BARCELONEANDO

La épica del Vallbona

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Mauricio Bernal

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Para entender cabalmente el valor que tiene que el Racing Vallbona C.F. se encuentre a solo un triunfo de la gloria hay que retroceder una década, hasta esa coyuntura aciaga marcada por la renuncia de la junta directiva y toda la plantilla de jugadores. "No quedó nadie", dice el hoy presidente, José Palomo. "El campo era de tierra y nadie quería jugar aquí, y no había ni agua para regarlo". Dos veces se convocaron elecciones, pero nadie se presentó. Palomo, miembro de una familia vinculada desde siempre al club –fue jugador en su día y es hijo del histórico presidente homónimo–, tomó el mando cuando nadie quería hacerlo y se sacó de la chistera un equipo de amigos que reclutó por el barrio con el único objetivo de poder inscribirlo en el campeonato. "Era gente que conocíamos, algunos que no habían tocado un balón en su vida. Encontrábamos a un conocido por la calle y le decíamos: 'Ven aquí, te vamos a hacer la ficha'".

Hace 10 años el presidente formó un equipo de amigos para poder inscribirlo en el torneo

El Vallbona, entonces en Tercera Territorial, encajó como nunca en el concepto de "equipo de barrio". Juan Bonal, el entrenador, se ganaba la vida conduciendo un camión de la basura. 'El Butra' era chatarrero. Había un instalador de toldos. "Lo pasábamos bien, disfrutábamos", recuerda Palomo. El presidente conserva en su teléfono las fotos de las celebraciones de la época, cuando el equipo, entre birras y sonrisas, festejaba hasta las derrotas. "Solo ganamos dos partidos en toda la temporada, pero era fabuloso porque éramos un grupo de amigos". La trayectoria de este club humilde integrado por gente humilde del barrio levantado en las postrimerías de Nou Barris ha conocido desde entonces altos y bajos, se han ido jugadores y han llegado nuevos, pero "la esencia", dice Palomo, "se mantiene", y es ese sucedáneo de magia el que alimenta la conjura colectiva de cara a la cita clave de la temporada, el próximo domingo en la Vallbonera. Se espera una gran entrada. En el barrio no se habla de otra cosa.

Sesenta butacas

"Le decimos la Vallbonera, sí…", sonríe Palomo. Hacer paronimia con la Bombonera para renombrar el campo donde juega el equipo –de césped, finalmente, en el 2014– trasciende el mero juego de palabras: es la expresión de un espíritu futbolístico. Boca, se ha dicho siempre, es el equipo del pueblo. Sesenta butacas tiene el campo pero este domingo, para la gran cita, se espera que el barrio se vuelque, y que acudan unos 300, 400 espectadores. No es menos que una final de infarto, como dicta la jerga que hay que denominar a las grandes batallas: a la última jornada del Grupo 11 de la Tercera División Catalana llegan empatados en el liderato el Vallbona y el Can Buxeres, los dos con 73 puntos. Está adelante el Vallbona por la diferencia de goles, y los dos cierran el torneo con sendos partidos contra clubes de media tabla. Al equipo de Nou Barris le basta con ganar el domingo en su campo para conseguir lo que nunca en sus 54 años de historia: ganar el campeonato y ascender directamente a Segunda Catalana.

En la historia reciente del club hay jugadores en el paro y jugadores que no tenían para comer

"Hay muchos nervios", dice el presidente, expresión andante del espíritu de superación que impregna al equipo toda vez que triunfa a diario sobre los efectos de una esclerosis múltiple. Ha llegado lejos, el Vallbona, y lo ha hecho con épica, que suele ser patrimonio de los humildes. La historia más inmediata del club incluye a jugadores en el paro, y a jugadores que no tenían para comer y a los que el club les gestionó una ayuda, y a jugadores a los que había que pagarles la T-10 para que pudieran ir a los entrenamientos. El espíritu de la Vallbonera es ese: la celebración de gestas que van más allá de lo deportivo. "El domingo, todos a la Vallbonera. Podemos hacer historia. ¡Os esperamos! ¡Juntos podemos!", se lee en las redes sociales del club. Viejo zorro con más de una década al frente del proyecto, el presidente mantiene la prudencia: "No podemos fiarnos". Luego sonríe.