BARCELONEANDO

Ya tardan en subir a Montjuïc

Llegar al MNAC con el Salón del Automóvil de por medio se antoja harto difícil pero no imposible. La gesta tiene recompensa: la exposición de Bermejo, pintor que no mueve masas pero que debería

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Natàlia Farré

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Ya tardan. Hay que ir. Sí o sí. ¿Dónde? Al MNAC. ¿Por qué? Por Bartolomé Bermejo (1440-1501). En el Palau Nacional luce el que fue el mejor artista de la Península del siglo XV (con permiso de Juan de Flandes, por supuesto). No es un autor que mueva masas, pero debería. Los que entran a verlo salen sorprendidos. Es lo que tiene descubrir a un genio de forma inesperada. Entrar sin grandes perspectivas y salir alucinando en colores (no en vano el uso del cromatismo era una de las muchísimas habilidades del pintor). Un genio que de haber nacido en otros lares tendría fortuna crítica y colas en la entrada.

Pero no. El hecho es que nació en Córdoba y ejerció en la corona de Aragón. Y el hecho es que somos así: capaces de hacer quilómetros para ver a grandes maestros de otras partes e incapaces de subir a Montjuïc. Cierto es que con el Salón del Automóvil de por medio (literalmente, en medio) la cosa se antoja harto difícil pero no imposible. Los años en los que las cuatro ruedas lucen en la avenida de Maria Cristina, llegar al Palau Nacional es hacer una yincana: el acceso natural por la plaza de Espanya está cortado y hay que ir de excursión por la calle de Lleida. Si no hay feria, la accesibilidad mejora pero tampoco es para tirar cohetes. Una parada de autobús en medio de la nada es lo más cercano que hay del MNAC, si no se sube a pie. Así que ahí va un recuerdo para los alcaldables: el museo es nacional pero el entorno, la seguridad, el acceso, el edificio y parte de la colección es municipal.

Sin rastro documental

Dicho lo cual, lo suyo es volver a Bermejo. Poco se sabe de este personaje que se cree fue un judío converso que se pasó la vida esquivando la Inquisición. Condición que explicaría su nomadismo (València, Daroca, Zaragoza) y, finalmente, su llegada a Barcelona. Aquí los hombres de Torquemada juzgaban poco por entonces. Y de hacerlo lo hacían en el Palau Reial Major, donde aún luce el escudo del Santo Oficio en uno de los muros de la plaza de Sant Iu. Se supone que Bermejo residió en Barcelona durante 15 años. Y se supone que en Barcelona murió. Todo en condicional porque lo cierto es que poco rastro dejó el artista. Lo último que se sabe de él es que, en 1500 y 1501, se le pagó por el diseño de dos vitrales. Las piezas, que representaban la Fe y la Esperanza, tenían como destino la sala de contrataciones de la Llotja. Posiblemente en algún momento allí lucieron pero ya no lo hacen. A partir de aquí, silencio documental.

El vitral 'Noli me tangere' que Bermejo diseñó para la capilla bautismal de la catedral.

¿Se fue? No hay nada que lo indique. ¿Murió? Más de lo mismo. Todo muy extraño habida cuenta de que los protocolos notariales de la ciudad se conservan y que en esa época no había gestión que no quedara registrada. Lo primero que se sabe de él en Barcelona es una derrota. La que tuvo, en 1486, frente a Jaume Huguet, el gran pintor gótico catalán de la segunda mitad del XV, en el concurso que se organizó para decorar las puertas del órgano de Santa Maria del Mar. Luego le sonrió la suerte: Lluís Desplà, arcediano de la catedral de Barcelona, erudito y humanista, además de férreo opositor a la instalación de la Inquisición en la ciudad, lo acogió bajo su protección. Fue entonces cuando pintó, en 1490, su gran obra maestra: la 'Pietat desplà', presente en la exposición pero cuya ubicación habitual es el museo catedralicio, donde reina a los pies de su comitente.

La Moreneta blanca

En la seo, en la capilla bautismal, luce también una de sus piezas más desconocidas: el 'Noli me tangere', un vitral que diseñó para el vidriero Gil Fontanet y por el que, en 1495, recibió un primer pago de 10 libras, según consta en el Libro de Obra de la catedral. La vidriera está siempre a la vista, pero la exposición cierra el 19 de mayo. Volver a ver 21 obras de Bermejo reunidas es algo que no va a suceder en tiempo. Su producción es poca y está repartida por el mundo. Aun así, el Palau acoge tres de las cinco obras maestras del creador. La 'Pietat Desplà' ha recorrido un tramo corto, pero el fascinante 'San Miguel triunfante sobre el demonio con el donante Antoni Joan' ha viajado desde Londres y el no menos fascinante 'Tríptico de la Virgen de Montserrat', con una Moreneta todavía blanca, desde Acqui Terme. No ha sido fácil, pues en la localidad italiana es una querida pieza de culto para los feligreses de su catedral y raramente se mueve.

Lo dicho, ya tardan y el tiempo apremia. Habrá próxima parada, sí, pero en Londres, punto que requiere una excursión más larga que coronar Montjuïc.