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La Boqueria se pone al día con más venta virtual y esponjando su espacio

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Patricia Castán

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El mercado más internacional y concurrido de Barcelona, siempre en frágil equilibrio entre la desmesura turística y la falta de un público de barrio que mantenga la oferta tradicional, dará en breve otro paso para su descongestión, derribando una nueva isla de puestos de venta. El objetivo es esponjar la Boqueria y hacerla más cómoda, pero en paralelo el enorme equipamiento da un paso adelante al potenciar la venta a domicilio desde el móvil mediante una aplicación que se extiende entre el pequeño comercio local. Nuevos clientes que nunca pisaban el mercado engrosan así la facturación de un recinto que se pone al día para ser más competitivo, mientras lucha por no evolucionar como un parque temático de la alimentación, a las puertas de su 180 aniversario.

El archifamoso zoco, con casi 230 comercios (muchos, puestos múltiples) y unas 20.000 referencias durante todo el año, afronta esa celebración que se extenderá a todo el 2020 con actos ciudadanos, colaboraciones con mercados internacionales (que tendrán presencia en Barcelona efímeramente) y con más pedagogía sobre la función social de un mercado. Sin pretender más fama de la que ya tienen, ha creado junto con otros seis recintos (Londres, Budapest y Berlín, más dos en Australia y uno en Canadá) una coalición bautizada como Siete Magníficos, más que en su proyección, en el intercambio de experiencias.

"Los mercados más importantes del mundo -la CNN calificó hace poco a la Boqueria como el mejor de producto fresco- compartimos muchas preocupaciones, como la presión turística o la falta de relevo generacional en el comercio", relata a este diario su presidente, Salvador Capdevila. De ahí que la alianza busque interactuar, colaborar y mejorar sus prestaciones.  

Con el objetivo de la descongestión, a finales del 2017 ya se derribaron 18 puestos que formaban una isla (frente al bar del Quim de la Boqueria), generando una pequeña plaza que hace más fluida la circulación de gente a la par que permite acoger eventuales exposiciones o eventos. Ahora le tocará el turno a la isla donde se ubica el bar Moderno, que se mudará a una que ha quedado ya desalojada justo enfrente en cuanto sea demolida. Y será la que deje este bar la que desaparecerá para siempre. La elección es estratégica porque busca aliviar la presión en zonas muy concurridas o junto a grandes negocios que generan colas. El concejal de Comercio, Agustí Colom, detalla que esta actuación es inminente, y que las otras dos islas que se prevé derribar (una junto al célebre bar Pinotxo) podrían desaparecer este mismo año.

En continuo cambio

Al margen de estas intervenciones, el centenario mercado exhibe continuamente cambios en su oferta y fisonomía. Puso coto a las visitas de grupos y a los espacios de degustación, pero está claro que la venta de productos listos para comer (unos 30 puestos hacen elaboraciones, como croquetas o pinchos de carne) y otros muchos presentados para el consumo directo (desde zumos hasta papelinas de tacos de jamón) llegaron para no irse. También hay que apuntar que aunque la normativa no permite servir la comida lista para comer in situ, sino que debe embalarse para llevar, es posible ver a viajeros asiáticos devorando un entrecot a pie de puesto de venta y sin control aparente, constata este diario.

Y es que los negocios evolucionan en su formato. Tal vez lo más llamativo para quien lleve un tiempo sin visitarlo es descubrir el tamaño de sus charcuterías -algunas ocupan toda una isla tras haber adquirido negocios contiguos-, aunque se debe respetar la proporción global de especialidades para no desajustar la oferta global.  Su presidente apunta que cuando las carnicerías bajaron ventas, las charcuterías subían por el interés en los productos listos para comer. O para llevar envasados al vacío, como sucede con los turistas. 

 Capdevila asume que la paulatina transformación -que llegó a amenazar a la venta tradicional- fue inevitable para la supervivencia de muchos operadores. "La realidad es que muchas fruterías no hubieran resistido sin el turismo (zumos y envases con fruta) porque aquí no hay un barrio detrás que compre" y alude a la transformación de la zona, con una Rambla sin vecinos y un Raval con muchos residentes inmigrantes que se abastecen en sus propias carnicerías y fruterías.  

Online pero personalizado

Precisamente, para lograr aumentar su clientela permanente, el mercado -que cerró el 2018 con una compleja renovación integral de su iluminación y habiendo ordenado por fin el conflicto de las terrazas de sus porches- ha potenciado en las últimas semanas la venta a domicilio con ayuda de las nuevas tecnologías. La app manzaning, que ya se ha implantado en otros recintos menores, ha llegado a la Boqueria para permitir una compra "personalizada al máximo desde el móvil". A determinado tendero (de momento se han sumado más de una treintena) se le puede preguntar por una oferta concreta de pescado o alguna recomendación de forma directa, viene a ser una compra personalizada pero con online. El vendedor abona una comisión a la empresa que gestiona la aplicación, mientras que el cliente paga solo por el envío a domicilio a no ser que no alcance un mínimo de compra determinado. Para Capdevila, lo más importante es que ha abierto virtualmente los mostradores de la Boqueria a un enorme público potencial que "nunca ha comprado allí" o bien había descartado hacerlo de forma presencial por la distancia, las dificultades de acceso o por las muchedumbres que se pueda encontrar.

Una de las mejoras más esperadas y debatidas en el seno de los comerciantes es la nueva pavimentación del mercado, pero su alto coste (en torno a 1,5 millones de euros) y envergadura ha ido demorando la ejecución. Colom explica que el momento óptimo para los vendedores sería entre febrero y marzo, cuando hay menos afluencia y comportaría menos impacto en la facturación, por lo que se ha acordado dejarlo para el próximo año. 

El difícil control de los grupos de visitantes

Al margen de domesticar la oferta de productos para evitar que sea un mercado para comer y no para comprar, los esfuerzos de Mercados de Barcelona se han centrado en regular los flujos de visitantes. Aunque el año pasado la restricciones para <strong>grupos de más de 15 visitantes</strong> se amplió a todos los viernes y sábados (en horario completo) de abril a octubre, Colom apunta que esta medida se podría ajustar aún más, como se hizo en Santa Caterina, donde sus vigilantes tienen potestad para evitar el acceso de grupos también menores si consideran que el recinto está muy lleno. En este sentido, los guías juegan un papel clave porque si ven que hay saturación suelen tomar la iniciativa y reajustar las visitas, apunta. A partir de abril, y coincidiendo con la temporada alta, volverán los agentes cívicos para mejorar el control de los flujos.