La cónsul de Filipinas en Barcelona, de niñera a diplomática
La cónsul honoraria de Filipinas, Chona Abiertas Tenorio (Mamburao, 1962), acaba de cumplir un año en el ejercicio de sus funciones. Abogada de profesión, recibió a este diario la semana pasada en su despacho para compartir tanto sus anhelos como su historia personal de afán y resiliencia: si comenzó trabajando como niñera, hoy es la representante oficial de su país en Barcelona.
El 26 de mayo de 2018 y tras un vacío de varios meses, Chona Abiertas sustituyó en el cargo a Jordi Puig, a quien el Ministerio español de Asuntos Exteriores había cesado en enero de ese mismo año por haber manifestado su disconformidad, a través de Facebook, con las cargas policiales del 1 de octubre. Al menos otros cuatro representantes consulares en Barcelona han sido destituidos en los últimos años por razones vinculadas con el ''procés', cuando la Convención de Viena les obliga a no inmiscuirse en “asuntos internos”.
A diferencia de los diplomáticos de carrera, los representantes honorarios no perciben contraprestación económica alguna por sus servicios ni pueden extender pasaportes, circunstancia que complica bastante la vida a los filipinos residentes en la jurisdicción que abarca el consulado; esto es, Catalunya, Aragón y las islas Baleares: unas 35.000 personas en total. El contratiempo les obliga a pedir un día de fiesta en el trabajo con el fin de resolver el papeleo en la Embajada de Filipinas en Madrid.
Asesoría laboral
En el ejercicio de sus funciones, la cónsul filipina ayuda a sus compatriotas a obtener documentos notariales y les presta asistencia si se encuentran en situación de desamparo. Como abogada, también los asesora en cuestiones laborales, ya que, hace siete años, pudo instituir su propio despacho: CAT Law. (Las siglas CAT, por cierto, responden a sus iniciales, Chona Abiertas Tenorio). “Lo que me mueve sobre todo es ayudar a mi comunidad —confiesa—. Me gustaría inspirar a los filipinos migrantes en todo el mundo, a que se sintieran orgullosos y confiaran en sí mismos: si yo he podido, ellos también pueden”.
La abogada vuelve la vista atrás en el tiempo y se recuerda a sí misma, con 24 años, cuando puso los pies por primera vez en Barcelona en otoño de 1987. Venía de paso —su intención era dar el salto enseguida a Estados Unidos—, pero se enamoró de la ciudad, y aquí pretende terminar sus días. No le resultó fácil. Aun cuando Chona Abiertas había trabajado como funcionaria en la administración local de Mindoro, su isla natal, aquí solo encontraba colocación en el servicio doméstico, así que, tragándose el orgullo, aceptó un puesto como niñera que, además, enseñaba inglés a los críos. Al principio, el idioma le gastó alguna broma. ¿Qué era eso de la carne a la plancha?, ¿acaso tenía que coger la tabla y planchar el filete?
Después encontró empleo como secretaria y pudo matricularse en la Facultad de Derecho de la UB: tenía ya 45 años, y era la única filipina en clase. También cursó un máster en Relaciones Consulares. Nunca es tarde, repite.
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