BARCELONEANDO
Las letras rojas del Cosmos
El rótulo luminoso del mítico bar de la Rambla espera destino guardado en un almacén
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
Olga Merino
Quiso la casualidad que una tarde de finales de junio, pateando el final de la Rambla, pasara por delante del bar Cosmos en el preciso momento en que tres trabajadores estaban descolgando el rótulo luminoso del restaurante, seis letras rojas de una tipografía arabizante muy parecida, por cierto, a la de la sala Bagdad, el ‘porno show’ de la calle Nou de la Rambla. Como no sería la primera vez en esta ciudad que se arrojan a la basura reliquias o quincalla sentimental, ya me estaba relamiendo: ¡una O de Olga en el salón de casa! O de oasis, O de olvido u O de ornitorrinco, daba igual, pero una O del Cosmos encima del sofá. Qué puntazo.
Había un contenedor debajo del letrero, lleno hasta los topes de escombros por las obras de remodelación del local. ¿Irían a parar allí? Levanté, pues, la voz para que me oyeran los dos currantes que estaban, con la radial en la mano, sobre la marquesina del restaurante.
—¿Las vais a tirar?
—¿Eing?
—Las letras. Que si las vais a echar a la basura.
—No, qué va. El dueño las quiere.
El chasco era previsible; por lo menos, me llevaba un ‘Barceloneando’ bajo el brazo si tiraba del hilo. Recordará el lector que el bar Cosmos (Rambla, 34) bajó la persiana el pasado 17 de enero después de una larga decadencia. Inaugurado a principios del siglo XX como cafetín, fue a finales de los años 60 cuando su propietario de entonces, Josep Mur, demolió el edificio original, mandó construir encima los apartamentos llamados Mur–Mar y abrió el restaurante, el 26 de octubre de 1968, con el aspecto y el último nombre que le hemos conocido, incluido el mural de cerámica con planetas flotando en el éter. Una seña de identidad barcelonesa.
Los taburetes del Cosmos, frente a la característica barra en zigzag, estaban atornillados al suelo para evitar que la muchachada de la Sexta Flota los lanzase por los aires en caso de trifulca si se excedían con el trago en un desfogue después de una larga travesía. También cuenta la leyenda, ese patrimonio inmaterial de las ciudades, que en la terraza del establecimiento, abierta al bulevar más cosmopolita de Barcelona, un tal señor Fernández daba clases de inglés básico a las prostitutas para que se entendiesen con los marines norteamericanos en sus trapicheos amorosos.
Veinte años después, en noviembre de 1988, diez camareros asumieron la gestión del restaurante instituyéndose en sociedad anónima laboral para no quedarse sin trabajo; al parecer, la propiedad los compensó con un alquiler de larga duración que llegó a su fin. Y así quedaron las dependencias hasta hoy, como un decorado de la serie ‘Cuéntame’. En los últimos años, el Cosmos se había convertido en lugar de encuentro de una fauna y paisanaje digamos peculiares, entre ellos chaperos y noctámbulos irredentos. El local necesitaba una remodelación urgente, y los ocho cooperativistas que permanecían al pie del cañón no disponían de capital suficiente para acometerla, según razona el cordobés Cristóbal Cubero, uno de los últimos camareros.
Así las cosas, la familia Mur ha alquilado el local y las habitaciones superiores a la sociedad The Street Apartments, la misma que administra el hotel Casa Gracia (paseo de Gràcia, 116) y que ya iniciado las obras de renovación de los 3.000 metros cuadrados construidos. Todo, tanto el bar como los 33 miniapartamentos con cocina, balcón a la Rambla y licencia turística incluidas. Adelanta Xavier Arias, director general del grupo operador, que la inauguración de ambos proyectos está prevista para junio del 2020.
¿Y las letras? ¿Qué harán con el rótulo luminoso rojo? De momento, está guardado a buen recaudo en un almacén a la espera de destino. Uno de los socios de The Street Apartments lo midió con la intención de instalarlo en su piso, en una terraza convencional, pero ni hablar, no cabe; tampoco lo haría sobre el sofá de casa porque cada una de las letras mide 75 centímetros de altura. Se da la circunstancia de que al menos un anticuario ha intentado adquirir el letrero del Cosmos, pero tampoco ha ofrecido por él nada del otro jueves. Y también Amics de la Rambla ha mostrado interés, por si estaba protegido por Patrimoni, pero no es el caso.
Cabe la posibilidad, aventura Arias, de que las seis letras acaben decorando el interior del nuevo Cosmos, que gestionará la cadena Vapiano, una compañía de restauración alemana que, sin embargo, ofrece pizza, espaguetis y demás caprichos italianos. Ya han abierto otros dos locales en la ciudad.
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