HISTORIAS DE VIDA

"No solo empiezas de cero, sino que ves que tu currículo no vale para nada"

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zentauroepp47688109 barcelona 09 04 2019 mujeres precarias historias de mujeres190416142522 / ALBERT BERTRAN

Helena López

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La caída se produjo a los pocas semanas de su llegada, cuando sus dos hijos mayores se fueron a estudiar, su esposo a trabajar y ella se quedó en casa sola con el bebé. "Me sentí acorralada. Pensaba ¿qué hago yo aquí? A veces salía a la calle a comprar y me preguntaba dónde estaba. No sabía si estaba aquí o en mi país...", relata con dulzura Ana Priscila, quien trabajó durante 25 años como profesora de inglés en su Perú natal. "Si iba a un colegio a presentar el currículo de mi país, me decían que esto aquí no vale, pero después me iba a los supermercados, me daba igual de qué trabajar, yo quería trabajar, y me decían también que no porque no tenía experiencia de aquello; además de por mi edad, que tengo ya 46 años", narra sentada en el patio de la residencia de ancianos del Bon Pastor donde finalmente entró a trabajar gracias a su tenacidad. "Cuando estás acostumbrada a tener un ritmo de vida y a tener lo suyo, venir aquí y no hacer nada te hace sentir muy mal. Yo solo pensaba que tenía que tener lo mío, tenía que producir", prosigue la profesora, quien en su país trabajaba doble jornada, por las mañanas en un colegio y por las tardes dando clases particulares en casa.

Su hija mayor tenía 11 años cuando su marido decidió viajar a España. "Él me dice que le ha salido una oportunidad acá en febrero y en junio ya tenía fecha de vuelo. El 12 de julio, nunca me voy a olvidar. A mí se me vino el mundo abajo. Me dijo en el aeropuerto, 'no llores, cariño, que son dos años y vuelvo', pero pasaron dos años y no volvió", recuerda. Volvía una vez al año, 20 días. En uno de los viajes la dejó embarazada de su segunda hija. En otro, del tercero. Con tres hijos y sola, ochos años ya lejos de su marido, tomó la decisión.

Mirar atrás

"Pasé un terrible duelo migratorio. Veía por las redes sociales las fotos de mis antiguas compañeras de trabajo en el colegio y me venía abajo. A mi hija le pasó lo mismo, ella, allí, entró en Medicina. Aquí ha empezado Enfermería, pero ve a sus amigos de la carrera de allá, que ya empiecen a ejercer de médicos, y le duele. Normal", señala sin abandonar la sonrisa. Finalmente encontró trabajo en la residencia del Bon Pastor, primero como auxiliar, y, más tarde, de recepcionista. "Poco a poco, no hay que rendirse".

Viviana es ingeniera agroindustrial. Estudió en Colombia, su país, aunque los 10 últimos años antes de migrar a Barcelona vivió en Perú, donde trabajó durante cinco para el gobierno, en un proyecto para el que viajó por todo el país. "Ya hice un primer duelo migratorio en aquel momento", recuerda. Llegar a Barcelona fue para ella empezar de nuevo otra vez. "Mi vida se volvió a partir. Fue volver a aprenderlo todo. La cultura, a comer diferente, los horarios son muy diferentes, las estaciones son diferentes, hablar es diferente... Pero ya no me duele tanto la parte emocional. Ya esa parte la dejé en Perú. Ya he avanzado en ese sentido. He llegado con muchas ganas de crecer, de aprender, y de integrarme al sistema totalmente", relata. La parte que lleva peor es la de la burocracia: "Volver a sacar documentos, volver a homologar la carrera, los estudios de bachillerato". Ya sabe todo lo que tiene que hacer para homologar sus títulos y tiene todos los papeles encima de la mesa. "Ahora me falta reunir el dinero. Unos 1.500 euros", prosigue.

En solo un año en Barcelona, llegó en abril del año pasado, ya está haciendo el segundo curso de catalán -el primer verano hizo un intensivo- en el Consorci de Normalització Lingüística. "Mi profesora es buenísima. Nos enseña muchas cosas de la cultura catalana, además, nos ha llevado a comer 'calçots' y crema catalana", cuenta la mujer, quien ha puesto todo su empeño en tejer red.

Ayuda mutua

Además del origen latinoamericano, el duelo migratorio y su impotencia por no poder seguir con las carreras profesionales plenas que tenían en su país de acogida, Ana Priscila y Viviana tienen algo más en común. Ambas han formado parte del proyecto piloto 'Dones trencant amb la precarietat', del departamento de Transversalidad de Género del Ayuntamiento de Barcelona. "Entré en el grupo para conocer a gente, y conocí a personas muy buenas. Aprendí un montón de ellas y ellas de mí. Siempre he sentido que se puede ayudar en cierta manera a las mujeres que sienten que no pueden, que no son capaces, que el sistema las ha dejado de lado", cuenta. Su mentora en el proyecto fue la que animó a Viviana a apuntarse al Servicio de Ocupación de Catalunya (SOC). En menos de un mes la llamaron de Barcelona Activa y entró a trabajar en la oficina de los servicios sociales del Turó de la Peira como archivera. Un trabajo que poco tiene que ver con el de ingeniera, pero que le gusta y del que aprende. 

Mariela es otra de las mujeres que ha participado en el proyecto piloto. Esta médica boliviana de 30 años llegó a Catalunya en el 2016. "Empecé a tratar con pacientes en el segundo año de carrera, con 18 años. Era muy joven cuando me topé muy de cerca con la vida, pero también con la muerte", narra la joven doctora, quien señala que viene de un país en el que hay mucha mucha pobreza. Cuando decidió viajar a España a hacer la especialidad -en un centro con más recursos, dónde poder aprender más-, empezó a trabajar para juntar el dinero necesario para el viaje y los estudios aquí. Doblaba jornada. Pasaba visita el mismo día en un barrio del centro, donde la consulta ya se cobraba en dólares, y en un barrio muy pobre a las afueras. "Veía dos realidades en el mismo día. Cogía muestras de la clínica del centro para regalarlas en la del barrio", explica. 

"Al llegar aquí lo pasé muy mal. No podía ni comer. Me compraba alguna cosa y me sabía diferente. Extrañaba mucho a mi familia… pero luego recordaba todo lo que había hecho para estar aquí y eso me daba energía", comparte. Compaginó sus estudios para el MIR -horas y horas en Can Peixauet- con trabajos cuidando a un señora mayor y a un señor, ambos poco tiempo, porque estaban ya en un estado muy terminal. Vino con un visado de estudios.

Hizo el examen en febrero. Lo aprobó, pero hay muy pocas plazas para extracomunitarios y no la logró. Pero no se rinde. "Haré mi especialidad aquí. Estoy convencida. Seré cirujana", concluye con una sonrisa.