BARCELONEANDO

Vamos a bañar al perro

Sant Antoni acoge un nuevo local para la higiene exhaustiva de perros, gatos y otros animales

Autolavado de mascotas: Fresh Animals

Autolavado de mascotas: Fresh Animals / periodico

Mauricio Bernal

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Algunos cerebros ochenteros tienen tendencia a ver a un animal dando vueltas en el interior de una lavadora en cuanto oyen la expresión "autolavado de mascotas", quizá porque se acuerdan de aquella escena en la que la Pantera Rosa, convertida en pompón rosa, volaba libremente después de someterse a una sesión completa de lavado y secado –hacia el cielo de las panteras, quién sabe–. Aparte de imposible la imagen es estrambótica, pero los que tienen mascotas y han puesto un pie en el universo del autolavado saben que el mundo real depara instantáneas no mucho menos insólitas, como una sala llena de cubículos transparentes donde los animales entran con su mugre a cuestas y brotan impolutos mientras sus propietarios se dedican a mirar sus mensajes en el teléfono. Igual que una lavadora, pero sin el centrifugado.

"La idea es facilitar el día a día de la gente que tiene mascotas", dice el propietario de Fresh Animals

En un mundo donde existen sastres para animales y psicólogos para animales, el autolavado para animales no debería llamar especialmente la atención. Pero lo hace. Cuando pasan ante la enorme vitrina del local de Fresh Animals, en el chaflán de Sepúlveda y Viladomat, la mayor parte de los peatones ceden a la tentación de pisar el freno y echar un vistazo en el interior, poco importa si hay perros, gatos, hámsteres o hurones en proceso de lavado, secado y desinfectado, o si no hay mamíferos a la vista y lo único en el horizonte son las máquinas y artilugios en modo de espera. Ya es bastante. El autolavado para mascotas del barrio de Sant Antoni lleva cuatro meses en funcionamiento y no es el primer lugar para autolavar mascotas en Barcelona, pero su aparición es sin duda un síntoma: hay dueños cada vez menos cómodos con la idea de meter a Pongo en la misma bañera donde la familia se enjabona a diario.

Las mangueras y el maná

A Pongo o a Spiky, el labrador. "Me soluciona las cosas –explica Joan Rigola, el dueño– poder venir cualquier día a cualquier hora. Está muy bien. El único problema es que Spiky tiene una capa de pelo muy espesa, en la práctica es como si tuviera tres capas. Tardo mucho en lavarlo bien, y el tiempo del crédito es corto". "El tiempo del crédito es corto" es una expresión que evidentemente remite al modo de operar del local. Fresh Animals no funciona según el modelo de cubículos, sino que tiene un par de 'bañeras' dotadas de varias mangueras de las que manan champú, suavizante, perfume, agua por supuesto, líquido antiparásitos y aire para el secado. Ningún maná brota ad infinitum –ni siquiera lo hizo el bíblico–, de ahí que haya un límite de tiempo, y el concepto de créditos. Dado que a veces las mascotas no precisan de un lavado exhaustivo, hay una plataforma para simplemente quitarles el mal olor y desinfectarlas. A veces se tiene la impresión de que las películas futuristas de los años 70 podrían haber incluido un lugar como este en sus cábalas. "Habrá un porvenir en el que los perros…"

Mucha gente se para a mirar, acaso a la espera de ver perros comentando las bondades del último perfume 

"La idea de todo esto es facilitar el día a día de la gente que tiene mascotas", dice Roberto Haboba, propietario del lugar. Como cualquier negocio de nuestro tiempo, el local pone a disposición de sus clientes una tarjeta que implica descuentos y fidelidad. Hay una máquina de 'vending' con productos como comida para gatos, perfumes afrutados, mascarillas hidratantes y huesos para perros. Hay una lavadora para la ropa del animal y una máquina para la desinfección de adminículos. Como en ese monumento al kitsch y recurso decorativo universal que es la serie de pinturas de ‘Perros jugando al póker’, quizá lo que en el fondo están deseosos de ver los peatones curiosos es una escena tan insólita como la de la pantera que vuela en dirección al cielo convertida en pompón rosa, por ejemplo un instante canino en el que al labrador Spiky se le ve dudoso ante la máquina de ‘vending’, incapaz de decidirse entre una mascarilla o un hueso, mientras el bóxer Rocky le pregunta al mastín Aquiles si el nuevo perfume le sienta bien. Cassius Marcellus Coolidge, el inefable artista de los perros jugando al póker, lo habría pintado mejor que nadie.