BARCELONEANDO

Los 7 últimos videoclubs de Barcelona

Los comercios de alquiler de pelis intentan sobrevivir en el mundo digital gracias a la diversificación del negocio

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zentauroepp47534178 barcelona 28 03 2019 barcelona videoclubs que quedan vivos e190329144416 / RICARD CUGAT

Carlos Márquez Daniel

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Hay un grupo de Whatsapp en el que están todos los propietarios de videoclubs de España. Y aunque vayan cerrando, se resisten a abandonarlo, porque esta es una profesión, como lo son muchas otras, pero tampoco tantas, en la que trabajas más allá y por encima de lo que recibe tu bolsillo. Charlan sobre los estrenos que más están funcionando y se intercambian ideas de promociones que han gustado a los socios. Porque esa es otra, en estos comercios no hay clientes. Como en el deporte o en la cultura, los videoclubs tienen abonados, una hinchada que se deshincha pero que todavía mantiene vivo al equipo. Este es un paseo por los siete videoclubs que todavía siguen operativos en Barcelona (un octavo cerró hace escasas semanas). Lo hacen gracias al esfuerzo y el sacrificio de sus impulsores y a la diversificación obligada del negocio. Y a pesar de que la Administración no les pone fácil algo tan humano como la supervivencia. 

 Ahí va la lista con los siete magníficos: Deuvedes, Cineaddicte, Video Instan, Videoclub Tibidabo, Tintorería Video Marcha, Mr Brown Store y Barnavideo. Hubo un tiempo en el que este planeta estuvo repleto de sucursales de Blockbuster. los jóvenes del lugar no sabrán de qué les hablamos, pero su cartel azul y amarillo, su logo con forma de entrada de cine rasgada, su modelo de alquiler de pelis y videojuegos a granel, aquel imperio fue cayendo como un dominó en bajada después de haber alcanzado la cifra de más de 9.000 franquicias en todo el planeta. Hoy solo queda una y está en Oregón (EEUU). Sirva el dato para poner en valor el reto de esas siete persianas que cada día se suben en Barcelona para ofrecer un producto que todavía tiene su público. 

Al leer la lista quizás hayan reparado en la palabra 'tintorería'. No es ningún guiño cinéfilo. En ese negocio atiende Daniel Ventura, que trabaja en la tienda desde 1994. Sus padres adquirieron el videoclub en 1986, cuatro años después de que abriera. Dispone de 6.375 títulos, además de secadoras, planchas y lavadoras industriales. Tanto te recomiendan una comedia de Gene Wilder como te advierten de que esa mancha de mostaza va a dar guerra. "El alquiler de pelis está medio obsoleto, pero vamos haciendo. Sin la tintorería, que abrí hace 15 años, no podría seguir. Mantengo el cine por compromiso ético con los clientes y por agradecimiento". Dice, y en eso coinciden todos sus colegas, que los dos últimos años han sido una masacre. La culpa la tenemos todos en casa y se llama Netflix, HBO, Prime Video o Movistar+. Cuando se dio cuenta de que el negocio empezaba a perder fuelle, a principios de siglo, se preguntó qué faltaba en el barrio. "Lo tuve claro: una tintorería. Hice cursos y me formé. Ahora me viene gente por las dos cosas, me deja un pantalón y se lleva una película". Cuenta que hace 12 años ya le entrevistaron y que entonces el periodista tituló 'El ocaso de los videoclubs'. "Pues mira, han cerrado antes los bancos que nosotros".

 Nuska Tamayo atiende en el Videoclub Tibidabo. Esto fue años atrás un pequeño museo de artículos de cine, pues la anterior propiedad estaba muy vinculada con el negocio del séptimo arte. Ella y su hermano se hicieron cargo del comercio en el 2010 "cuando el sector ya estaba un poco cascadito". Su idea era crear una plataforma de cine digital, pero chocaron de frente con unas licencias y unos derechos que  "están al alcance de unos pocos gigantes". Tienen un videoteca con más de 5.000 títulos y han ido tirando, pero a finales del 2018 añadieron los servicios informáticos al negocio para poder mantenerse a flote. Nuska se ha quedado sin sueldo muchos meses y no ha tenido vacaciones desde el 2010, algo que se dice rápido pero no dejan de ser nueve años sin viajecito, sin escapada. Dice que intentaron montar un pequeño café, pero que las exigencias eran tan draconianas, que finalmente lo dejaron correr. Quería un par o tres de mesas, y al fondo, quién sabe, unos cojines y una pantalla para que los niños pudieran mirar una peli mientras los papás tomaban algo. Pero nada. Más bien todo lo contrario: la SGAE les visitó en tres ocasiones, y les exigió quitar una tele que reproducía pelis sin sonido. "Hacía compañía, nada más". Los tipos de negro de los derechos les obligaron también a retirar los altavoces, no fueran a poner una canción sin permiso. Cuenta que han pedido ayuda a la Administración, que recibieron "dos patadas" de Barcelona Activa, que todo parece que les lleva a la extinción. 

Video Instan es el videoclub más antiguo de España y hay cierta coincidencia en que si hay apocalipsis del sector, este será el Duncan MacLeod del gremio. Se trasladaron hace algunos meses desde Enric Granados a Viladomat, donde han estrenado una sala de cine de tamaño reducido y un servicio de restauración. De nuevo, la diversificación. Aurora Depares es la propietaria e hija del fundador. El traslado le ha salido por un riñón, pero no tená más remedio porque le vencía el anterior alquiler de 3.000 euros y el propietario (un fondo de inversión) le pedía 10.000 euros. El cambio le permite tener a buen recaudo su colección de 45.000 títulos, además del bar y el cine de bolsillo que, además de las sesiones diarias, se puede alquilar para sesiones especiales por 150 euros más la cuota de socio. Lamenta que los políticos no ayuden en nada al gremio y que por otra parte recurran a ello para conseguir películas que necesitan para todo tipo de actos. Ha propuesto un acuerdo con la cosa pública para que los usuarios de los centros cívicos tengan acceso a sus películas, pero nada. "Hay mil maneras de colaborar, pero la respuesta siempre es la misma: no". No hace mucho coincidió con Ada Colau en un evento. Dice que le cantó las cuarenta, pero nada. Desde que ha cambiado de ubicación ha conseguido mil nuevos socios. Entre eso, el pequeño bar, la tarifa plana de 8,95€ al mes y la sala de cine, confía en aguantar.

No lo tiene tan claro Jordi Román, de Cineaddicte, en el corazón de Gràcia. Abrió hace 11 años y en el 2018 estuvo a punto de cerrar. Pero su pareja, Carme Gómez, le convenció de que aguantara, y de que ampliara el negocio. Ahora también vende complementos, productos de perfumería y pipas Churruca. Ambos tienen otro trabajo porque solo con esto no podrían vivir. Tiene alquiler pero lo suyo es básicamente la venta de películas, que funciona razonablemente bien porque dispone de 4.000 títulos. Dice que la piratería les sigue haciendo mucho daño, y que también Netflix, aunque esa plataforma (es algo en lo que coinciden todos) "tiene unas pelis malísimas". 

También en Gràcia encontramos el videoclub Deuvedes, despachado por Miguel Elenes, que adquirió el negocio junto a su esposa Rosi Morales hace dos años y medio. Que alguien apostara por este gremio en el 2017 merece un respeto. Lo hicieron por una razón mucho más liviana que la épica que se les supone: eran clientes y no querían quedarse sin pelis. Cuenta que busca solo "pagar facturas y poco más", que esto es "como un servicio al barrio" y que calcula que tendrá entre 300 y 400 clientes más o menos estables. Dice Miguel que las plataformas les están aplastando, y la cosa irá a peor. "Este año empezarán Apple y Disney, y seguro que nos afecta, pero también hará daño a las salas de cine. El consumo está cambiando drásticamente y no creo que nadie se quede al margen. Quizás encontremos un espacio para poder convivir, pero cada vez estoy menos seguro...". 

En Nou Barris hace 30 años que funciona Barnavideo, con Josefa Castellano al frente y con 2.000 títulos en las estanterías. Ahora también vende chuches y complementos para el hogar. "el videoclub solo no tiraba", admite. Explica que lleva un tiempo reflexionando sobre el cierre del negocio. Porque "ya es casi insostenible" y porque incluso los clientes más fieles "están dejando de venir". Mejor parece que le va a César Borraz en Poblenou con Mr. Brown Store, pero no por el alquiler de películas, sino por la venta de productos relacionados con el cómic. Le quedan cerca de 7.000 títulos que ya no despacha en la única máquina expendedora que debía quedar en la ciudad porque está estropeada. La retirará en breve. 

Los videoclubs que quedan en la ciudad disponen de promociones, tarifas planas, descuentos para colectivos y abonos para sus socios. La peli sale mucho más barata que alquilarla en cualquier plataforma. Y ahora, además del cine, también te puedes llevar unas flores, un tebeo, un traje planchado, un detergente, unas buenas pipas, un bolso o una golosina. Curioso que sean siete, como los magníficos o los pecados capitales. O como ese arte al que rinden culto y del que esperan seguir viviendo, el séptimo.