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Que vuelva Orwell a Barcelona

El autor de 'Homenaje a Catalunya' regresa hecho un cómic cuando convendría que volviera el de verdad, lúcido y preclaro

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Carles Cols

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De ‘Homenaje a Catalunya’ de George Orwell no se puede objetar nada salvo, eso sí, su incomprensible título, como si a Tolstói le hubiera dado porque ‘Guerra y paz’, gran novelón de la literatura rusa, fuera conocido como ‘Cosas que pasan’ o algo así. El lema de que no hay que juzgar a un libro por su tapa es en este caso más que justificado. Es, tal vez, el libro que mejor retrata el alma veleta de Barcelona, una crónica periodística mayúscula sobre la guerra civil española, en el frente y en la retaguardia, ocasionalmente más violenta que el frente. Orwell, lo cual tiene mérito, fue a una guerra y perdió dos, una contra el fascismo y otra contra el estalinismo. Es un libro que debería ser de lectura obligatoria en la secundaria. No lo es. Es un guadiana de la literatura en las tierras en las que acontece la acción. En octubre del 2012, por aquello de no celebrar el Día de la Hispanidad (por cierto, Día de la Raza ya en tiempos de la república), en el instituto La Llauna de Badalona se organizaron clases y talleres para desafiar a la autoridad competente. El profesor Daniel Nomen eligió ‘Homenaje a Catalunya’ y los alumnos se lo pasaron en grande. ‘Menos patrios, pero más cultos’, se tituló la crónica dedicada a aquella jornada. Un gran tipo, aquel profesor.

A los autores de esta adaptación al cómic de 'Homenaje a Catalunya' se les ha visto entre bastidores estos años en todo los actos dedicados a Orwell

La cuestión es que este guadiana literario vuelve a manar, esta vez en forma de cómic, de la mano de un paciente trabajo de la ilustradora Andrea Lucio y el periodista Jordi de Miguel, a quienes estos últimos años se ha podido ver entre bastidores cada vez que la sombra de Orwell se proyectaba sobre el presente, por ejemplo, cuando el hijo del escritor, Richard Blairvisitaba hace dos años Barcelona para recorrer los pasos de su padre adoptivo, o también durante las anuales celebraciones del Día de Orwell. El resultado es un trabajo bien curioso. No es solo el ‘storyboard’ de las andanzas de aquel inglés contracorriente por Barcelona y el frente de Aragón, sino una obra que se completa con el lúcido análisis del profesor de Literatura Inglesa de la Universitat Pompeu Fabra Miquel Berga, que quién le iba a decir a él que un día terminaría convertido en un personaje de cómic.

Barbecho literario

Lo estupendo sería que se leyera el libro, no por obligación curricular, sino por placer, pero el trabajo de Lucio y De Miguel, como si de un medicamente genérico se tratara, proporciona una terapéutica aproximación a ese viaje de la inocencia a la experiencia que realizó Orwell entre diciembre de 1936, cuando cruzó la frontera pirenaica cargado de idealismo, al verano de 1937, cuando transformado huyó ante la purga que el estalinismo organizó contra los milicianos del POUM, en aquella guerra dentro de la guerra que fueron los Fets de Maig.

Se ha dicho muchas veces, coincide en ello De Miguel, pero nunca está de más subrayarlo. La Barcelona del 37 fue el barbecho en el que Orwell sembró dos de las novelas indispensables para comprender el siglo XX, ‘1984’ y ‘Rebelión en la granja’. De esas novelas, ‘Homenaje a Catalunya’ es la evidente precuela.

Orwell fue un Tintín. O al revés, Tintín fue un Orwell, un periodista (ambos lo eran) que viaja de la nobleza y el quijotismo a la profunda decepción y el escepticismo. En el último de los álbumes de Hergé, ‘Tintín y los pícaros’, hay dos viñetas que resumen a la perfección ese desencanto. Son el antes y el después de un golpe de Estado en la imaginaria república sudamericana de Sant Theodoros. Lo único distinto entre una y otra escena es el uniforme de la policía militar y el cartel de exaltación del amado líder, Tapioca en un caso, Alcázar en el otro. Así lo publicó Hergé en 1976. Orwell lo comprendió mucho antes. En Barcelona.

Que la videovigilancia callejera se estrenara en Barcelona en la plaza de George Orwell solo lo superaría como chiste que le cambiaran el nombre: plaza 1984

El cómic de Lucio y De Miguel le dedica dos estupendas viñetas a ese contraste que tanto impacto al autor de 'Homenaje a Catalunya', que cuando llegó a la ciudad se sorprendió de que no hubera burgueses, que todo el mundo se llamara camarada y vistiera como tal y que, apenas medio año después, el camarero se le dirigiera como “señor” y que las clases sociales volvieran a ser bien visibles. Barcelona es siempre así, cambia de piel más veces que una serpiente. El cómic revisita, ya de paso, los escenarios de ‘Homenaje a Catalunya’, varias veces mutados desde entonces, y hace un breve guiño a ese grotesco sentido del humor de las autoridades municipales, que cuando por primera vez decidieron poner cámaras de videovigilancia en la calle, el ‘gran hermano de la Guardia Urbana’, lo hicieron, cómo no, en la plaza de George Orwell. Podrían rebautizarla como plaza de 1984 y el chiste ya sería perfecto.

Orwell, como muchos periodistas hoy, tomó partido en un conflicto, literalmente, en su caso, militó, pero el suyo fue un viaje de ida y vuelta y, por fortuna, breve. Nunca es tarde para leer ‘Homenaje a Catalunya’, sobre todo en lo tiempos que corren, distinto, pero convulsos. “Las verdaderas armas no eran los fusiles, eran los megáfonos”, escribió Orwell sobre la Barcelona del 37. Qué vigente. Qué necesario va siendo ya que aparezca otro Orwell.