BAÑISTAS EN LA BARCELONETA

La playa más democrática

Uno de los bañistas retratados por Lluís Artús, con la torre Mapfre y el hotel Arts al fondo

Uno de los bañistas retratados por Lluís Artús, con la torre Mapfre y el hotel Arts al fondo / periodico

Olga Merino

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Así en la vida como en el billar, un golpe de mala suerte puede transformarse en la carambola de una oportunidad. Con perdón por la frase estilo Paulo Coelho, eso fue, más o menos, lo que le sucedió a Lluís Artús (Sabadell, 1965) cuando trabajaba como submarinista en las obras de remodelación del litoral barcelonés: a los 24 años, mientras construía el espigón del Bogatell, padeció un neumotórax que le obligó a replantearse la existencia. ¿Qué iba a hacer en adelante? Como le fascinaban las imágenes de la revista ‘National Geographic’, decidió dedicarse a la fotografía, y así, entre otras iniciativas, lleva 12 años retratando a los bañistas a pie de arena, en los siete kilómetros desde el Fòrum hasta el Hotel Vela. El mar, pues, lo devolvió al mar, al mismo lugar donde había sufrido el accidente de buceo.

Con el título de ‘La platja’, la serie fotográfica se compone de 140 retratos dignos de una exposición o de un libro de campanillas, en plan Taschen, si a los asuntos de la cultura se les dispensase el trato merecido. El proyecto se remonta al verano del 2007, cuando Artús (@lluisartus), recién aterrizado de la capital británica, donde había trabajado durante 11 años tras estudiar fotografía en la London School of Fashion, ya no reconoció la ciudad que había dejado atrás, antes del ‘boom’ migratorio y turístico. En una década, las playas de Barcelona, decorado fabril o vertedero hasta los Juegos Olímpicos, se habían transformado en Miami Beach o en una suerte de Copacabana cosmopolita, con una fauna de lo más diverso sobre el desparrame de toallas.

De todas las nacionalidades

Pasaron los años y las gentes. Rusos, senegaleses, colombianos, brasileños, nepalís, italianos, australianos, dominicanos, británicos, malienses, marroquís… Ante su objetivo ha posado cualquier pasaporte imaginable, aparte del paisanaje autóctono, los ‘barceloneteros’ de toda la vida, todos ellos en la humildad de la carne al sol. Desde cuerpos Danone marmóreos, hasta lorzas satisfechas de su alegría despreocupada: la mirada de Artús no juzga. Curvas latinas, esbelteces eslavas, tatuajes, tetas caídas y tetas de silicona, tripas cerveceras, arrugas bien llevadas, chancletas de dedo, fantasmillas, el transistor, chavales ociosos, travestis, salidas familiares, yayos con bastón, solteras en despedida festiva, el turista con su perro faldero: la humanidad al completo en su diversidad de matices. Un estudio antropológico de la playa. De tan naturales las fotos, tal cual, parecen artificiosas.

La maestría en el uso tanto de la luz natural como del flas extrema los colores del verano --el fotógrafo solo baja al tostadero en los meses de la canícula-- y hace que los cuerpos parezcan untados de aceite como anchoas en lata. Los disparos de tarde los hace de cara al mar. Reconoce, no obstante, que la turistificación se ha ido completamente de madre y que hasta los mismos visitantes se quejan. Si tuviera que escoger, antes que fotógrafo es barcelonés.  

Una confianza del 95%

Para que los modelos se le entreguen mansamente en paños menores, o incluso en cueros vivos, el artista emplea la estratagema infalible de ir a pecho descubierto: les entrega de inmediato su tarjeta personal. Toma, este soy yo, este es mi teléfono, aquí vivo, y no voy a meterte en ningún lío. Durante el primer verano, sin embargo, solo accedieron a dejarse retratar el 35% de bañistas a quienes se lo propuso, pero con el paso del tiempo, cuando ha podido mostrar de qué va el proyecto y las espléndidas fotografías realizadas, ya confía en su objetivo el 95% de los modelos avistados. Eso sí, las masajistas chinas y los del mojito infame, los ‘currinches’ de la playa, no quieren saber nada de nada. Ni hablar.

En cualquier caso, estarían en buenas manos. Su visión del mundo es mediterránea y democrática: una vez con la piel al aire, cuando desaparecen los símbolos del estatus, todos sus modelos son iguales, como pretendía el fotógrafo alemán August Sander (1876-1964), cuya obra se expuso hasta hace bien poco en La Virreina en la muestra ‘Gente del siglo XX’. A diferencia de la fotografía anglosajona contemporánea, que tiende a glorificar o a ironizar con acidez sobre el sujeto retratado --en la línea del británico Martin Parr--, o como la escuela germánica, propensa a categorizar con bisturí frío, el objetivo de Artús es igualitario, muy barcelonés. Tal vez porque empezó temprano a buscarse la vida, y a los 14 años ya estaba cargando camiones en una fábrica textil. Como lema vital, ha hecho suya una frase de la serie ‘Los Soprano’: “Poverty is a great motivator”. O sea, la pobreza espabila que no veas.