PATRIMONIO DE ALTURA

En el lomo del dragón

La Casa Batlló ofrece visitas para el público local que llegan hasta el coronamiento del edificio y explican su restauración

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Natàlia Farré

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Entrar en la Casa Batlló es relativamente fácil si uno está dispuesto a hacer cola y sortear turistas: suma un millón de visitantes anuales de los cuales un 80% son foráneos. Lo que no está tan al alcance de la mano es acariciar el lomo del dragón que corona la fachada del edificio modernista. Tal cual. Pero ahora es posible. Solo hay que ser residente en Barcelona (aunque no piden papel que lo acredite) y no tener problemas cardiacos o de vértigo (aquí sí que hay que firmar documento de descargo). 

Lo de estar empadronado en la ciudad es intencionado: "Queremos implicar a la sociedad local, hacerla participe de la restauración que se está llevando a cabo: el cómo, el porqué, el quién...". Palabra de Laura Pastor, del equipo de Cases Singulars, la empresa que se encarga de hacer posibles estas visitas a partir de la restauración del edificio. Porque la Casa Batlló está en obras, pero no cerrada al público. Los paseos durarán hasta abril, momento en que se quiere dar por acabada la intervención en la fachada. La recuperación del interior se alargará hasta junio.

Pan de oro de 22 quilates

Así que con un casco en la cabeza, el visitante puede se encaramarse a 30 metros de altura y desde ahí, no solo ver unas magníficas vistas sobre Barcelona y tener el lomo del dragón, amén de la cruz, a un palmo de la cara sino que puede, también, apreciar el trabajo que los restauradores están haciendo sobre la cerámica, madera, vidrio, piedra y hierro que forman la piel exterior de la casa que Antoni Gaudí remodeló entre 1904 y 1906 para la familia de Josep Batlló y Amàlia Godó. No se trata de una restauración propiamente, esta se hizo en el 2001 y con carácter de urgencia, sino de mantenimiento y conservación: restituir las lagunas de colores que han perdido las escamas de cerámica y reforzar anclajes de los balcones, entre otros. 

Más intensa está siendo la intervención en la piel interior. De hecho, se está recuperando la original: estuco multitonal con forma de 'trencadís'. Cada estancia tenía un color , y cada color su propio degradado. Se descubrió haciendo unas catas en el 2012, y el verano pasado empezó su recuperación. El más espectacular, el del despacho del señor Batlló. Las grietas del estuco estaban recubiertas de pan de oro de 22 quilates y un grado de pureza entre el 98 y el 99%. Ahí es nada. Y ahí vuelve a lucir. Para recuperar el estado original los restauradores parten de la poca documentación existente y de las sorpresas que depara el edificio. 

La lámpara en la maleta

Al quitar la pintura no solo ha aparecido el estuco, han aflorado, también, las inscripciones realizadas por los obreros en las paredes con las medidas de los arrimaderos que lucían todas las estancias, y los agujeros en los que se insertaban los clavos que aguantaban cuadros por toda la casa. Las fotografías dan las formas y los apuntes las medidas, así que se ha decidido reproducirlos. No ha hecho falta replicar la lámpara del salón principal: se daba por perdida hasta que recientemente la última inquilina del edificio la encontró en una maleta. Todo esto se ve y se explica mientras se alcanza el lomo del dragón.