Cita con las urnas

Barcelona avanza hacia un gobierno de socios tras el 26-M

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Toni Sust

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¿Cuándo comenzó la precampaña municipal de Barcelona? Quizá fue en septiembre pasado, entre el día 20 y el 25, cuando ERC anunció que Ernest Maragall iba a reemplazar a Alfred Bosch como candidato y Manuel Valls confirmó que optaría a la alcaldía de Barcelona. El desenlace se acerca. La semana que viene se inicia la campaña electoral. Si el resultado de las elecciones del 26 de mayo se prevé muy ajustado, lo que sí se considera indiscutible es que el próximo gobierno de la ciudad será compartido por lo menos por dos partidos. Existe un ramillete de posibilidades de pacto: ERC con Barcelona en Comú; ERC con Junts per Catalunya; Barcelona en Comú con el PSC, entre otras variaciones.

En el mandato que concluye, la gestión de Ada Colau se ha visto marcada por el hecho de disponer de tan sólo 11 concejales: le era imposible superar votaciones sin el respaldo de dos y hasta tres de los grupos de la oposición. Incluso durante el año y medio que tuvo al PSC como socio, periodo en el que el gobierno sumó 15 concejales, Colau se vio bloqueada por la escasez: seguía necesitando a uno o dos grupos más.

Triple empate

Hasta el mismo 26 de mayo no se descubrirán las cartas, pero está muy extendida la teoría de que la contienda podría acabar en un triple empate o una gran cercanía entre los resultados de ERC, de Barcelona en Comú y del PSC. Los republicanos han encabezado las encuestas hasta ahora conocidas, y los ‘comuns’ han quedado algo por debajo, pero no lejos.

Si 'comuns' y exconvergentes consiguieran resultados cercanos nadie entendería que ERC prefiriera a los primeros

Los socialistas han visto como el tiempo les iba situando como un participante a tener en cuenta por varios factores: la constatación de que la lista de Valls perdía fuelle y de que mucho voto antiindependentista prefiere optar por el PSC que por el exprimer ministro francés, y la victoria de Pedro Sánchez en las legislativas del 28 de abril, que permite a Jaume Collboni, como ya ha hecho, esgrimir la carta de que es el alcaldable más amigo del Gobierno central.

Valls y el antecedente de Colau

También es evidente que el triple empate puede ser distinto, o no darse. Alguna sorpresa tendrán que registrar las municipales: ¿y si Valls acaba logrando un buen resultado? El problema del candidato que recibe el apoyo de Ciutadans es que el planteamiento de su proyecto pasa –o pasaba- por una victoria en solitario, al estilo de Colau en el 2015.

La ley electoral prevé, en el caso de los ayuntamientos, que gobierne el cabeza de la lista más votada si ningún grupo obtiene en la mayoría absoluta -fijada en 21 concejales en Barcelona- y si además no existe un acuerdo entre varios grupos que sumen esa cifra. Colau fue alcaldesa porque sus rivales no llegaron a un acuerdo, algo lógico, porque eso equivalía a que ERC y Ciutadans o el PP tuvieran que gobernar juntos, pese que CiU planteó un acuerdo in extremis que no prosperó.

Barcelona en Comú no halla problema en volver a pactar con Collboni, pero no quiere ver ni en pintura a Alamany

Cuando Societat Civil Catalana tentó a Valls para que se apuntara a la aventura en la que ha encontrado la colaboración de Ciutadans, ese era el planteamiento. Quedar primero y gobernar. Sin embargo, el resto de grupos se preocuparon de dejar claro a quienes quisieran escucharlo que si se daba ese caso, se encontraría una mayoría de 21 concejales como fuera para cerrarle las puertas de la alcaldía al exprimer ministro.

Las alternativas de pacto

Barcelona en Comú descarta un pacto con Junts per Catalunya -que descarta un pacto con Barcelona en Comú- y reclama al PSC que descarte un acuerdo con Valls. Pero el PSC no descarta pactar con Valls, propone un gobierno de concentración, como también hacae Valls, incluyendo en su oferta al PSC. Una posible entente que Albert Rivera se apresuró a descartar en su día por considerar que los socialistas son casi nacionalistas. Barcelona en Comú aboga por un pacto con ERC y el PSC, pese a que ambos han descartado gobernar juntos: los republicanos repudian a los socialistas por su antiindependentismo, y los socialistas a los republicanos por su secesionismo. Mucho descarte de salón y muchas cartas guardadas.

En el mundo del independentismo más combativo, el de Twitter, por así definirlo, se da por hecho que Maragall y Colau tienen más que ultimado un acuerdo para gobernar juntos. Un pacto por el que ERC se distanciaría finalmente del mundo posconvergente y acometería el crecimiento necesario para lograr, finalmente, la hegemonía política en Catalunya. Maragall apuesta públicamente por gobernar Barcelona con Colau y con Junts per Catalunya, un trío inviable: tanto los ‘comuns’ como los posconvergentes lo rechazan sin dejar espacio a la duda.

Sumas viables e inviables

Un político con la veteranía del alcaldable republicano debe de tener claro que la fórmula no se concretará, pero al proponerla mitiga la denuncia potencial de uno y otro bando: por un lado, la de que en realidad persigue reeditar en el consistorio el pacto con JxCat con el que gobierna la Generalitat. Por el otro, la de que prefiere a los ‘comuns’ para matar al padre convergente.

El posible pacto independentista tendría sentido si la aritmética lo hace posible: en el caso hipotético de que Junts per Catalunya obtenga un resultado similar al de Barcelona en Comú, ¿cómo podría Maragall justificar que prefiere a Colau a los que ya son sus socios? ¿Cómo explicaría al independentismo de calle que opta por una alcaldesa que hoy apoya al secesionismo y mañana lo mira con distancia?

Los ‘comuns’ enfocaron las elecciones del 26 de mayo planteando la colisión con Valls con la esperanza de que ERC y Junts per Catalunya se desgasten y pierdan fuelle ante Colau. Fuentes de Barcelona en Comú consideran “imposible” que republicanos y posconvergentes sumen los suficientes concejales para gobernar juntos, así que confían en pactar con ERC o con el PSC.

Jaume sí, Elisenda no

Los casos personales también afectan a los pactos. Pese a que Collboni quedó visiblemente dolido por la expulsión del PSC del gobierno a raíz del apoyo de los socialistas a la aplicación del artículo 155 en Catalunya, y de que no ha ahorrado críticas vitriólicas a la gestión de la alcaldesa, los ‘comuns’ afirman que no tendrían ningún problema en volver a tenerlo como socio.

En cambio, sí ven todos los obstáculos en el hecho de que la número dos de ERC, Elisenda Alamany, esté en el tablero de ajedrez municipal. La figura de Alamany, subrayan varios miembros de Bcomú, será un problema para cerrar un pacto. Su salida de los ‘comuns’ y su incorporación a la lista de Maragall ha dolido mucho y nadie en la galaxia de Colau contempla que quede abierta la posibilidad de que ella sea alcaldesa si Maragall dejara el consistorio.

Graupera y Bou

Hay actores que podrían acaba saliendo o no en la foto final del nuevo plenario municipal. Uno es el candidato del PP, Josep Bou. Las encuestas indican desde hace meses que el partido no alcanzará el 5% de los votos necesario para obtener representación en el consistorio. Pero después de conocer el destino que las urnas han deparado a Pablo Casado poca gente apostaría su dinero a que el empresario panificador será concejal.

En el caso de Jordi Graupera, el cabeza de lista de Barcelona És Capital-Primàries, su repercusión en las redes sociales –el viernes exigió presencia en los medios por considerar que hereda los derechos del concejal no adscrito Gerard Ardanuy- sugiere que alberga opciones de lograr la entrada en el consistorio. Los republicanos advierten desde hace meses que Graupera logrará un número considerable de votos que no le permitirá entrar en el ayuntamiento y sí en cambio erosionarlos. En definitiva, una llamada de ERC al voto útil que se ha visto reforzada por el caso de Albano Dante Fachín en las legislativas: obtuvo 113.000 votos pero acabó quedándose fuera del Congreso.. La CUP, con Anna Saliente como alcaldable, conserva sus opciones de repetir representación y no está en ninguna quiniela de pacto poselectoral.