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Barcelona vista con gafas mexicanas

Anaïs Pareto regresa a su ciudad natal en busca de las desconocidas mujeres invisibles de Barcelona

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Carles Cols

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Si las cuentas no fallan, la cita para tomar un café con la cineasta Anaïs Pareto se ha demorado cuatro años. Fue en algún momento del 2015 que a través de terceros acordamos hablar sobre su trabajo tras la cámara, porque ese tercero me contó la sustancia de uno de sus primeros trabajos, un documental a seis manos sobre mujeres del servicio doméstico de Barcelona, bolivianas y ecuatorianas, sobre todo, que jugaban en una liga femenina de fútbol en campos de la periferia de la ciudad. Un tiempo después, por correo y con contraseña para ser visionado, me hizo llegar un cortometraje, 'La familia Hernández Cruz', que rodado casi íntegramente en un plano secuencia retrata la visita de una viuda y sus hijos a la tumba del padre fallecido tal y como con mágica naturalidad se celebra ese ritual en México. En un determinado momento, el hijo echa un chorrito de tequila sobre la tierra en la que yace su padre. "Salud papá". Resulta conmovedor.

Iba tras Pareto  desde que retrató la liga de mujeres inmigrantes, el fútbol más ignorado de la ciudad. Pero se fue

La cuestión es que Anaïs Pareto un día se enamoró de México y allí ha residido y se ha formado como directora de cine, de modo que había que esperar a que volviera, cuatro años nada menos, como si del soldado Svejk se tratara. Cuando acabe la guerra, a las seis de la tarde, en la tasca U Kalicha, previó Jaroslav Hasek, aunque en este caso, por cuestiones de comodidad, la cita es en el menos glamuroso Navia de la plaza de Joanic.

Antes de proseguir, una advertencia. El conjunto de la obra rodada por Pareto es en estas latitudes y longitudes mediterráneas aún inaccesible, incluso en Filmin, esa suerte de Casablanca donde, como un Rick Blaine o un Victor Laszlo, se refugian a veces películas ignoradas por las salas de exhibición, como 'La región salvaje', de un mexicano de aúpa, Amat Escalante, a la que habrá que volver luego, porque el país más sureño de América del Norte, como ha descubierto Pareto, reduce el realismo mágico de Colombia a la categoría de un cuento de 'Teo visita Macondo'.

Esta cineasta de Gràcia salió del horno de la ESCAC, la 'facultad' local de cine, en el 2007, justo un año antes del cataclismo económico. Los sueldos ya estaban por los suelos y los pisos, por las nubes, pero el futuro aún no era punki, así que de Barcelona saltó a San Antonio de los Baños, en Cuba, ciudad sede de la referencial ESCTB, una escuela de medios audiovisuales de gran prestigio, impulsada en su día nada menos que por Gabriel García Márquez gracias a su ascendente sobre Fidel Castro. Allí se encontró Pareto con que la mitad del alumnado era mexicano. Le fascinaron. Total, que para su siguiente parada formativa viajó un poco más hacia poniente, al Centro de Capacitación Cinematográfico (CCC) de México, otras escuela con un currículum que quita el hipo, que tuvo en sus orígenes como presidente honorífico a Luis Buñuel y que, durante unos años, solo aceptaba como estudiantes a licenciados en Filosofía.

El realismo mágico de México, según y como, reduce el de Colombia a un cuento de Teo visita Macondo

La cuestión es que tras esas tres escalas formativas, Pareto se encontró en mitad de un país en el que, como ella misma explica, resulta inimiginable el síndrome de la hoja en blanco, no saber qué contar. Así es México.  Aquello es un manantial de historias. También un plató de infinitos decorados. "Es la frontera entre Estados Unidos y Latinoamerica, pero una frontera inmensa, con selva, desiertos, megalópolis, 'cowboys', dos océanos" y, lo que más puede llenar esa hoja en blanco antes de rodar, una falla social de proporciones gigantescas entre la riqueza y la miseria, no de las dimensiones de la que retrata Alfonso Cuarón en 'Roma', ambientada en los años 70, sino mucho mayor, la actual.

En las escuelas de cine, explica Pareto, se aprende un oficio. Rodar con película de 35 milímetros, un bien escaso por su precio, obliga a pensar y sopesar las mejores soluciones. De ahí el mérito de aquel corto antes citado, la visita de los Hernández Cruz a la tumba del padre fallecido, ese compadreo con la muerte tan característico de la cultura mexicana, rodado casi sin cortes. No tiene, es obvio, la arquitectura del plano secuencia inicial de 'Sed de mal', ni lo pretende, pero la ausencia de montaje convierte al espectador en un personaje más de la visita familiar al camposanto.

Estos últmos años, Pareto ha hollado sus particulares 'cuatromiles'  y 'cincomiles' (cimas que no son menores, que requieren pulmón cinematográfico), como 'La banqueta', otro retrato social, que ganó sus premios en México y entró el programa oficial de la crítica del Festival de Cannes, o 'Sinvivir', muy aplaudida en el exquisito Festival Internacional de Cine de Morelia, una cita del calendario con imán suficiente como para recibir la visita de la crema mundial del cine más audaz (TarantinoKiarostamiPawlikoskiGreenawayGillianSoderberghVan Sant…) y, por supuesto, del mexicano, con el 'salvaje' Escalante antes mencionado, quien (y esta es una humildísima opinión) simboliza estupendamente hasta qué punto en México se adentran en fronteras inexploradas por ejemplo en España. Es lo que tiene aquel país, parece, que tienes una hoja en blanco y el problema no es llenarla, sino la qué descartas,

El caso es que Pareto ha regresado y, según cuenta, tiene en producción un largometraje sobre la Barcelona en la que no a menudo no se repara. Ha retomado el hilo de aquel documental, 'Tsunami', que, como trabajo de antropología audiovisual de la UB, realizó años atrás sobre las empleadas del servicio doméstico de la ciudad, que los fines de semana transmutaban en una suerte de 'belle de jour' futbolera. Ya tiene título, 'Santa Bárbara', un historión que relata implícitamente a través de su protagonista, la boliviana Bárbara, cómo en esta ciudad hay cientos de mujeres que han dejado hijos en suramérica a cargo de otros familiares, que mandan dinero a lo que un día fue su casa, pero ya no lo es. Aquí, cuenta Pareto porque ha trabado amistad con varias de ellas, han puesto el cuentakilómetros de sus vidas de nuevo a cero, incluso el moral, son invisibles para el el resto de la sociedad en la que ahora habitan, pero desde el punto de vista cinematográfico o sociológico son fascinantes. Un cofre del tesoro que próximamente será abierto.