JOVEN SIN HOGAR

"Espero lograr de una vez la renta garantizada"

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zentauroepp47901276 alexander190426141616 / ALBERT BERTRAN

Elisenda Colell

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“Aquel día flipé, había tocado el cielo”. Así es como Alexander Oñós recuerda el día de agosto del año pasado cuando le dijeron que habían encontrado una plaza para un albergue municipal de Barcelona. Ha estado dos años viviendo en la calle, después de una brutal paliza que le dejó en coma y graves secuelas cerebrales. Sin embargo, le han denegado acceder a la renta garantizada por haber dejado un empleo donde se sentía “explotado”. Ahora la volverá a pedir. “Espero lograrlo esta vez”.

En el 2015 Alexander vivía con su familia en un modesto piso del Raval. Lo lograban pagar con la pensión de 400 euros de su madre enferma de cáncer y el sueldo de su padrastro. Este murió, y Alex tuvo que dejar los estudios para trabajar de camarero de piso de un hotel. Hasta que en el verano del 2015 su vida se truncó.

“Me dieron el día de fiesta, y me fui a jugar a básquet a la plaza Terenci Moix”. Unos chicos increparon a unas amigas, él las quiso defender, y recibió un golpe de 'skate' en el cráneo. Acabó con una contusión cerebral con hemorragia y estuvo en coma inducido durante dos meses. “Suerte que me desperté”. Luego vinieron las dos operaciones y el año de recuperación. “Pensé que no volvería a andar”. Pero lo ha logrado. Aunque mantiene algunas secuelas. Tiene amnesia, se desorienta y ha perdido los sentidos del gusto y el olfato. A veces le cuesta pronunciar.

En la calle tras el hospital

Pero al salir del hospital, no tenía donde ir. Habían desahuciado a su familia, que optó por “sobrevivir como pudo”. Nadie de los suyos se podía hacer cargo de él. Y tuvo que vivir en la calle. “Alguna vez se me infectaba la herida y tenía que volver al médico”, explica. En la calle aprendió, dice, sobre el cinismo, la amistad y la indiferencia de la sociedad. “Nadie ayuda a nadie”, sentencia.

Tras un año de espera, logró plaza en la Creu dels Molers, un albergue municipal de personas sin hogar gestionado por la fundación Sant Joan de Déu. Mientras tanto ha tenido algunos empleos. La mayoría son 'contratos clínex': de pocos días y mal pagados. Aunque el peor que recuerda fue cuando estuvo limpiando ollas en un restaurante. “Trabajaba más 12 horas al día, sin ventilación, y no llegaba a los mil euros brutos al mes”. Así que lo dejó. Pero cuando pidió la renta garantizada, estos ingresos se tuvieron en cuenta, y su petición fue denegada. "Me dicen que no por haber dejado aquel empleo", lamenta.

Ahora va a volver a pedir esta ayuda social. “Me gustaría formarme y poder pagar un piso”. Aunque en realidad su sueño es el de vivir en un barco. Alex solo tiene 28 años, y una mochila que ya pesa demasiado. Pero sigue soñando en una vida mejor. Para lograrlo, le apoya la obra social de la fundación Sant Joan de Déu, que con la campaña ‘Jo ho canvio tot’ quiere visibilizar su caso, y el de siete jóvenes más en situación de vulnerabilidad social. Porque la pobreza tampoco entiende de edades.