CON MUCHO GUSTO

La indestructible península de las bombas

Las de la Pepa y las sardinas en escabeche son patrimonio de L'Òstia, en la Barceloneta

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Miquel Sen

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Sobre que la Barceloneta sea conocida popularmente como la tierra de la ostia existen diferentes versiones. Una de ellas, decididamente cultural, afirma que este nombre se debe a la llegada y el amarre de barcos de pesca y tripulaciones procedentes del puerto de Roma. Tal como los lectores saben, también responde a este nombre. Pero la versión menos poética, probablemente la cierta, asegura que el título de marras se lo dieron los «pinxos», los chicos malos, los chulillos del barrio. 

Sabían vivir como pequeños califas, sin que les faltara un cartón de rubio y unos dineros que contemplar con desprecio a través de unas gafas Ray-Ban de puro contrabando. Eso y mucho más lo explica perfectamente Arturo San Agustín en su novela 'En mi barrio no había chivatos.'

Lo cierto es que lo de la ostia tiene peso, como queda refrendado en el nombre de algún pesquero y en un restaurante ubicado en la plaza de la Barceloneta y de nombre escueto: L’Ostia. No debemos espantarnos, se trata de un local en el que lo pretendidamente antiguo cuadra con la media verdad del «parece», todo según estética propicia a lo políticamente correcto. Las largas barras también empujan al tapeo, en este caso de un nivel superior al habitual en esta tierra que también podría llamarse de la ostia por otros motivos bien evidentes.

Alimento básico

Plantean en este bar platos de antiguas resonancias en esta península. Ahí está la bomba de la Pepa, las patatas bravas con carne, originales de este establecimiento, y los calamares a la romana, bien rebozados en una pastina, pasados por huevo y fritos sabiamente.

De taberna son las tapas fundamentadas en las sardinas, alimento básico del verano en este barrio, antes de convertirse en objeto de culto turístico. En L’Ostia la sirven en escabeche, al que dan un suave toque de naranja que me gusta emparentar con antiguas recetas sicilianas, mientras la caballa, otro pescado azul, asimismo en escabeche, mantiene suculencia entre aromas de cítricos. Evidentemente, las sardinas también se pueden pedir a la plancha como contrapunto a los mejillones de roca, el manjar barato de la Barceloneta eterna. Son la ostia.

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Por suerte para los cinco sentidos en muchas bodegas los enólogos han dejado de creer en las variedades monotemáticas para encontrar la diferencia en cepas casi perdidas. Muchas veces el olvido se debía a la falta de producción de las mismas y a la dificultad de que llegaran a buen puerto las vendimias.