novedad editorial

Como alcalde vuestro que soy...

Octaedro publica una suerte de manual de instrucciones sobre cómo gestionar una ciudad a partir de exitosos casos reales, a un paso a veces del realismo mágico

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Carles Cols

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Oportuna semana para presentar este libro. El título no es de los que quitan el hipo, ‘Aprender con las ciudades’, pero el primer capítulo, por el contrario, ya es todo un aviso de lo que vendrá después: “Conviene pensar la ciudad para no condenar a la ciudadanía a la improvisación”. Dicho más alto no quedaría más claro. Pues eso, que a menos de 48 horas de que dé comienzo un nuevo mandato municipal (con la misma alcaldesa o con nuevo alcalde), un tándem formado por la exconcejala Maravillas Rojo y el ingeniero Pedro Acebillo acaban de publicar poco menos que un manual de instrucciones sobre cómo ser alcalde y no morir en el intento (con lo cual los daños serían limitados) pero sobre todo que no padezcan las consecuencias los ciudadanos (eso ya es más interesante).

De Bogotá es ineludible fijarse en la audacia del alcalde Mockus, que encaró el crimen con originalidad: "Róbame, pero no me mates"

Libros así difícilmente deparan sorpresas. No es el caso. Lo logra. Querrán ustedes un ejemplo antes de proseguir, claro. Ahí va uno. Este es un libro coral. Es decir, los autores principales son Rojo y Acebillo, pero cuenta con la inestimable colaboración de una decena de alcaldes de España y Latinoamérica que narran cómo transformaron dejando huella sus ciudades. El punto de partida de cada metrópoli no es, por supuesto, el mismo. Conviene tenerlo claro antes de presentar lo atrevido de las políticas que en su día llevó a cabo Antanas Mockus, matemático, filósofo y en 1994 elegido alcalde de Bogotá, una ciudad con unos índices de criminalidad bíblicos (de Antiguo Testamento, para ser más precisos). Sus excentricidades, que las tuvo, no eclipsan su determinación por reducir el número de homicidios anuales. Total, que creyó que lo oportuno era aceptar que el delincuente, guste o no, forma parte de la sociedad, así que a él se dirigió expresamente en sus campañas. “Róbame, pero no me mates”. Hizo más que eso, por supuesto. Fomentó el respeto al pago de impuestos como hay que hacerlo. “Recurso público, recurso sagrado”. Bogotá es hoy una de las ciudades más seguras de Suramérica. Transformé Bogotá, pregúnteme cómo. Esa sería la pegatina del coche de Mockus.

Publicado por Editorial Octaedro, la presentación del libro contó con lo que en otras circunstancias se consideraría un jarrón chino, pero no es el caso. El exalcalde Joan Clos no solo acompañó a Rojo y Acebillo en la salida a escena del libro en el auditorio de Abacus, sino que además es autor de uno de los capítulos, evidentemente el correspondiente a la transformación de Barcelona. Jamás ha ejercido de jarrón chino de la política local. Ni siquiera en esta ocasión, porque su presencia, en cierto modo, tiene mucho que ver con el origen real de esta publicación. Era casi obligada su presencia.

El alambique del CIDEU

Recordó Rojo, concejal entre 1995 y el 2007, que Barcelona acordó en 1988, con actores públicos a veces tan incompatibles como el agua y el aceite, un plan estratégico metropolitano (¡qué tiempos, sí!), pero subrayó que en aquel documento, y a veces se olvida, se hacía mención específica a la necesidad de tejer una red de comunicación permanente con otras ciudades para compartir experiencias. Así nació el Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano (CIDEU), del que Rojo ha sido secretaria general y Acebillo, senador. A su manera, el libro es el alambique en el que se han destilado las mejores conclusiones del CIDEU.

En verdad, no hay un manual de instrucciones sobre uso y manejo de una ciudad. Hay muchos, pero con capítulos comunes. Los retos serán distintos, pero la necesidad de pensar antes de actuar parece un mínimo común denominador indiscutible.

De Aníbal Gaviria, alcalde Medellín, saca Acebillo una interesante conclusión, que la política municipal no puede ser una línea discontinua, que el cambio de color político en un ayuntamiento no debe conllevar una ruptura en los proyectos esenciales. Rodolfo Suárez, de la argentina ciudad de Mendoza, relata un caso complejo, cómo se integraron a la ciudad Flores y Olivares, unos asentamientos irregulares en los que vivían de forma anómala unas 420 familias desde los años 50. De Cuenca (Ecuador), una ciudad que, según Acebillo, “deificaba al coche” y, en consecuencia, consideraba el tranvía el mismísimo Satán, extrae el autor otra interesante lección, que hay que escuchar a todas las partes, también a quienes se resisten al cambio.

El renacer de Bilbao se atribuye a los rezos a San Guggenheim, pero se olvida que solo en la ría se invirtió seis veces más millones de euros

Las experiencias suramericanas, es obvio, son todo lo lejanas que uno desee. Aquel subcontinente, como explicó Clos durante la presentación, es el más urbanizado del mundo hoy en día, un 80% de la población vive en ciudades, pero ese ha sido un proceso acelerado y a menudo caótico. Barcelona suma más de 2.000 años como núcleo urbano. La experiencia es un grado. Bueno, al menos eso se supone.

Bilbao es más joven. Del año 1.300. También tiene su capítulo en libro, contado por su alcalde, Juan Mari Aburto. Es un faro que Barcelona, por muy olímpica que haya sido, no debería eclipsar. La crisis de su industria pesada que se gestó en los años 70 tuvo, como si de un colofón muy macondianose tratara, la gran riada de 1983. Lo que ya era un ciudad gris y hostil quedó cubierto por el barro. A menudo se simplifica y se cree que la resurrección de Bilbao se obró solo con ofrendas a San Guggenheim, donde se invirtieron 132 millones de euros, que por cierto se recuperaron en solo cuatro años. Fue mucho más. Solo en la regeneración de la ría se invirtió seis veces más que en la arquitectura de aquel museo. Este, como otros, es un capítulo revelador. El título del libro, ‘Aprender con las ciudades’, visto así parece mucho más coherente.

Paseo de Sant Joan, un símbolo

Es casi un refrán decir que <strong>no hay que juzgar un libro por su portada, pero en este caso merece la pena hacer una excepción</strong>. Bajo el título aparece la imagen de un corte en sección de una calle. Es la prototípica acuarela (o al menos esa parece la técnica) que los arquitectos incluyen en sus proyectos para que los profanos en el lenguaje técnico de esa profesión entiendan lo que se traen entre manos. No es, en este caso, una calle imaginaria. Es la última versión del paseo de Sant Joan. Dos amplísimas aceras son el marco de los carriles de circulación, el central para las bicicletas, dos para el transporte público y solo dos (uno en cada sentido de la marcha) para el vehículo privado. Es, como se dice en el libro, un espacio pensado, no un calco de otros paseos de la ciudad ya existente. La copia sin más, sin sacar lecciones de los errores y los aciertos, no es la mejor manera de construir el futuro.