Los 'otros' manteros

El 'mercado de la miseria': vecinos y vendedores de los Encants denuncian la inacción del Ayuntamiento

El Gobierno municipal asegura que trabaja en este fenómeno "desde el realismo" para garantizar la convivencia en el espacio público

Operarios de limpieza retiran los restos del 'mercado de la miseria' que diariamente se instala junto al centro comercial Glòries

Operarios de limpieza retiran los restos del 'mercado de la miseria' que diariamente se instala junto al centro comercial Glòries / periodico

Luis Benavides

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Los vecinos y entidades de la zona Glòries temen que los metros cuadrados que recuperarán los peatones en el primer semestre del 2022, cuando está previsto que termine la reurbanización de todo el entorno, sean ocupados por los ‘otros’ manteros, los que históricamente se colocan en las inmediaciones de los Encants vendiendo todo tipo de productos usados, principalmente objetos que encuentran en los contenedores de basura.

Este supermercado de la pobreza, que puede congregar a más de un centenar de vendedores, se instala últimamente en un triángulo de apenas 200 metros cuadrados delimitado por Diagonal, Gran Via y Ciutat de Granada; pero también se coloca de manera espontánea frente al mercado de los Encants, sobre todo los fines de semana, cuando este rastro irregular reúne a varios cientos de vendedores. “Desde hace un año y medio este mercadillo nos preocupa más, porque cada vez parece que hay más vendedores y menos espacio público”,  explica el vocal de urbanismo de la Associació de Veïns Clot-Camp de l’ArpaMiquel Catasús, quien entiende que el ayuntamiento puede hacer mucho más, si bien entiende la complejidad de un fenómeno relacionado con la ocupación ilegal del espacio público, la limpieza y, sobre todo, la pobreza.

La asociación de vecinos Clot-Camp de l'Arpa pidió a finales del pasado año participar en un grupo de trabajo que abordase esta problemática, una comisión en la que podrían participar también otras entidades como La Farinera y centros educativos como el instituto Salvador Espriu, que en repetidas ocasiones han denunciado el rastro de porquería que deja este rastrillo cuando estos mercaderes abandonan el lugar y otras conductas incívicas como la aparición de defecaciones por parte de algunos individuos en rincones próximos a estos equipamientos. “En la última reunión de la asociación salió este tema. Sentimos que el actual gobierno no hace nada. Y esta solución escapista perjudica a los vecinos pero también al propio ayuntamiento”, afirma Catasús, quien considera que si el gobierno de Ada Colau ha decidido tolerar este fenómeno porque no tienen recursos suficientes al menos deberían hacerse responsables de la limpieza.

Fuentes del Ayuntamiento de Barcelona recuerdan que este rastrillo espontáneo existe desde hace más de 25 años aunque admiten que esta actividad irregular ha crecido en los últimos años seguramente  como resultado de la crisis. Las mismas fuentes desmienten la supuesta inacción municipal. Aseguran que están realizando un “seguimiento activo del fenómeno” para abordar el mismo “desde el realismo y garantizando siempre al máximo la convivencia en el espacio público”.

Barrido manual y sin desalojos forzosos

La limpieza en la zona se realiza a diario con una brigada de barrido manual, aseguran fuentes del consistorio, si bien pueden pasar horas hasta que llegan a la zona y retiran los plásticos, prendas y otros productos que no se han vendido. “Es difícil establecer la programación exacta de la limpieza porque los horarios, los espacios que ocupan e incluso la suciedad que se genera son muy variables día a día”.

Los agentes de la Guardia Urbana están presentes en la zona de manera permanente en turnos de mañana y tarde para garantizar principalmente el orden público. En este sentido, la policía municipal ha optado por evitar las intervenciones repentinas para no provocar males mayores como un posible ‘efecto estampida’ que pueda poner en peligro a los propios vendedores así como al resto de usuarios de la vía pública.

La junta de vendedores de los Encants entiende este punto como una permisividad excesiva por parte de la administración. “Una vez le dije a un urbano que si se podía vender en la vía pública dejaba de pagar el alquiler e impuestos y me ponía a vender con ellos”, recuerda un vendedor de la Fira de Bellcaire. 

El perfil de los vendedores

Los Servicios Sociales, aseguran desde el ayuntamiento, está encima del tema. Los equipos de calle hacen periódicamente funciones de observación para recoger información e informan a los vendedores de los recursos municipales a su disposición, si bien “ha servido para que estén mejor atendidas pero no para que abandonen la actividad”, reconocen.

El perfil mayoritario de los vendedores es hombre de unos 40 años. El 40% están empadronados en municipios de fuera de Barcelona, sobre todo Badalona y L’Hospitalet de Llobregat. El 80% son de origen extranjero, y la mayoría disponen de NIE y residencia permanente, por la cual cosa se certifica que son parados de larga duración. “La gran mayoría manifiestan utilizar la venda ambulante como actividad de supervivencia, porque en realidad querrían acceder a un trabajo normal. Solo el 30% recibe prestaciones y ayudas muy pequeñas”, explican fuentes municipales basándose en un informe realizado por el Área de Derechos Sociales el pasado año.