, la playa era el doble de larga y lamentan que nadie haya hecho nada para recuperarla. Facu expone que desde la calle del Mar hasta el final del municipio estaba todo lleno de casas de baño, lugares en los que cambiarse y asearse que, con el paso de los años, terminaron convirtiéndose en auténticas comunidades, algunas de ellas, incluso con sala de baile. Uno de los más conocidos fue el Titus, inaugurado en 1880 por la familia Fonollà, que también regentaba el Tiburón. Terminó siendo discoteca y la ley de Costas se lo llevó por delante en enero del 2000. 

En las Casitas Azules hay un 'bunker' enterrado de la guerra civil. También un chiringuito. Estaba en la ladera más cercana al mar y ahora está integrado en la casa de Susana. La estancia, que mantiene la paredes decoradas, está muy maltrecha por los temporales. La estructura no peligra, pero sí se dispara la humedad. "En ese pasillo no puedes dejar la silla porque se te queda verde", apunta Pilar. Este mismo domingo están recogiendo porque se vuelven a casa, al Raval de Barcelona, donde han vivido toda la vida. Dicen que nunca hasta ahora habían tenido miedo en el barrio. Y que ahí, por desgracia, tampoco nada es como antes.