Barceloneando

Laberintos infinitos

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zentauroepp46672735 once190125162451 / Ricard Cugat

Olga Merino

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Jordi MagemLluís Comas

Ciegos o con graves discapacidades visuales, entre los seis presentaban todas las gamas del gris, si se permite la expresión: desde la ceguera de nacimiento, que arrebata el tesoro de la memoria visual, hasta la pérdida parcial de la agudeza sobrevenida con la edad. Estos cursos de perfeccionamiento suelen celebrarse con una frecuencia anual.

"No lo veo claro"

Conversando con ellos, se da uno cuenta de cuán fácil resulta meter la pata con expresiones muy incardinadas en el habla cotidiana —“no lo veo claro”, “mira a ver cómo lo solucionas”, “adiós, nos vemos”— cuyo uso, sin embargo, a ellos, no parece incomodarles. De hecho, frente al tablero, se enfrentan a los jugadores videntes de igual a igual. ¿Alguna desventaja? La peor de las situaciones se da cuando ya quedan pocas piezas y poco tiempo, porque las decisiones inmediatas se toman en función de la vista. A un ciego, explican los avezados pupilos, el hecho de no ver el reloj de la partida le genera estrés, y el proceso de apretar el botón del auricular para saber de cuánto tiempo dispone le hace perder concentración.        

 Borges

Es imposible hablar de escaques y no relacionarlos automáticamente con el argentino, que era ciego y tan apasionado ajedrecista que hasta le dedicó un poema: “También el jugador es prisionero… de otro tablero/ de negras noches y de blancos días”. El ajedrez estuvo entre sus objetos favoritos, junto con los espejos y los laberintos, tres universos circulares en los que abismar su inteligencia. Los profanos, en cambio, nos conformamos con asimilar el ajedrez al campo de batalla o a la vida, con sus estrategias, contraataques y derrotas. Dicen que el rey vale infinito, pero, ay, los peones pueden acometer grandes gestas si avanzan juntos.