EN EL POBLE SEC

Descansar cuando la gente tiene ganas de fiesta, el reto de los vecinos del Paral·lel

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poble sec car 1200 / periodico

Berta López

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Jóvenes haciendo ruido a pocos metros de la puerta de una discoteca, una pelea entre unas diez personas y otras tanto más observando el panorama. Un agente cívico que intenta pacificar la situación y acaba siendo víctima de la agresión. Y al final, alguien saca una trompeta y toca unas cuantas notas de la banda sonora de Rocky Balboa. El público le aclama, ríe y grita. Son las cinco y media de la mañana, y a pesar de haber llamado a la Guardia Urbana, esta no aparece. Los vecinos del Poble Sec denuncian la continua dejadez y el incivismo del cual son víctimas, sobretodo los que habitan en los puntos neurálgicos del barrio -la calle Blay, Blasco de Garay y plaza del Surtidor- y en las calles adyacentes a la avenida del Paral·lel.

Uno de los barrios "más alternativos de Europa"

El barrio de Poble Sec, cuyo nombre hace referencia al pasado industrial de la ciudad, cuando las fábricas secaron los distintos pozos de la zona, y que a mediados del siglo XIX fue apartado del Plà Cerdà por sus fuertes pendientes, se ha convertido, a lo largo de los últimos años, en uno de los barrios más de moda de la capital catalana. Varios negocios y comercios de toda la vida han tenido que cerrar sus puertas para acabar convirtiéndose en restaurantes de platos combinados o tapas y bares de copas. Según un raking publicado en 2017 en el digital 'Business Insider', el Poble Sec es el vigésimo tercer barrio "más alternativo de Europa", uno de los que, según el medio, se "convertirían en destino turístico" en ese mismo año. Doce meses más tarde, la compañía de hostales para jóvenes St. Cristopher's Inn valoraba el barrio como el octavo barrio más 'cool' de Europa y lo definía como "una de las zonas más vivas del centro de Barcelona, pero sin multitudes de turistas" y por lo tanto un lugar donde encontrar "una de las experiencias locales más auténticas de la ciudad". 

Feudo del ocio nocturno de la ciudad

Sin embargo, a diferencia de lo que sucede en otros barrios como la Barceloneta, las escenas de incivismo -en la zona del barrio que da al Paral·lel- no se consideran una consecuencia directa del turismo sino que más bien se atribuyen al hecho esa zona sea uno de los principales feudos de ocio nocturno de la capital catalana. Borja Cabrero, vecino de una de las calles donde se concentran las discotecas, denuncia que "el ambiente es el mismo todo el año" y que, de hecho, se calma en verano, lo que demuestra que "el problema de incivismo no lo provocan los turistas", sino que en la mayoría de los casos "son gente de aquí, clientes habituales de Laut y Plataforma [dos de las discotecas próximas al Paral·lel]". "Ningún turista sale de fiesta con su trompeta", dice haciendo referencia al vídeo.

Desde la reforma de 2017, entre los tres escenarios de la mítica Sala Apolo -el epicentro de la fiesta nocturna en la zona del Paral·lel, "el club ecléctico por exelencia" según el magazín de ocio nocturno 'Xceed'- el aforo llega casi a las 3.000 personas. A solo unos metros, en la misma calle Nou de la Rambla, el antro Plataforma alberga a unas 500 personas más y en Vila i Vilà, la discoteca Laut tiene capacidad para 200 amantes más de la música electrónica. Así, cada día se mueven centenares de jóvenes con ganas de fiesta por las calles próximas al Paral·lel.

"Es un infierno"

Además de las discotecas, en la zona también hay muchísimos bares de copas que abren hasta altas horas de la madrugada, como el Marcopolo's, en la esquina entre Nou de la Rambla y Vila i Vilà, abierto hasta las 2 y media entre semana y las 3 y media los fines de semana. "El problema es que en fin de semana molesta, pero entre el domingo y el jueves nos penaliza a la hora de ir a trabajar. Es un infierno", se queja el vecino, que lamenta que "los gerentes de esos establecimientos pasan completamente de la ordenanza municipal". "Los únicos que escuchan las quejas ciudadanas y se esfuerzan en controlar a sus clientes antes de entrar y al salir de la sala son los responsables de la Sala Apolo", añade y se queja de que tampoco la Gurdia Urbana les ofrece solución alguna. "Solo aparecen cuando hay alguna pelea en curso y a veces ni así", lamenta. "Una vez, había unas cuatro personas pegándose delante de mi balcón, con una veintena de personas alrededor jaleando. Llamamos a la urbana y aparecieron 25 minutos después, cuando ya no quedaba por ahí ninguno de los implicados. ¿Pues puedes creerte que me llamaron a casa para recriminarme haberlos llamado, porque ahí no había nadie peleándose?", explica Cabrero.

"Cumplimos la normativa a rajatabla"

Sin embargo, los propietarios del Marcopolo's desmienten esa afirmación: "hace un tiempo, a raíz de las quejas de algún vecino, pusimos un vigilante de seguridad en la puerta para controlar a los clientes que entran y salen", explican, y añaden que "entre los diferentes locales de la zona hemos contratado -y pagado de nuestro bolsillo- a dos agentes cívicos para prevenir escenas incívicas en la calle". Sin embargo, también aseguran que muchas de las personas que están charlando cerca de su puerta no son clientes de su bar sino gente que se dirige a alguna de las discotecas y que en cierto modo es normal que haya ruido pues se trata de un lugar donde se concentra una numerosa oferta de ocio nocturno.

Si bien entienden que es complicado vivir en un sitio hacia donde la gente si dirige porque tiene ganas de fiesta, los encargados del restaurante y bar de copas aseguran que cumplen con la normativa "a rajatabla": "solo permitimos sacar bebidas fuera en horario de terraza, hasta la 1 los fines de semana, y a las 3.15 horas dejamos de servir", apuntan. "De hecho, podríamos dejar de servir a y media, porque tenemos media hora de margen para cerrar, pero no lo hacemos", añaden. "La Guardia Urbana ha venido alguna vez, porque algún vecino se ha quejado, pero al llegar ven que estamos cumpliendo con los permisos y no nos dicen nada. Nunca hemos tenido problemas con ellos", explican los encargados del local, que consideran que "la queja no es generalizada, son siempre los mismos vecinos que se quejan, una vez nos tiraron huevos al local y hasta nos pusieron pegamento en la puerta para que no pudiéramos abrir".

Décima preocupación

Según los resultados del último barómetro de la ciudad, publicado el pasado junio, la falta de civismo no parece ser la primera prioridad para los vecinos del distrito de Sants-Montjuïc -a pesar de que la información publicada por el consistorio no permite discernir los resultados por barrios-, sino la décima junto con los problemas asociados a la inmigración. La inseguridad es considerada el problema más grave para los habitantes del distrito al cual pertenece el Poble Sec, seguida por el acceso a la vivienda, algo que coincide en todos los distritos de la ciudad. Si bien la falta de civismo no es la principal preocupación para los vecinos de Sants-Montjuïc (solo un 2,2% lo consideran el problema más grave), sí que es cierto que lo es en más medida que para la media de barceloneses (1,7%), siendo así el cuarto distrito más preocupado por el incivismo, solo por detrás de Nou Barris, les Corts y Horta-Guinardó.

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