Las películas del mandato
Colau, la regulación hotelera y las plagas de langostas
Algunos de los rivales de Ada Colau lo recuerdan como una de las tragedias fundacionales y se refieren a él casi como a un miembro fantasma: el hotel amputado, el Four Seasons que iba a instalarse en el edificio del Deutsche Bank en paseo de Gràcia con la Diagonal. El gobierno de Xavier Trias, con el apoyo del PP, había aprobado, unos meses antes de las municipales en las que fue derrotado por Colau, un acuerdo a varias bandas que permitía el hotel y dejaba en manos del consistorio el taller Masriera, un singular templo de tintes neoclásicos construido a finales del siglo XIX en la calle de Bailèn.
Colau frustró esa operación, los promotores del hotel decidieron replantear el proyecto y el acuerdo de Trias se fue al garete: el taller Masriera sigue misteriosamente cerrado, como de hecho lleva décadas. Donde tenía que ir el Four Seasons habrá apartamentos de lujo. Y eso es lo que denuncian los rivales: donde se iban a crear 400 puestos de trabajo se generarán solo una veintena. El del Four Seasons, convertido en un símbolo, es un caso entre varios de los que se toparon con la nueva línea impuesta por Barcelona en Comú al frente del ayuntamiento, la regulación hotelera, que frenó la apertura de establecimientos en el centro. La moratoria de apartamentos turísticos ya estaba establecida: lo hizo Trias en el 2014. Colau se ha centrado en el combate de los pisos turísticos ilegales, uno de los pocos campos en los que la oposición aplaude su gestión.
Venecia y la turismofobia
De fondo, el debate partía de cómo debe actuar una ciudad que se convierte en uno de los principales destinos turísticos. Hasta ahora, la visión era más o menos la de congratularse por el dinero que recibe la ciudad. Hasta que empezaron las voces que, poco a poco y en considerable minoría, alertaron de que el riesgo era el de ceder la ciudad a los visitantes, la de convertirse en Venecia.
Esas voces encontraron réplica en otras, las que denunciaron que el gobierno de Colau promocionaba la turismofobia, una corriente que a estas alturas parece más apaciguada y que tuvo su cénit con algunas acciones: pintadas y huevos arrojados a hoteles, en el Poblenou y en Gràcia, el ataque a un Bus Turístic al que se pincharon las ruedas junto al Camp Nou.
Mas turistas que vecinos
En algunas zonas había más turistas que vecinos, dice la alcaldesa, que ha llegado a denunciar que incluso para los turistas es mala la masificación de turistas. También las encuestas municipales alimentaron el discurso de Barcelona en Comú: durante el mandato, el turismo se convirtió por primera vez en el principal problema de la ciudad, según el Barómetro municipal. El gobierno puede atribuirse algo: nadie hablaba antes de poner límites al turismo. Todos comparten a estas alturas que alguna regulación era necesaria.
En enero del 2017, el veto, aunque no en toda Barcelona, se convirtió en norma, al aprobarse el Plan Urbanístico Espacial de Alojamientos Turísticos (PEUAT). Para sacarlo adelante, Colau contó con el apoyo de su entonces socio, el PSC, con el de ERC –que a cambió pidió redoblar el número de inspectores de pisos turísticos ilegales– y con la abstención de la CUP.
El PEUAT distingue esencialmente entre tres zonas. En la más céntrica, impide la instalación de nuevos hoteles: la idea es que a la larga se concrete un decrecimiento de la oferta. En una segunda área, permite que un establecimiento abra sus puertas si las cierra otro hotel. En una tercera zona, la más alejada del centro, sí permite nuevos hoteles, al igual que en los espacios de regulación especial que forman la cuarta. La oposición aboga por flexibilizar el sistema en función de cómo evolucione.
30 hoteles menos
Se calcula que el PEUAT ha dejado a Barcelona sin unos 30 hoteles. Para algunos es una tragedia, esencialmente para los hoteleros. Afirman que el PEUAT ahuyentará proyectos de calidad. Otras críticas a la norma: ha beneficiado a quien ya tenía hotel en el centro. Le ha dejado sin competencia. Otra consecuencia: se ha beneficiado a ciudades adyacentes, como L’Hospitalet, que ha acogido proyectos que podrían haberse quedado en Barcelona. Si uno comparte la convicción de que la concepción metropolitana es el futuro, no se antoja un efecto negativo, al margen de que los que duerman en L’Hospitalet sigan visitando los mismos centros turísticos barceloneses.
El ayuntamiento exhibe el aumento de peticiones para instalar hoteles alejados del centro que ha suscitado el PEUAT. Y aunque los hoteles se han comido esta pieza, hay que citar el caso de los cruceristas. Siguen viniendo, pese a que se ha reformulado su ubicación. Ya lo hacían hace décadas, como consignó este diario recordando el capítulo de Vacaciones en el mar en el que la serie recaló en Barcelona. Últimamente, los cruceristas han sido noticia porque la todavía concejala de Ciutat Vella, Gala Pin, decidió optar por la brocha gorda al señalarlos: "Son como una plaga de langostas".
Las películas / series
<strong>'El turismo es un gran invento' (1968)</strong>
Y la semana que viene, la última película: 'Alcaldessa', del runrún al superpower.
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