Vértigo de espejos en el Cosmocaixa

Como todos saben, Alicia le dijo al gatito: "¡Ay, gatito, qué bonito sería si pudiéramos penetrar en la casa del espejo! ¡Estoy segura que ha de tener la mar de cosas bellas! Juguemos a que existe alguna manera de atravesar el espejo; juguemos a que el cristal se hace blando como si fuera una gasa de forma que pudiéramos pasar a través. ¡¿Pero cómo?! ¡¡Si parece que se está empañando ahora mismo y convirtiéndose en una especie de niebla!! ¡Apuesto a que ahora me sería muy fácil pasar a través!".

Entonces, como todos saben, Alicia cruzó el espejo. Lo primero que comprobó es que el fuego ardía en la chimenea, exactamente igual que al otro lado.

"¡Bienvenidos al otro lado del espejo! Como Alicia, te invitamos a preguntarte qué nos muestran realmente los espejos. ¿Lo que vemos es la realidad?".

La otra realidad

El personaje más famoso de Lewis Carroll es una presencia constante en los pasillos de 'Miralls', la exposición inaugurada hace unos días en Cosmocaixa, en el fondo y en la forma una invitación a cruzar la frontera inconcebible. ¿Qué hay del otro lado? Uno espera doblez, por supuesto, pero también exuberancia, si puede ser extravagancia; uno espera nada menos que otro mundo y uno espera algo pariente del vértigo. Uno espera confusión. ¿No le pregunta la Oruga a Alicia quién es, y no es Alicia incapaz de responder? Uno espera eso: no saber quién es. Uno espera, en resumen, extraviarse; preguntarse, entre espejos, quién es uno de verdad.

"Es una exposición que te puede hacer pensar en lo que eres", dice la coordinadora, Lola Ruiz

"Cuando pasas el primer ámbito tienes que estar convencido de que quizá la realidad no es exactamente lo que refleja el espejo", dice Lola Ruiz, coordinadora de la muestra. "En un anamorfismo, por ejemplo, hay que preguntarse dónde está la realidad: ¿está en el espejo o en el dibujo deformado? Se trata de una exposición que te puede hacer pensar en lo que eres, en tu identidad, pensar si es tu identidad lo que te devuelve un espejo. A veces resulta un poco excitante: los niños cuando vienen y se ven reflejados hasta el infinito se excitan mucho".

"¿Qué demonios...?"

Cosmocaixa se ha pertrechado para la ocasión con una ostentosa variedad de espejos: cóncavos, convexos, esféricos, parabólicos, simétricos, asimétricos… y un largo etcétera. "¿Qué demonios?", es una pregunta que fácilmente puede hacerse el visitante, por ejemplo cuando se introduce en el caleidoscopio gigante. Los niños, esos seres excitables, a este artilugio tienen la precaución de asomarse primero, como a un precipicio en lugar de a un pasillo hecho de espejos; un endemoniado pasillo de espejos. ¿Y si fuera un precipicio? ¿O si fuera una mera fantasía, la de alguien que mirando por un caleidoscopio se vio a sí mismo en el interior, minúsculo y rodeado de espejos, compuesto, descompuesto y vuelto a componer?

La muestra combina juego, divulgación científica e interpelación del yo

En una exposición que –hablamos de Cosmocaixa– es a la vez juego y divulgación científica (hay física y matemáticas, por supuesto; hay telescopios y periscopios, hay interferómetros y sextantes; hay toda una parte, se da por descontado, consagrada a la utilidad científica del objeto), resulta que el visitante puede salir por la puerta como expulsado de una cabal sesión de psicoanálisis. Lo expresa una cartela cerca del final: "¿Quién demonios soy yo? ¡Ah, ese es el gran enigma!". Y luego: "Acabas de comprobar que somos una suma de fragmentos".

Alicia y la Oruga

Porque, como todos saben, "la Oruga y Alicia se estuvieron mirando un rato en silencio: por fin, la Oruga se sacó la pipa de la boca y se dirigió a la niña con voz lánguida y adormilada:

-¿Quién eres tú? –dijo la Oruga".

Y como todos saben, "Alicia contestó un poco intimidada:

-Apenas sé, señora, lo que soy en este momento… Sí sé quién era al levantarme esta mañana, pero creo que he cambiado varias veces desde entonces".