CITA CON LAS URNAS

El efecto Valls no cuaja y queda lejos de sus expectativas

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zentauroepp48347363 valls190527011554 / XAVIER JUBIERRE

Júlia Regué

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Manuel Valls cruzó los Pirineos decidido a ser el nuevo alcalde de Barcelona. Se presentó a las elecciones municipales con un artefacto político de aspiraciones gubernamentales que le obligaban a lograr una victoria en solitario. El resultado quedó muy lejos de sus propias expectativas, y deberá conformarse con el cuarto puesto a la cola de ERC, BComú y el PSC. 

El exprimer ministro francés salvó los muebles a Ciutadans con una candidatura más allá de las filas naranjas, forjada junto a exsocialistas y personalidades del catalanismo liberal, con una firme voluntad de "transversalidad". Confiaba hasta el último minuto en remontar los malos presagios de las encuestas, pero resultaron no ir del todo desencaminadas. No dio la campanada que anhelaba: cosechó seis concejales, uno más de los que logró Ciutadans en el 2015, pasando de un 11,03% de los votos a un 13,20%. Unas 22.222 papeletas más, aunque para él suponen una derrota: "No he logrado el propósito que me había planteado de frenar el populismo y el independentismo en Barcelona. He fracasado en esto y es decisivo que no nos quedemos quietos", espetó, escoltado por los miembros más destacados de su lista. 

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Advertencia a Cs

Caras largas y miradas al suelo rodearon la escena. Valls afrontó con elegancia la situación: achacó las cifras al contexto, con elecciones andaluzas y generales de por medio, y culpó de los resultados al PSC, PP y Cs por falta de unidad. Puso sobre la mesa su experiencia política para tejer una "estrategia de colaboración constitucionalista" cara al futuro y lanzó un ultimátum a Cs para que no pacte con la extrema derecha en municipios y comunidades autónomas. "Toda alianza con Vox sería para mí una ruptura total y definitiva", aseveró y pidió "con mucha humildad" que se le "escuche" en este asunto. Y es que Valls ya había levantado la voz contra la fotografía de la triple derecha en la plaza de Colón y contra el pacto andaluz, motivos que hicieron saltar las primeras costuras en el seno de la coalición.

Valls trató de cambiar el rumbo de las encuestas en la recta final de la quincena, incrementando sus ataques al candidato del PSC, Jaume Collboni, para tratar de hacerse un hueco en el podio que ya daba por hecho un reñido pulso entre Ada Colau y Ernest Maragall por la victoria. Sin embargo, el PSC supo librar batalla, exprimir los resultados de las elecciones generales que afianzaron a Pedro Sánchez y situarse por delante con una diferencia de dos escaños. 

¿Una candidatura prematura?

El postulante estrenó su campaña electoral en septiembre, anunciando en toda una puesta de largo una candidatura decidida a plantar cara al "populismo" y el "independentismo". Encontró a Ciutadans como patrocinador, pero no se le dio más peso del acordado: su nombre en la papeleta, cerca de la mitad de los primeros puestos y espaldarazos en los actos más concurridos por parte de Inés Arrimadas. Ni rastro de Albert Rivera

El alcaldable se pateó la ciudad para recabar apoyos más allá del mundo empresarial, acercándose a juristas y destacados rostros del mundo de la cultura. Para algunos miembros de la candidatura el lanzamiento del 'outsider' fue demasiado prematuro y evadió el efecto ilusorio; para otros, incluso el mismo Valls, la campaña se ha hecho demasiado corta y no ha tenido tiempo de fortalecerse y de que sus propuestas llegasen a todos los hogares. 

Hoy comienza una segunda etapa política para Valls. Fuentes de su entorno aseguran que no entra en sus planes renunciar al escaño, sino todo lo contrario, pretende amarrarse a la oposición y ejercer un contrapeso "muy duro". El líder de la papeleta decidió expresarlo con mucha más contundencia para cortar eventuales especulaciones: "Mi compromiso con Barcelona está vivo, esto ha sido una primera etapa y yo continúo", zanjó.