decreto municipal
Los mercados de la Boqueria y Sant Antoni tendrán más control sobre sus visitantes
Ningún mercado de alimentos frescos de Barcelona fue concebido como reclamo turístico, pero la singularidad y carisma de algunos de ellos los han metido en unos circuitos de visitantes que nada tienen que ver con hacer la compra. El Ayuntamiento de Barcelona optó ya hace tiempo por limitar con distintas medidas los accesos a dos de los más atractivos, Santa Caterina y la Boqueria (Ciutat Vella), aunque ahora ha optado por extremar el control en este último -incluso ante los visitantes indivuales que no se comporten adecuadamente- y extender todas las medidas hasta el renovado mercado de Sant Antoni, en el vecino distrito del Eixample.
Serán los propios vigilantes del mercado (acreditados) los encargados de asumir esta tarea, siguiendo las instrucciones de la policía local. No obstante, el Instituto Municipal de Mercados también ha contactado con los guías turísticos para que eviten los malos comportamientos y alerten al respecto a los visitantes a los que acompañan. El objetivo, señala el concejal de Comercio, Agustí Colom, es "favorecer la convivencia", así como el "turismo sostenible".
En el caso de la Boqueria y Santa Caterina, la experiencia de no permitir los grupos de más de 15 personas con guía de viernes a sábado ha funcionado con éxito y se ha exportado ahora al mercado de Sant Antoni, donde se ha comprobado que el ancho de sus pasillos implica que estos grupos dificulten el flujo normal de paso de compradores. Según el consistorio, los propios concesionarios habían solicitado la regulación, que se aplicará de abril a octubre y se implantará desde este viernes, 19. Los vigilantes podrán vetar el paso a estos colectivos organizados o acompañarlos al exterior si ya habían entrado.
No tocar el género
Pero el decreto de alcadía que permitirá esta prohibición va más allá y supone pasar a controlar tanto en la Boqueria como en Sant Antoni a los grupos de menor volumen y a los visitantes individuales, si su presencia obstruye pasillos, impide la circulación de personas u obstaculiza a los clientes acercarse a los puestos de venta para hacer la compra. Es decir, si perturban el funcionamiento del equipamiento. En Sant Antoni la afluencia turística aún es discreta, pero la medida "disuasoria" quiere prevenir posibles incidencias.
La lista de motivos para invitar a marcharse a los visitantes que pueden esgrimir los vigilantes incluye que toquen o manipulen alimentos y productos expuestos para hacerles fotos, que coman o beban en lugares no destinados a ese uso o que griten o hagan ruidos que alteren el funcionamiento de los mercados.
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