INCLUSIÓN LABORAL

Tres chicas con discapacidad intelectual, las primeras auxiliares de monitor adaptado

"Para los niños somos una más, y eso nos hace sentir muy bien", afirman Ángela, Ruth y Gala, desde el comedor del colegio en el que trabajan tras superar un curso de formación

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zentauroepp47442166 barcelona 20 03 2019 hist ria de l ngela noia amb discapa190322134636 / ÁNGEL GARCÍA

Helena López

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Ángela Briones Combas tiene un recuerdo grabado a fuego de su niñez. Un día, al salir del Paideia, el colegio de educación especial en el que estudiaba, le preguntó a su madre si cuando terminara la escuela ya no tendría discapacidad intelectual. "Mi madre me dijo que sí, que la tendría siempre y para mí fue muy duro. Es muy duro", explica esta joven de 21 años y las ideas claras, auxiliar de monitora de comedor en el colegio Reial Monestir de Santa Isabel (RMSI), en Sarrià. Ángela forma parte de la primera promoción de estudiantes del curso de formación de monitores adaptado en actividades de ocio y actividades deportivas del centro cívico Pere Quart, en Les Corts, organizado en el marco del Espai d’Inclusió impulsado por el distrito.

Junto a Gala Remón Cardo y Ruth Núñez Segarra, también en el RMSI, son, además, las primeras en, tras formarse en el pionero curso, encontrar un trabajo.

La joven Ángela explica con tanto detalle como orgullo sus rutinas laborales. Cuenta que llega, se cambia, se pone la camiseta del colegio y va hacia el comedor. "Lo primero que hago es llenar los vasos de agua. Hay que ir con ojo y no llenarlos mucho, solo hasta la mitad, para que los niños no se llenen de agua antes de comer", relata responsable.

Desde principio de curso -lleva trabajando aquí ya seis meses- está en el comedor con los niños de P-5, a los que ayuda a servir la comida y a pelar y cortar la fruta en los postres, "para que puedan comérsela mejor".

Antes hizo las prácticas del curso -fruto de un convenio entre la Fundación CET 10, el distrito de Les Corts y el Paideia- primero en un 'casal' de verano en la escuela Provençals y después en la Fabra i Coats, junto a sus ahora compañeras de trabajo Ruth y Gala.

"Que dure"

Además de trabajar unas horas en el comedor del RMSI, Ángela está estudiando estética. "Me gusta mucho. No es una cosa fácil, al tener una discapacidad. Estudio en una academia normal. No hay otras personas como nosotras, y yo me tengo que esforzar el doble. Estoy repitiendo curso porque es mucha materia -señala-, pero me encanta, sobre todo maquillaje", cuenta. "¡Cuando vamos de compras es lo peor! ¡Solo quiere ir a mirar maquillaje!", responde entre risas su compañera y amiga Ruth, quien empezó a trabajar en el colegio más tarde, en febrero.

"Yo estoy de apoyo en natación y danza. Ayudo a las niñas de P-3, P-4 y P-5 a cambiarse", relata la mujer, quien vive en un piso municipal de transición a la vida independiente -también del Espai Inclusió, en colaboración con el Institut Municipal de Persones amb Discapacitat- compartido con una chica y un chico. Se ha independizado y tiene un trabajo ‘normalizado’ que le gusta, dos sueños cumplidos. ¿Qué pide ahora? "Que dure".

Como Ángela y Ruth, Gala estudió en el Paideia. Ahora hace doble turno en el RMSI. Por las mañanas hace prácticas de administrativa y, cuando acaba, empalma con el trabajo como auxiliar de monitora vigilando en el patio de los pequeños. "Es un gran aprendizaje para la vida adulta y laboral. Tanto para los niños que tienen discapacidad como para los que no tienen discapacidad. La discapacidad no es nada. Todos tenemos capacidades distintas", señala Gala, a sus 20 años, cuyo sueño es ir a la universidad para ser profesora de Educación Especial. "Si Pablo Pineda pudo hacerlo, ¿por qué yo no?", se pregunta.

Alma de 'youtuber'

Ángela tiene otro sueño: "Poder salir en Youtube". "Yo pongo en Youtube personas con discapacidad intelectual y no hay casi nada. Me gustaría hacer vídeos en los que explicar qué significa tener una discapacidad intelectual e ir por las escuelas a explicarlo. A escuelas para niños sin discapacidad intelectual", comparte la joven, quien asegura que antes de empezar a trabajar tenía miedo. "Tenía miedo por las preguntas que me podrían hacer los niños y quizá yo no sabría responder, pero trabajando me he dado cuenta de que para los niños somos una monitora más, y eso me hace sentir muy bien", concluye.

Para Agustí Colom, concejal de Les Corts, ese es uno de los objetivos del Espai d’Inclusió, "apostar por las potencialidades de estas personas, que son muchas, y favorecer todos aquellos elementos que les permitan vivir en normalidad. Romper las barreras físicas y no solo las físicas".