NATURALEZA

Las medidas contra el caracol manzana reducen el número de aves hibernantes en el Delta del Ebre

Este año solo se han inundado el 40% de los arrozales para impedir la proliferación de la especie invasora

Un ejemplar de morito común - capó reial, comiendo un caracol manzana en el delta del Ebro.

Un ejemplar de morito común - capó reial, comiendo un caracol manzana en el delta del Ebro. / periodico

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Inundar menos campos de arroz durante el invierno ha sido una medida de relativo éxito para frenar  la expansión del caracol manzana, una ubicua especie invasora, en el Delta del Ebre. Sin embargo, ha tenido un efecto secundario, que puede tener consecuencias graves a medio y largo plazo y que replantea hasta qué punto una medida como esta puede tener una aplicación indefinida. La Conselleria de Territori i Sostenibilitat informó ayer de que, según el último censo invernal de aves acuáticas del Delta, ha reducido la capacidad de este ecosistema único de acoger aves hibernantes procedentes del norte de Europa. Su población, este año, se ha situado en 238.716 ejemplares de 92 especies distintas, por debajo del máximo histórico de 300.000 ejemplares  del año 2014, cuando la práctica totalidad de los arrozales se inundaba durante el invierno. Una cifra similar, con todo, a la media histórica pero con notables descensos en las especies más vinculadas a los medios inundados.

La desecación invernal de los arrozales como instrumento de lucha contra el caracol manzana se empezó a implantar en el año 2011. Es una medida que se ha ido ampliando a medida de que la expansión del caracol seguía aumentando. En el año 2019, la superficie de arrozales del Delta cubiertos de agua durante el inverno ya ha sido solo del 40,6% del total, lo que ha hecho disminuir especialmente la presencia de aves acuáticas y limícolas, que encuentran su alimento en las aguas someras y el fango.

Algunas especies han experimentado de forma más clara esta restricción del hábitat que las atrae durante los meses fríos. La población de ardeidas ha estado un 32% por debajo de lo habitual, con poca presencia de algunas de las especies más abundantes en invierno, como la garceta común (‘Egretta garzetta’), que ha disminuido en un 78%, quedándose en 794 individuos, la garcilla bueyera (‘Bubulcus ibis’), con 2.284 ejemplares, un 45% menos, y la garza real (‘Ardea cinerea’), con 3.038 ejemplares, un 30% menos. La excepción ha sido el martinete común (‘Nycticorax nycticorax’), con un máximo histórico de 1.879 individuos.

Entre las que han registrado valores “significativamente bajos” este año figuran por ejemplo, las avefrías (‘Vanellus vanellus’), de las que este año solo se han contabilizado 7.543 ejemplares,  un 49% menos, el chorlito dorado (‘Pluvialis apricaria’), con 1.800 ejemplares, un 54%. Otras especies limícolas, en cambio encuentran un hábitat más adecuado en las circunstancias actuales, como el correlimos común (‘Calidris alpina’), con 33.099 ejemplares, un 22% más, y el correlimos tridáctilo (‘Calidris alba’), con 842 ejemplares, un 13% más.  

En el censo de aves realizado por personal del parque y voluntarios este mes de enero destacan como el grupo más numeroso en de las anátidas, con 114.592 ejemplares, ligeramente por debajo de la media de referencia. Destacan el azulón (‘Anas platyrhyncos’, con 66.847 ejemplares, seguido de la cerceta común (‘Anas crecca’), con 17.583 ejemplares y el pato cuchara (‘Spatula clypeata’), con 16.960. Este año se han visto especies que solo aparecen en inviernos fríos en el norte y centro de Europa, como el éider o el porrón osculado. Algunas aves han tenido máximos históricos, como la cigüeña blanca (116 ejemplares) o el morito (9.202 individuos).