BARCELONEANDO

Lista de espera para filosofar en un bar del Raval

En estos encuentros terminas con más preguntas que cuando llegaste. Ese es el objetivo. Se llaman Sócrates Cafés. Quedan para debatir dos veces por semana

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Ana Sánchez

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“¿De dónde viene la intuición?”, pregunta alguien al aire. A Sobera le daría un calambre de tanto subir la ceja. Hay una veintena de personas alrededor de la mesa. Ambiente de reunión secreta en la trastienda de un bar del Raval. Un hombre levanta la mano para pedir la vez: “¿Cuál es la diferencia entre lo correcto o incorrecto?”. Sí, aquí se lanzan preguntas filosóficas con más entusiasmo que Casado al gritar “viva el Rey”. Ni que fuera la pandilla de Sócrates.

¿Qué es el amor? ¿Existe el libre albedrío? ¿Necesitamos las relaciones románticas? ¿Por qué nos quejamos? ¿Los smartphones nos desconectan? ¿La vida es simple? ¿Qué es más importante: ser amado o ser entendido? “No lo sabemos”, siguen respondiendo a todas las preguntas que han debatido horas y horas. Aquí no se llega a ninguna conclusión. No hay moraleja. “Como en la vida”, dicen.

Los Sócrates Cafés se los inventó en los 90 el periodista Christopher Phillips. Ya habrá más de 600 por el mundo

Sócrates Cafés, se llaman. Son encuentros en los que terminas con más preguntas que cuando llegaste. Es cuando se consideran un éxito, aseguran. Se los inventó en los 90 el periodista Christopher Phillips. Recorrió EEUU montando quedadas filosóficas hasta en cárceles. Terminó con un libro best-seller y entrada en Wikipedia. Ya habrá más de 600 Sócrates Cafés por el mundo, calcula la web oficial. ¿El objetivo? “Abrir la mente”, apunta Raul. “Escuchar  perspectivas diferentes a las tuyas”. Y sin gritar. Sí, es posible, tertulianos de Telecinco.

Es más difícil adivinar en qué trabaja Raul Caciora que Kiko Rivera. “Manipulo a la gente”, se presenta. “Manipulo para que compren impresoras”, se ríe. Es comercial, pero jurarías que es filósofo y algo gallego. Tarda cinco minutos en responder de dónde es. “¿Físicamente? –pregunta-, de Rumanía. Mentalmente soy de Dinamarca”. Llegará a la conclusión de que ha vivido en Barcelona en una vida anterior. No, no hay manera de que responda sin filosofar a preguntas directas. ¿Cuántos años tiene? “¿Físicamente? –se ríe-. 30. Mentalmente, depende de la persona con la que esté”. “Aquí acabamos pensando que todo es relativo”, asiente Sandra, otra veterana de estas sesiones.

Hace dos años que Raul organiza los Sócrates Cafés de Barcelona junto a Jacinto Trillo y últimamente,  Christina Graham. Convocan las quedadas a través de la red Meetup. Ya han pasado por cinco bares. Ahora quedan en la trastienda del Cafè de les Delicies (Rambla del Raval, 47). Lunes y miércoles, a las 19.15. Filosofan dos horas. Se quedan cortas.

El único requisito: "Cuestionarlo todo"

Suelen tener lista de espera. El límite de participantes (los que caben alrededor de la mesa) es de 20 personas. Se acaba haciendo hueco a 25. Tienen un grupo de Whatsapp que va por el centenar de filósofos en prácticas. Desde los 17 años hasta pasados los 70. El debate es en inglés. Se suelen reunir al menos 10 nacionalidades por sesión.

¿Por qué vienen? “Hay gente a la que le gusta hablar de cosas profundas”, responde Sandra. “Si vas a un evento, no vas a decir: ‘Hola, encantada, oye, ¿tú piensas que el amor tiene que ser incondicional?’".

Vienen filósofos en prácticas de 17 años hasta pasados los 70. El debate es en inglés. Se suelen reunir al menos 10 nacionalidades por sesión

Aquí terminaría filosofando hasta un tronista de Mujeres y hombres y viceversa. “¿Tú has estudiado filosofía?”, te pregunta Raul. Niegas con la cabeza. “Entonces puedes hablar con nosotros”, se ríe. El único requisito: “Cuestionarlo todo”, señala Sandra.  

El tema de debate se elige en el momento. “Es muy importante en el concepto de Sócrates Café”, explica Raul. Filosofía por combustión espontánea. Nadie tiene tiempo de preparar su opinión.   

“¿De dónde viene la intuición?”. Es el tema más votado de hoy. Han venido Sócrates amateurs de 15 países: de Canadá a la India. Hay quien dirá que la intuición es un impulso. Que es innata. Que es la experiencia de años. Que es más grande que nosotros. “Es mi segunda vez aquí y este es mi segundo gintónic”, se ríe Ang, de Singapur. “Lo he pedido por una corazonada, no por intuición”. Carcajada general.   

Escuchar más que convencer

“Se te abre la mente”, apunta Sita. Ella viene de los Pirineos. También es su segunda vez. “Sientes que no te juzgan”, asegura. “Estamos aquí más para escuchar que para convencer”, asiente Raul. Escuchas, aprendes, preguntas, preguntas mucho. El cuerpo te pide filosofar.

“Estas charlas deberían ofrecerse en la Seguridad Social”. Lo dice Clark, un artista inglés de 66 años. “Físicamente”, Raul puntualiza su edad, claro. “Mentalmente, 6”, le da la razón Clark. “Lo único que puedo decir es que vine no sabiendo nada de lo que pasaba aquí -sonríe- y sigo viniendo”.