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La democracia tiene sus 'kellys'

La lotería de las mesas electorales está de nuevo en marcha con el agotador recuerdo de las generales aún presente

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Carles Cols

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La protagonista de este relato pide que no se publique su nombre, solo sus circunstancias, o sea, que fue presidenta de una mesa electoral en Poblenou el pasado domingo. Que entró en el colegio electoral a las ocho de la mañana y que entregó las actas en la Ciutat de la Justícia a las 3.25 horas de la madrugada. A las cuatro de la madrugada, tras compartir un taxi a escote, se metía en la cama. La fiesta de la democracia fue para ella una ‘rave’ de 20 horas. Como pide anonimato, habrá que ponerle un nombre inventado. Mafalda, por ejemplo, no por lo que decía y definía al personaje de Quino, sino porque su mascota, una tortuga, se llamaba Burocracia.

Una 'kelly' de Salou gana cuatro euros por hora. A Mafalda, nuestra presidenta de mesa, le salió a 3,25 la hora e hizo 20. Seguidas

La oportunidad de repasar los sinsabores de ser presidente de una mesa electoral viene al caso porque el próximo 26 de mayo vuelven las urnas, las municipales y las europeas, y esta semana han comenzado a llegar a algunos hogares las notificaciones. A Mafalda le llegó un par de semanas antes del 28-A. "Cariño, ¿esperas algo de Amazon?, han llamado a la puerta y ahora suben". Supuso que sería una multa. Fue peor. Eso lo descubrió el domingo, no porque le pareciera mal poner su pequeña gota de aceite al engranaje de la democracia, sino porque descubrió lo que los veteranos en esta tarea, los que repiten como vocales o presidentes, ya saben desde hace tiempo, que el voto y el recuento son una artesanía, que la página web del Ministerio del Interior en la que se pueden seguir minuto a minuto los resultados las noches electorales será la repera (que lo es), pero que tras ella se esconde un sistema de cuando Chanquete aún estaba vivo. "A mí me toco también hace 10 años y no ha cambiado nada", le avisó un vocal de otra mesa al ver su cara de estupor cuando se enfrentó a las hojas de calcar, ya saben, esas en que por mucho que castigues la punta del bolígrafo el trazo es imperceptible en la tercera página. "¿Me la puedes repasar para que se lea mejor?", le pidió el apoderado de un partido.

Mafalda tiene algunas cifras para asustar a los afortunados del próximo 26-M. En su mesa, el censo de votantes era de poco más de 1.100 electores. Votaron 865. Eso ofrece una media de 78 electores por hora, menos de un minuto por cada dos papeletas, Congreso y Senado, que parecerá una tarea asumible, salvo si el vocal tiene problemas con el abecedario, como era el caso, y a la otra vocal se le entumecía la mano de tanto anotar el nombre de todos y cada uno de los electores a mano durante 11 horas. Es inevitable pensar en la parodia del fordismo de Charles Chaplin en ‘Tiempos modernos’.

Lavabo infantil

Más cifras. Una 'kelly’ de Salou, según revelaba hace un año la prensa local tarraconense, gana unos cuatro euros por hora. Mafalda ganó el domingo 3,25 euros por hora siempre y cuando se acepte que su jornada comenzó a las ocho de la mañana y terminó cuando regresó a casa. Los presidentes de mesa reciben una compensación de 65 euros por su tarea, siempre y cuando a primera hora traigan perfectamente rellenado el formulario de transferencia bancaria. No hay tentempié. No hay botellines de agua. Al baño, en su caso, había que ir al lavabo de los niños. El del profesorado de la escuela estaba cerrado con llave.

El recuento del Senado es un sudoku en el que solo falta Incitatus, que sus votos se llevaría

El recuento fue lento. El aumento de la participación nunca ha ido de la mano de un mayor número de mesas de votación. Hay que contar los sobres por una parte, los votos, por otra, y rezar porque la segunda cifra no sea mayor que la primera. Al revés, no es problema. Son votos en blanco. Es laborioso. El problema es que cuando se completa esta tarea, toca el Senado. A los apoderados parece que eso se la trae al pairo. Con los datos del Congreso ya les basta y se van. Entonces, entre llamadas de la Junta Electoral, que mete prisa, y de la empresa encargada de las alarmas de la escuela, toca una suerte de sudoku en una hoja Din A3. A la gente no le gusta el menú de los partidos. Votan a la carta. Si Calígula presenta a Incitatus, a lo mejor le ponen una equis.

Pasada la una de la madrugada, parece que todo cuadra. El reto es entonces encontrar un taxi con destino a la Ciutat de la Justícia. Lo paga la casa. El de ida. El de vuelta, no. Es como la ‘nuit’ barcelonesa de hace tres lustros cuando bajaba la persiana Construmat, que el cliente le decía al taxista "lléveme a…" y el conductor terminaba la frase con un "…Bailén 22". La madrugada postelectoral es un frenético puente aéreo con destino a la Ciutat de la Justícia. "Éramos tres. Nos dijeron que el taxi nos lo abonarían en la primera planta, pero los funcionarios ya se habían ido". Para cobrar, pues, había que ir el lunes a la Delegación del Gobierno.

Mafalda llegó a casa poco antes de las cuatro de la madrugada. Apenas sabía nada del resultado electoral. Como las ‘kellys’ del hotel en el que trabajan.