pandemonium en la ciutadella

La 'lista de Noé' sumerge al Zoo de Barcelona en una profunda crisis política

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Carles Cols

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El Arca de Janet Sanz hace aguas. El propósito de que este mandato termine con un gran consenso político, científico y animalista sobre el futuro del Zoo de Barcelona es hoy un jarrón hecho añicos. El cruce de correos entre los miembros de la Fundació Zoo de Barcelona, el espacio donde se pretendía culminar un acuerdo sin precedentes, ha sido estos dos últimos días de una fiereza inesperada. Acusan a la teniente de alcalde Sanz y a su equipo, en el mejor de los casos, de "desconsideración intolerable" y de "nefasta gestión" por el modo en que el pasado 23 de enero pretendió modificar en el último instante el texto debatido durante casi tres años. Son expresiones empleadas, en algunos casos, por reputados académicos de las universidades catalanas que forman parte de la fundación. La crispación entre bastidores de la política municipal es mayúscula, proporcional a lo que está en juego. ¿Qué? A efectos prácticos, qué animales se suben al arca, o sea, qué animales tendrán permiso para reproducirse en el Zoo de Barcelona y así formar parte a medio plazo de la colección. EL PERIÓDICO ha tenido acceso a la 'lista de Noé', documento que corre por pocas manos.

Barcelona presume de un largo currículum animalista al que los Comuns querían poner un broche de oro en este mandato

Del análisis de esa lista de elegidos se pueden sacar interesantísimas lecciones. Eso, luego. Antes, un par de datos para comprender el pandemonium que se ha desatado.

Como se sabe, Barcelona fue pionera en declararse ciudad antitaurina. También vetó la exhibición de animales de compañía en las tiendas de mascotas y, con ello, puso fin a las pajarerías de la Rambla. El fin de los sacrificios en la perrera forma parte también del currículum de la ciudad. Cerró el paso a los números circenses con animales salvajes y, consecuentemente, los delfines del Zoo dejaron de hacer piruetas. Es una hoja de servicios ejemplar, pero no lleva en ninguno de los casos, como señala un patrón de la fundación, el membrete de Barcelona en Comú. La tesis de esta y otras fuentes consultadas es que el equipo de Ada Colau, con Janet Sanz como comandante de la estrategia, se propuso a principios de mandato encarrilar el cierre del Zoo, pero que una vez iniciada la operación descubrió la insensatez del plan y reorientó la meta a que el recinto fuera un espacio consagrado a la conservación de la fauna local y solo en casos excepcionales de algún animal de otras latitudes.

De ese proceso ha trascendido ocasionalmente alguna información. Al comisionado de Ecología, Frederic Ximeno, se le encomendó la tarea de equilibrar la balanza de opiniones entre (por simplificar) los científicos (procedentes de cátedras universitarias y de la plantilla del Zoo) y los grupos animalistas (una ensalada de siglas en la que la voz más potente la entonaban los partidarios de cerrar el parque). Nadie discute las ganas de Ximeno. El conflicto, lo dicho, estalló el 23 de eneroEl documento que iba a ser debatido y tal vez avalado por la mayoría fue retocado por orden (dicen) de Sanz. Se introdujo una sustancial alteración al gusto de los animalistas. En esencia, se proponía crear un comité ético y científico que decidiera en qué proyectos de conservación participa el Zoo. Fue la chispa que prendió la mecha. La teniente de alcalde Sanz se opuso a que se votara el texto previo a la modificación, pese a que las voces favorables eran mayoría. Suspendió la sesión, convocó otra nueva para el 6 de febrero y, cuando esta estaba a punto de celebrarse, también la suspendió. "Uno no puede más que pensar que en realidad todo esto es una maniobra para postergar o impedir la aprobación del plan estratégico", escribió uno de los patrones de la Universitat de Barcelona, horas antes de que algunos de ellos, como gesto de protesta, se dieran cita en el ayuntamiento a la misma hora en que estaba convocada la reunión anulada. Fue un encuentro en ‘petit comité’, cierto, pero estaban presentes, lo cual es significativo, tres grupos municipales, PSC, Esquerra y la CUP. Que esas tres fuerzas políticas se sumaran a la protesta es llamativo porque el propósito del equipo de gobierno es llevar el plan estratégico a debate el próximo miércoles en la comisión de Ecología. ¿Qué versión? No se sabe.

Con el planteamiento de los animalistas hace medio siglo, la gacela dorcas sería hoy un animal extinto

El calibre de lo que se está discutiendo se comprende mejor cuando se tiene entre las manos la 'lista de Noé'. En ella aparecen las 50 especies con las que, poquísimo o mucho, el Zoo colabora en algún tipo de programa de conservación. En el recinto hay casi 300 especies, o sea, que ya es una primera criba. La cuestión es que desde el punto de vista de los animalistas más rotundos, a los que el equipo de gobierno quiso satisfacer con aquella polémica modificación del texto, solo 11 especies deberían tener permiso para copular con fines procreativos. No son, que quede claro, las clásicas bestias por las que se paga entrada. A saber: sapillo balear, tritón del Montseny, espátula común, martinete común, alcaudín chico, buitre leonado, autillo europeo, gacela dorcas, nutria euroasiática, galápago leproso y tortuga mediterránea.

De esa lista se puede sacar ya una lección. Destaca entre esos 11 animales el caso de la gacela dorcas. Cuando España abandonó el Sáhara Occidental, se trajo unos cuantos ejemplares a los zoos españoles. Después, víctima de la caza, se extinguió en su hábitat natural. Gracias a aquella decisión de los años 70, la gacela dorcas ha sido reintroducida con éxito en libertad. La cuestión es que si los celosos criterios de los animalistas se hubieran impuesto hace medio siglo, esta especie se habría extinguido.

De la lista elaborada por la dirección del Zoo, los animalistas dan por buena la reproducción de esas 11 especies y abren la puerta a discutir otros 11 casos. Es una ventana de debate con interesantes vistas. Están ahí, entre esas 11 especies más, tres de los cinco grandes simios, gorilas, chimpancés y orangutanes.

Merece la pena reparar, sobre todo, en el caso de los orangutanes, el paradigma de que los maximalismos en materia de protección son difíciles de sostener.

Los orangutanes son tipos solitarios. Gorilas y chimpancés viven en grupos, con lo que la estampa que ofrecen en un zoo no es tan insólita. Los orangutanes, no. El zoo perfecto para los animalistas sería una reserva natural en Borneo, financiada por ciudades sensibles como Barcelona, pero las condiciones políticas en Indonesia y Malasia elevan ese plan a la categoría de quimera. A las hembras de esta especie, en algunos poblados de Borneo hasta las prostituyen. Su presencia en el Zoo es, en definitiva, un conflicto de intereses entre la ética y la ciencia.

Criogénesis antes que cautividad

<span style="font-size: 1.6rem; line-height: 2.6rem;">“Los animales son conscientes de que están encerrados”. Ese el faro que orienta a <strong>Leo Anselmi, promotor de la plataforma Zoo Segle XXI</strong>. Ha sido una de las voces más activas en las reuniones de la Fundació Zoo de Barcelona. Defiende un recinto de mínimos. Sostiene incluso que el argumento de que los zoo garantizan hoy en día la variabilidad genética cara a futuras reintroducciones en el medio natural no se sostiene. “Bastaría con congelar material genético”. Dice que así se evitaría tener en cautividad a decenas de especies.</span>