Los usos ociosos de la supermanzana dividen al vecindario en Sant Antoni

Si se pregunta a vecinos y comerciantes sobre la supermanzana del barrio de Sant Antoni, aún en pleno desarrollo, la respuesta contendrá pasión. Se venera o se rechaza. Esta fórmula urbanística que da protagonismo al peatón frente al vehículo provoca distintas reacciones sobre todo en función del tramo de que se hable. En lo que todos coinciden es en que es necesario reforzar la limpieza y vigilancia para que el invento no acabe generando conflictos de convivencia. Porque más allá de sus efectos en la movilidad, muchos echan de menos un manual de usos de la zona. El botellón y la utilización de las tarimas de madera para dormir a pierna suelta en la calle son dos de los aspectos en el lado negativo de la balanza, pese a las muchas virtudes que atribuyen al plan.

Como cualquier novedad urbana, las supermanzanas que invierten las prioridades entre coches y paseantes y liberan espacio de uso y disfrute ciudadano están en permanente estado de observación. Fuentes municipales indican que evaluará el conjunto para ver si es necesaria «más señalización, limpieza y seguridad». La de Poblenou luce una estructura diferente a la de Sant Antoni, más vertebrada como un gran eje por Borrell con ramificaciones y con el mercado de Sant Antoni y su perímetro como epicentros. Pero la solución que se ha dado a cada punto no es homogénea y mantiene vivo el debate en este barrio del Eixample.

Distintos diseños

Así, las plazas creadas en las esquinas del mercado se han convertido en puntos de encuentro y enriquecido la vida de barrio, aunque allí el mobiliario urbano y su disposición resulta más tradicional y consensuado. El presidente de la Associació de Veïns de Sant Antoni, Pep Sala, cree que la implantación en este punto ha sido un éxito, vista la utilización vecinal y la presencia de personas mayores y niños, normalmente faltas de espacios adecuados. En ese perímetro, el proyecto contempla tramos de calles con modificaciones estructurales (plataforma única, mobiliario permanente...), mientras que otras partes (más hacia Parlament) suponen meras reformas tácticas. Es decir, sin afectar a la estructura vial se agregan zonas cívicas (en las confluencias), con jardineras, innovadores bancos y mesas y señalización sobre el hormigón en tonos amarillos y naranja, que han generado bastante desconcierto y que se explican como representación simbólica (triangular) del barrio.  

En esta última parte Sala cree que debería mejorar el cerco al tráfico y el aparcamiento. También se han generado alguna queja por jaleo nocturno, cuenta. El montaje de mesas de picnic, agradable para la vida social y de barrio, tiene la contrapartida aquí de dar "alas a beber en la calle" en una vía a rebosar de bares y restaurantes. O a continuar cuando los locales cierran, lo que obliga a estrechar su supervisión, defiende.

Otro punto de compleja gestión y del que se quejan los residentes a este diario es el entorno de Marquès de Campo Sagrado, a menudo punto de encuentro para consumo de alcohol -vinculado, por su proximidad, a las intervenciones policiales que se hacen en el Raval-, con personas con intoxicaciones etílicas en sus bancos y no pocas broncas. Esta semana un indivuo con heridas ensangrentadas dormía desparramado sobre una de las bancadas a primera hora.

Latas de cerveza

"La intención supongo que es buena, pero ¿quién controla lo que pasa aquí por la noche? El follón nos entra por la ventana y por la mañana a veces está hecho un desastre", explica una vecina, mostrando las latas de cerveza que ensucian las jardineras". Algunas ruedan por el suelo en el área abierta junto la ronda de Sant Pau.

Xavi Caballé, de Fem Sant Antoni, alaba el espíritu de las supermanzanas. "Somos partidarios de pacificar y sacar coches, la gente se ha hecho suyo el espacio peatonal y es un logro", opina. Asume que urbanísticamente (mobiliario y colores) se "podría hacer mejor", aunque habría incrementado más los costes. Otra cosa es que "apenas se ve policía" y que el éxito de esta fórmula -que no cuestiona- requiere colateralmente "que se pueda controlar con Mossos y Urbana".

Durante la jornada, es posible ver a gente leyendo, niños jugando y familias disfrutando del picnic en plena calle, tanto en las mesas de hormigón previstas para jugar al ajedrez como en los bancos de madera con mesas. Otra cosa es el uso secundario del mobiliario de madrugada, cuando en algunas zonas entran en escena latas de cerveza, brindis y ganas de orinar. Una noche de sábado, comprueba este diario, las botellas de vino y otros licores corren por algunas mesas como si fuera un restaurante.

Es este el aspecto que critica el Gremi de Restauració de Barcelona: "En esta zona se recortaron las terrazas y los restauradores no las han recuperado al incrementarse el espacio peatonal. De nuevo hay un gran control de la actividad legal, mientras que hay total permisividad con la ilegal", opina Roger Pallarols, director de la patronal. "Las terrazas generan puestos de trabajo y hay un control de los horarios, pero ¿quién controla lo que se hace en todas estas mesas y bancos durante la noche o las molestias que puedan ocasionar?". 

"Algunas personas se han quejado por molestias y en el barrio estamos muy encima ahora para que no haya botellón, lo hablamos con la Urbana y están vigilando la zona hasta las 2.00 horas para que haya buena convivencia", explica Vicenç Gasca, presidente de la asociación Sant Antoni Comerç. Añade que hay muchos vecinos que aún no entienden la pintura en los viales ni las reglas del juego de la supermanzana, lo que precisará más pedagogía e indicaciones desde el ayuntamiento, así como recursos para la vigilancia nocturna. Con la nueva disposición del espacio, sin apenas coches, defiende también una nueva regulación especial para las terrazas de locales (como en otros ejes singulares). Y pide más bancos individuales para corregir su creciente uso como camas por parte de algunos usuarios.