HUELLAS DEL PASADO

Viaje a la Barcelona enterrada bajo la Via Laietana

El Arxiu Fotogràfic recupera las instantáneas que documentan las calles que engulló la construcción de la apertura del Eixample al mar

zentauroepp49382471 via laietana190809193424

zentauroepp49382471 via laietana190809193424 / MIQUEL MATORRODONA

Natàlia Farré

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Calle de la Riera de Sant Joan, del Infern, de Graciamat, del Arc de la Glòria, del Bon Déu, de las Tres Voltes, de las Donzelles, de En Vidal, de Avellana y de las Filateres o la plaza del Oli. Vías de Barcelona que ya no aparecen en el nomenclátor de la ciudad. La piqueta se las llevó por delante y ahora descansan bajo el pavimento de la Via Laietana. A los pies de la figura ecuestre de Ramon Berenguer, durante siglos hubo mercado de aceite; y un poco más abajo, en la fuente de Sant Joan de la calle de Avellana (que debía el nombre a un apellido, no al fruto seco) había baño cada medianoche de verbena por las supuestas cualidades medicinales del agua. Es parte de la Barcelona perdida. Una parte que a principios del siglo XX aún mantenía la trama de callejuelas, callejones, pasajes, plazuelas, pasos cubiertos, arcadas... de época medieval. Un entramado por el que apenas pasaba el aire y menos, el sol; pero sí la humedad. Una parte que la Reforma se llevó por delante. Y una parte que revive en el Arxiu Fotogràfic de Barcelona en la exposición 'La ciutat dels passatges. Abans de la Via Laietana'.

La Reforma es como se llamaba por entonces al plan Baixeras y a sus secuelas y precuelas (Cerdà y Garriga i Roca), y a las ideas higienistas del XIX sobre la necesaria descongestión, a partir de la apertura de grandes avenidas, de la parte antigua de la ciudad: superpoblada e insalubre. Un espacio que hasta 1854 estuvo encorsetado intramuros y mantuvo la misma topografía que en la edad media, y un espacio al que hasta la demolición de la muralla no se le permitió crecer por ser plaza fuerte: la derrota de 1714 supuso la imposición de la prohibición de edificar en un área de 1,2 kilómetros alrededor de la muralla.

Alfonso XIII con un pico de plata

Esta condena significó  el colapso urbano en una época de crecimiento demográfico e irrupción de grandes instalaciones fabriles. De manera que Barcelona se convirtió en la ciudad más congestionada de Europa con 859 habitantes por hectárea, más del doble que Madrid (384) y París (356); y en la ciudad en la que las epidemias hacían estragos: la fiebre amarilla causó 6.000 víctimas en 1821, y el cólera 9.000 en 1834.

La fuente de Sant Joan, a cuya agua se le atribuían propiedades medicinales, en la calle de Avellana. J. PONS ESCRIGAS

Así las cosas el 10 de marzo de 1908, Alfonso XIII, acompañado del presidente del Gobierno, Antonio Maura, y del alcalde de Barcelona, Domingo Sanllehy, declaró el inicio de la Reforma simulando derribar con un pico de plata el número 71 de la calle Ample. El objetivo, demoler todo el entramado que actualmente se encuentra bajo los 900 metros de longitud y 80 de amplitud que forman la Via Laietana. Habían pasado 50 años desde los primeros planes de ejecución, y pasarían 50 más hasta que en 1958 se construyó el último edificio en el último solar de lo que empezó llamándose Gran Vía A y el historiador y concejal Francesc Carreras Candi bautizó, en 1911, como Via Laietana en honor a los antiguos pobladores de la ciudad. En todo este tiempo, a la necesidad de un saneamiento y de una unión entre el Eixample (la nueva zona residencial burguesa) y el puerto, las clases dirigentes habían sumado nuevos motivos para la Reforma, como la revalorización del suelo y la voluntad de crear un centro de negocios moderno.

Así, en nombre del progreso, una concepción de la ciudad fue destruida y reemplazada por otra de nueva. Una operación que tuvo un alto coste social: alrededor de 270 fincas demolidas, más de 2.000 viviendas destruidas y unas 10.000 personas desplazadas. Los propietarios fueron indemnizados, a los inquilinos, los más, simplemente se les echó. No hubo protestas (aunque sí una Setmana Tràgica en 1909), pero hubo la vindicación de un grupo de artistas e intelectuales por documentar la Barcelona que iba a desaparecer.

600 imágenes

El ayuntamiento convocó un concurso en febrero de 1908, y entre febrero y mayo, se fotografiaron y pintaron las calles y plazas que estaban sentenciadas. Una colección de más de 600 imágenes que forman un importante corpus documental. "Se fotografió por primera vez todo un territorio de la Barcelona vieja de forma masiva, los fotógrafos, entonces, miraban hacia otras zonas de la ciudad, como el Eixample o el Tibidabo", afirma Jordi Calafell, comisario de la exposición. Y añade: "Y por primera vez, también, aparece una representación digna del territorio popular y de sus habitantes, ya que en aquella época, las imágenes de esta zona eran consecuencia de desgracias y todas eran condescendientes o con estigma".

La colección se expuso en 1909 en la Ciutadella y en 1913 en el Palau de Belles Arts. Luego silencio documental, con pequeñas excepciones, hasta la actualidad. La poca visibilidad de las fotografías, Calafell la achaca a que "son el indicio de un desacuerdo social. Provocaban cierta incomodidad a la cultura dominante de ese momento que era el ‘noucentisme’ y que se ventiló todo lo viejo y vetusto". Hasta el 31 de octubre, la Barcelona engullida por la Via Laietana revive en la plaza de Pons i Clerch.