OPERACIÓN SALIDA

El lío fue en 'Rodalies'

Los usuarios del cercanías sufren amontonamientos y largas esperas durante la primera jornada de huelga convocada por CGT

Uno de los andenes de Sants durante la huelga convocada por el sindicato CGT, esta mañana

Uno de los andenes de Sants durante la huelga convocada por el sindicato CGT, esta mañana

Luis Benavides

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Tensión 'in crescendo'. La jornada del miércoles en la estación de trenes de Sants, la mayor estación de la capital catalana, había comenzado con total normalidad. Solo la presencia de un nutrido número de reporteros gráficos, con sus alcachofas y cámaras, hacía sospechar que era un día especial antes de las 12.00 horas. Y lo era por partida doble: empezaba la operación salida de vacaciones y Renfe había cancelado un centenar trenes como consecuencia de la huelga convocada por el sindicato minoritario CGT.huelga

Con todo, hasta bien entrado el mediodía, el vestíbulo de la estación presentaba el aspecto de todos los días, un ir y venir importante pero ordenado de miles de personas. “Hemos hecho los deberes”, avanzaban a EL PERIÓDICO fuentes de Renfe, en referencia  a las reubicaciones de los pasajeros de los trenes de larga distancia y AVE.  Un mensaje les informaba de la cancelación y ofrecía viajar en el tren con el horario más cercano, o cambiar o anular el billete sin costes adicionales. Las colas en los mostradores de información eran largas, pero esas longitudes podían entrar dentro de unos hipotéticos márgenes de normalidad tratándose del 31 de julio, en plena operación salida.  

Para entender la magnitud de las afectaciones, con unos servicios mínimos que los convocantes han denunciado por exagerados, era necesario bajar a las vías, principalmente las de cercanías. En el andén de las vías 9 y 10, por ejemplo, se iban acumulando viajeros, la mayoría cargadas con maletas y con la intención de coger el próximo tren con destino al aeropuerto. “Se nota que hay huelga porque la gente viene más alborotada; llegan en tromba y te piden las cosas con prisas, con nervios”, asegura uno de los jóvenes dependientes de un puesto de comida para llevar, Ángel Molera.

Luis L. ha perdido su tren a Castelldefels por muy poco. Cuando ha llegado al andén  el convoy ya tenía las puertas cerradas, pero no ha arrancado hasta pasados unos 15 segundos. “No solo yo. Más personas nos hemos quedado frente a la puerta, esperando que abriera. En otra ocasión puedo entenderlo, pero sabiendo que el próximo no pasa hasta dentro de una hora…”, explica Luis, quien asegura que no pudo llegar con más antelación al tren porque también tuvo que sortear las obras en la línea 2 del metro. “Hablan de unos servicios mínimos del 40% pero no me salen los números –continúa- si  antes tenía un tren cada 12 o 15 minutos y ahora me toca esperar una hora”.

“¿Amposta? ¡Vía 9! ¡En la vía 9!”, grita una de las informadoras de Renfe a los viajeros amontonados en el andén. Los viajeros, sobre todo turistas, se arremolinaban en torno a ella para preguntarle cuándo pasaba su tren, en qué vía debían esperar… Pasadas las 12.00 horas, con la huelga ya en marcha, llegaron refuerzos al andén: otros dos informadores, debidamente identificables por sus chalecos amarillos.

Una familia belga se sube al tren con destino Amposta. Bajarán en Salou, donde pasarán unos días de sol y playa tras patearse los lugares más emblemáticos de la ciudad de Barcelona. “Cuando marchamos había una huelga de trenes en Bélgica y ahora nos encontramos otra”, explica con total resignación Espen Berg, acompañado por su pareja y sus dos hijos. “Allí creo que reclaman mejores condiciones y más días de vacaciones; y lo puedo entender porque tienen que defender sus derechos”, añade Berg, que no pierde la sonrisa en ningún momento.

En caso de perder algún vuelo de conexión o noches de hotel por la huelga, Renfe está obligada a resarcir a los usuarios afectados. No así en caso de perder un vuelo por perder un ‘rodalies’ y por la menor frecuencia de trenes como consecuencia de la huelga. Es el caso de la familia Moncada, que desde el mismo andén de Sants tuvo que llamar a la compañía con la que volaban para cambiar su vuelo. Lo consiguieron pero pagando 500 euros, a razón de 100 euros por pasajero. Los cinco son de Zaragoza pero viven en Michigan, Estados Unidos. Cruzan los dedos para no tener más problemas en el aeropuerto. 

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