BARCELONEANDO

Uriginal y Rosalía, guapamente, tra tra

Uriginal y Rosalía

Uriginal y Rosalía / periodico

Olga Merino

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El mural se encuentra situado más o menos en el número 32 de la calle Creu Coberta, pero se contempla mucho mejor desde el cruce de Diputació con Tarragona. Un retrato gigante y espectacular de Rosalía, a quien los gais han encumbrado en el trono de la adoración, reina sobre el solar del viejo cine Arenas; así son las cosas.

Pero empecemos por el principio. El grafiti es obra del artista Oriol Martínez (L’Hospitalet, 1983), un crack conocido en el mundillo como Uriginal (@uriginalbcn), quien lo pintó entre el abril y mayo del año pasado. Ahí quedó la cosa. Lo disfrutaban los vecinos del barrio de Hostafrancs y quienes transitaban por los aledaños de la plaza de España, hasta que un buen día, no hace mucho, un usuario de Twitter, que responde al nombre de Jaime Pérez López, le hizo una foto y la colgó en la red del pío pío. La cantante del Baix Llobregat avistó su retrato el 16 de febrero y lo retuiteó enseguida a sus seguidores, acompañado de un corazón amarillo y cuatro letras en señal de agradecimiento: “Morí”. De pura alegría, porque la imagen impresiona. Y claro, no tardó en liarse. Ese cristalito roto, yo sentí cómo crujía; antes de caerse al suelo, ya sabía que se rompía.

Desde entonces, el solar se ha convertido en un centro de peregrinación -es una exageración, pero va mucha gente, sí- a hacerse un selfi o a retratar la pared medianera hasta donde permiten las vallas que delimitan la obra. Rosalía Vila Tobella, como un ‘sputnik’ hacia el firmamento, convertida ya en un icono del pop art. ¡Esas uñas tuneadas, ese pantalón chandalero, esa pose de aquí estoy yo! Y aún hay quien dice que es un camelo. Ja. ¿Que no tiene aje flamenco? Uh, uh, ‘mu’ mal, ‘mu’ mal, ‘mu’ mal. Los guardianes de las esencias ya les hicieron pasar lo suyo a Mayte Martín y a Miguel Poveda, cuando el arte es un sentir que no entiende de fronteras. Pienso en tu ‘mirá’, tu ‘mirá clavá, es una bala en el pecho. 

Nada entre dos aguas

El artista Uriginal también nada entre dos aguas, y en ese territorio de luz y sombra se encuentra a gusto. Hijo de emigrantes extremeños, asentados en el barrio de El Gornal cuando la época de los pantalones de campana y el lolailo en casetes de gasolinera, ya escogió a otra catalana universal cuando lo invitaron a participar en el festival OpenWalls de 2013. Uri se decantó por Carmen Amaya, a la que rindió un bonito homenaje en el 50 aniversario de su fallecimiento. Entre él y Btoy pintaron un colosal retrato doble de la bailaora en el Clot, en un muro de la calle Escoles, esquina con Escultors Claperós.

Poco tiempo después, unos chavales pintaron encima de su trabajo, pero a Uriginal no pareció importarle un bledo. El arte callejero es en esencia efímero, y también él empezó así, con el espray clandestino, a golpe de adrenalina y carreras delante de la policía. El barrio, el parque, las vías del tren, la pared prohibida. Se metió en algún que otro lío -nos ahorraremos de reseñarlo porque no viene a cuento-, mientras a la madre le iba contando como salvoconducto que Van Gogh no vendió un solo cuadro en vida.

Ganarse la vida con el pincel

Estudió Filosofía y Antropología en la Autònoma, pero todo lo que sabe de arte lo ha aprendido a base de cabezonería, de echarle horas, de exprimir una idea hasta que no queda gota, como un tubo apretujado de pintura. “Mantente humilde; así cada vez serás mejor porque no dejarás de aprender”, dice Rosalía, y Uri parece comulgar con su credo. Prefiere tomarse sus cervezas con amigos que no tengan nada que ver con el mundo del arte y les importe un pito lo que pinte. El baile de egos le cansa, tal vez porque viene de muy abajo: el primer cuadro lo pintó en un descampado de El Gornal, al aire libre, sobre la tierra batida de un aparcamiento. Hoy Oriol Martínez ya se gana la vida con el pincel.

Ahora mismo se encuentra trabajando en Valparaíso (Chile) y empalmará enseguida con un vuelo a Miami, pero antes de emprender el viaje tuvo tiempo, la semana pasada, de acercarse hasta la calle Creu Coberta y explicar cómo acometió el retrato de Rosalía. Necesitó una grúa y, como el artefacto se quedó corto, tuvo que subirse a la azotea del edificio, donde un colega lo sujetó por las piernas, bocabajo en el vacío, mientras él remataba la faena con el rodillo. Pintó a la artista mediante líneas rectas, con luz y forma muy marcadas, dentro de un proyecto artístico que él denomina polygon minds. O sea, polígonos. Arte poligonero del mejor, tra tra.