BARCELONEANDO

Ir a Vic para descubrir Barcelona

Josep Maria Pericas, arquitecto del munumento a Verdaguer y de la iglesia del Carme, luce libro y exposición en Osona

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Natàlia Farré

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La iglesia del Carme es una de esas iglesias marcadas por la mala suerte; y su arquitecto, Josep Maria Pericas (1881-Barcelona, 1966), uno de esos artistas tocados por el olvido. Reparar lo primero es imposible, es parte de la historia. Hechos y consecuencias. Lo segundo tiene algo más de remedio y en ello está Aleix Catasús, autor de Josep Maria Pericas. Arquitecte noucentista (Patronat d’Estudis Osonencs), la primera monografía dedicada al personaje, y comisario, junto a Josep Maria Claparols, de la exposición que a su obra le dedica el Museu de l’Art de la Pell de Vic.  Paradoja: ir hasta la capital de Osona para descubrir Barcelona. Aunque a favor de quien suscribe, decir que la fachada de ladrillo rojo que luce la iglesia siempre le llamó la atención. No en vano en 1911 su uso no era habitual y menos para un lugar de culto. Y es en su uso donde reside la modernidad del conjunto: «Tots els esplendors y elegancies de la mes exquisida modernitat» [sic], palabra escrita de Joaquim Folch i Torres en La veu, en 1912. 

Bullangas, Setmana Tràgica y guerra civil han ultrajado el solar del templo de ladrillo rojo

La mala suerte del templo tiene como apellidos levantamiento popular y guerra. Así, la Setmana Tràgica acabó con su predecesor: el convento de las Jerònimes y la contienda del 36 con el interior de lo proyectado por Pericas, tan moderno como efímero: apenas dos décadas. También con el sepulcro de quien le apoyó: Joan Josep Laguarda, por entonces obispo de Barcelona, y ahora nombre de una de las calles adyacentes a la iglesia. Y protagonista de los frescos que decoraban la capilla del Santísimo antes del 36. Tras el incendio y saqueo de 1909, Laguarda decidió levantar, en el solar conventual, un templo dedicado a la virgen del Carmen y se lo encargó a Pericas que quiso proyectar una reinterpretación moderna del desaparecido y cercano convento del Carme. Otro de los templos con mala suerte y apellido de conflicto, en este caso, Bullanga de 1835. Aunque su desaparición total fue posterior y algo se rescató: su portal original luce en una rotonda de Sant Adrià de Besòs. Tal cual. ¿Raro? Un poco pero el cómo llegó allí es otra historia.    

El caso es que Laguarda aspiraba a reconciliar Iglesia y movimiento obrero tras la quema de conventos, y en convertir la nueva parroquia en el símbolo de todo ello. Así que encargó a Darius Vilàs unos murales ambientados en la procesión del Santísimo con un sacerdote (él mismo) bendiciendo a los feligreses que representaban todos los oficios del barrio, el Raval. Quemaron durante la guerra civil, como el resto de decoración a excepción de algunos esgrafiados y de los vitrales, uno de los pocos ejemplos ‘noucentistes’ del tema. Y «una de les obres d’arquitectura més interessants d’entre les molt belles ab que compta la moderna arquitectura barcelonina» [sic], continuaba Folch i Torres en su  escrito para La veu.

Siempre la piqueta

También se salvó el campanario de clara tradición románica. Y es que entre los méritos de Pericas figura el de «combinar vanguardia y tradición; y ser el mejor en interpretar las idas de Josep Torras i Bages, obispo de Vic  y uno de los principales teóricos del Noucentisme», a juicio de Catasús. El desconocimiento del personaje, amigo de Antoni Gaudí, Josep Maria Jujol y Rafael Masó,  es actual, pues en su momento era conocido y reconocido: él y Rafael Masó fueron los únicos arquitectos convocados en la exposición que en 1911 debía celebrarse en París, se suspendió, y que reunía obras de, entre otros, Pablo Picasso, Joaquim Torres Garcia y Josep Clarà. 

Este último protagonista de un incidente con Pericas relacionado con el monumento a Jacint Verdaguer. Cuatro fueron los finalistas del concurso: Pericas fue el que más puntos sumó y Clarà, artista de prestigio internacional, el que menos. No se lo tomó nada bien el escultor que, ofendido, retiró el proyecto. El monumento de Pericas luce aún en el cruce de paseo de Sant Joan con la Diagonal. Algo que no puede decir otra de sus obras insignia: la casa Comella, víctima de la codicia constructiva. La original torre de veraneo levantada en Sarrià sucumbió a la piqueta en 1973, cuando se tramitaba su catalogación. Una pena.