DEBATE PENDIENTE

El 'orgullo charnego' desborda de complicidades el Ateneu L'Harmonia de Barcelona

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zentauroepp47747564 barcelona 13 04 2019 festival de cultura txarnega charnega 190413195746 / Martí Fradera

Helena López

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Está de pie, al final de la abarrotada sala, con su coleta alta y sus aros en las orejas. Nació en los 90, en la Trini, se presenta cogiendo el micrófono valiente, seguramente una de las mujeres más jóvenes de la sala. "Por generación, no tenemos el estigma de la palabra charnego, pero hay cosas que no hace falta que te las digan. Que las notas", señala Jenny Ruiz arrancando un aplauso cómplice entre las decenas de asistentes que llenaban una sala, demasiado pequeña para las ganas que resultó haber, del Ateneu L'Harmonia, en la Fabra i Coats, en la primera edición del Festival de Cultura Txarnega. "Mi madre nos quiso apuntar al colegio aquí, en Sant Andreu, buscando una educación mejor. Mis compañeras de clase hacían ballet y yo hacía sevillanas, porque en la Trini todo el mundo baila sevillanas", comparte la joven antes de pasarle el micrófono a su hermano Dani,Dani, quien añade que cuando vieron el evento en Facebook pensaron: "Ahí tenemos que estar; este es nuestro sitio".

Nuestro sitio... pero ¿qué sitio? Esa es una de las preguntas más recurrentes de la tarde, que ha empezado con un emocionado "gracias por estar aquí y demostrar que tiene sentido estar aquí, ya veremos cuál, pero tiene un sentido", de Brigitte Vasallo, la comisaria del encuentro, que lleva levantando ampollas desde su anuncio, hace dos semanas. La escritora empieza la conferencia inaugural, titulada 'Charneguismo como 'queer' nacional: ni chicha ni limonà', citando los no lugares de Marc Augé. "Él considera como no lugar un aeropuerto. Él pasaba por los aeropuertos, pero yo que he trabajado varios años en uno sé que es un lugar, que allí pasan muchas cosas. Las personas que habitamos espacios de tránsito necesitamos palabras que nos identifiquen". "La palabra charnega me sirvió para encontrar mi sitio, para dejar de ponerme en duda", reflexiona.

Múltiple y bastardo

Una tarde de historias compartidas o como mínimo comprendidas, pese a la variedad de orígenes y edades de un público entregado, en comunión, que reivindicaba su bagaje múltiple y bastardo. Su catalanidad. Más preguntas que respuestas, pero, sobre todo, la constatación de las ganas que había -como mínimo entre los allí presentes- de hacerlas. De hacérselas. Un debate mantenido con acentos diversos pero en la gran mayoría del tiempo en catalán. Esto no iba de lengua (aunque también). ¿La lengua materna es la lengua con la que me habla mi madre o la que le hablo yo a mi hijo? ¿Por qué hemos naturalizado tanto lo de catalanizarnos el nombre? ¿Por qué mi sobrina, catalana, me dice no me hables catalán que tú no eres paya y eres de La Mina? ¿Por qué? ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha fallado? Son solo algunas de esas preguntas. Las últimas las pone sobre la mesa desde el escenario la activista vecinal de La Mina Paqui Perona, quien se reivindica también como gitana charnega. "Soy nacida en las barracas del Camp de la Bota, de padres andaluces"; explica la esta luchadora feminista, quien recuerda como a su pueblo siempre se le invisibiliza. "Se nos ha invisibilizado hasta en la recuperación de la memoria histórica de las barracas, para dignificarla, nos borran".   

A su lado, la artista Joana Meinhof -quien cerró el festival con la provocadora performance 'Juanadolores, massa diva per a un moviment assambleari'- otra de las más jóvenes de la sala. "Por edad, a mí tampoco me han llamado nunca charnega, pero he vivido esa violencia, por ejemplo cuando mi padre ha intentado hablar en catalán y se han reído de él", expone la joven, quien asegura que estar esta tarde allí es casi un acto de justicia poética, "por no decir de venganza, que queda muy mal".

Proceso de desmemoria

Otro de los asuntos apuntados por la moderadora del debate, la periodista Anna Pacheco -también del sector joven del auditorio y especializada en la cuestión de clase-, es el proceso de desmemoria vivido por muchos, que han crecido avergonzados por sus orígenes, por su condición, hasta edades "demasiado tardías". "Vergüenza de mi familia, no, pero a veces sí que pensaba, joder, ¿por qué yo no he podido estudiar en el Liceo francés?", señala la doctora Laura Benítez Valero, otra de las ponentes.

Entre el público salen también cuestiones como la disparidad de orígenes que motivaron las migraciones. "Mis padres no vinieron por motivos económicos, sino porque querían que estudiáramos", dice una voz desde la primera fila. Otra se pregunta que si las cosas hubieran ido de otra manera -sus abuelos migraron por la represión franquista- "en vez de hija de butanero podría ser nieta de político".