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Cuando el refugio es Barcelona

La plaza Reial, el 'punto de fuga' donde confluyen muchas historias, abre el 20 aniversario de su asociación de Amics y Comerciants con una exposición sobre la durísima vida de 10 refugiados en la ciudad

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Patricia Castán

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Maritza es una de las 10 personas que estos días reinan en la plaza Reial. Es uno de los 10 refugiados o demandantes de asilo algunas de cuyas historias antes de aterrizar en Barcelona ponen los pelos de punta. Es una de los 10 vecinos de una ciudad donde ha podido empezar a escribir una nueva vida. A todos ellos, además de un pasado terrible y un futuro esperanzado, les une formar parte del relato -fotográfico y humano-  que dibuja 'Línea de Fuga', la exposición que valientemente tomó hace unos días la plaza Reial (a pelo y en medio de la calle, retando al incivismo) como primer acto de la celebración de los 20 años de vida de la Associació d'Amics i Comerciants de la misma. 

Los duros rostros de la migración forzosa llaman al viandante como un imán. No dejan indiferente. La muestra se gestó y nació por deseo expreso de la entidad de comerciantes y la Fundació Setba, que querían contextualizar vidas anónimas de esos nuevos ciudadanos y aclarar conceptos en torno a la inmigración. Los "puntos de fuga", definidos como "lugar geométrico en el cual convergen las proyecciones de las rectas paralelas en el espacio" son la metáfora de las trayectorias de esos 10 personajes llegados de puntos y sufrimientos tan dispares hasta Barcelona. En la asociación, pensaron que la plaza también ejercía de punto de fuga ciudadano, "donde confluyen y suceden infinitas realidades a la vez".

Maritza constata que aunque el drama de la inmigración forzosa se asocie en los últimos tiempos a éxodos como el que vive Siria, el currículo y coordenadas de cada uno de sus protagonistas son dispares como la vida misma. Esta mujer nacida en Honduras, por ejemplo, relata desde la exposición una vida de continua huida a causa de los abusos sexuales y, finalmente, de la homofobia, que la llevado a encajar en la capital catalana como refugiada desde 2013. Nadie la identificaría como tal en el salón de tatuajes Diosas que abrió en la ciudad, simbolizando su lucha en femenino. A sus 48 años se crio en los burdeles donde trabajaba su madre, sufrió abusos sexuales por parte de familiares y huyó a Estados Unidos con 16 años, donde pese a vivir unos años de felicidad -y asumir su lesbianismo- fue expulsada "por las deportaciones impulsadas por Bush en el 2004". De nuevo en Honduras y tras denunciar el asesinato de una de sus mejores amigas por ser homosexual, fue amenazada de muerte y tuvo que escapar de la noche al día del país. Eligió Barcelona, aunque hasta el 2011 no supo que podía pedir asilo por el riesgo que su condición sexual y su denuncia policial suponía para su vida en su país de origen.

Integración necesaria

Desde Amics i Comerciants de la plaza Reial ponen énfasis precisamente en cómo el comercio -que ellos tratan de dinamizar junto con la cultura como motores de la zona- se convierte en el salvavidas de muchos migrantes cuando inician una nueva vida a ultramar. Cuenta Javier Corso, comisario de la muestra, fotógrafo autor de las piezas y fundador de Oak Legends -que investiga y documenta temas-, que durante seis meses de trabajaron junto a un investigador y una diseñadora para darle forma y preparar la publicación (en serie limitada y numerada) que la acompaña. Allí y en su web ilustran también sobre las diferencias entre migrantes, sus procedencias y la complejidad de probar y alcanzar la categoría de refugiado. Tuvieron que "filtrar a muchas personas para elegir historias" que se atrevieran a exponerse bajo el foco y confesarse. Que la muestra esté en plena plaza era imprescindible: querían mensajes directos y públicos, que "se crucen con el ciudadano, le hagan detenerse y querer saber más". En los próximos meses confían en poder expandir las imágenes por más distritos.   

Vidas y dramas de película

Como la del ucraniano Andrii, que tiene también una vida de película, tras todo vivido durante crisis de Crimea en 2014, cuando ejerció de voluntario civil y fue detenido y apaleado, acusado de espionaje. Tras denunciar a la policía, la fiscalía le comunicó que no podía garantizar su seguridad y huyó de Kiev con destino a Barcelona. No logró el asilo por la vía estatal y recurrió a un programa municipal temporalmente, hasta acabar logrando una resolución favorable de "derecho de protección subsidiaria". La policía ucraniana aún sigue preguntando a sus familiares por este graduado en Farmacia, sospechando que se esconda en el país. Pero muy lejos y pese a su formación y experiencia, Andrii se ha reinventado como mozo de almacén mientras trata de convalidar sus estudios y sueña con montar su propia empresa.

Las fotos que han tomado la plaza Reial hasta el día 25 alinean también los miedos de Alain, un camerunés que ha solicitado asilo por persecución política -"yo envejezco, pero mis ideales no", senencia-; Amina, nacida en la parte siria del Kurdistán y que durante años vivió sin papeles en Barcelona, donde logró su sueño de estudiar una carrera; Yaasir, somalí víctima del terrorismo y solicitante de asilo;  Lambert, de Guinea y superviviente doble: a un intento de asesinato por parte de sus tíos y después a una espeluznante travesía por el desierto de Mali, Argelia, Marruecos y una ruta por mar en la que perdió a cinco amigos, hasta llegar a pedir el asilo en la capital catalana; el palestino Mahmoud, doblemente "refugiado" también en su país; el saharaui Enhamed, apátrida; George, refugiado de Sierra Leona por sufrir homofobia; y Laura, víctima de la delincuencia organizada de las pandillas de los Mara en Honduras.

Los 20 años de la plaza Reial darán para más montajes culturales y sociales, pero también lúdicos (música, cine, yoga, talleres familiares....) en los próximos meses y rompiendo tópicos de lo que no es solo coto turístico.